Llega la era de la política-talón. Ya no basta con un buen programa electoral. Si se quiere ganar las elecciones hay que hacer regalitos. Como los periódicos con sus promociones de vajillas, mantelerías o ensaladeras, el gobierno tiene que recurrir a ofrecer extras para conseguir renovar su mandato. A derecha e izquierda, Bush y Zapatero, han decidido que lo mejor para reactivar la economía es devolver una pasta a los ciudadanos, 800 dólares y 400 euros respectivamente. Una iniciativa infinitamente más interesada que interesante porque se hace en vísperas de unas elecciones, en noviembre allí y en marzo aquí, y tiene un efecto bumerang. Pura y mostrenca demagogia que parte del axioma de que los electores son unos vendidos. Aunque aún hay clases. Zapatero “paga” la mitad que Bush, porque democráticamente valemos menos. No es culpa suya. En España existe una antigua tradición de compra de votos que ha devaluado mucho el producto. Desde Romero Robledo, como poco, sabemos que un hombre es un voto pero también una boina. Depende del precio y el coste de oportunidad.

Llega la era de la política-talón. Ya no basta con un buen programa electoral. Si se quiere ganar las elecciones hay que hacer regalitos. Como los periódicos con sus promociones de vajillas, mantelerías o ensaladeras, el gobierno tiene que recurrir a ofrecer extras para conseguir renovar su mandato. A derecha e izquierda, Bush y Zapatero, han decidido que lo mejor para reactivar la economía es devolver una pasta a los ciudadanos, 800 dólares y 400 euros respectivamente. Una iniciativa infinitamente más interesada que interesante porque se hace en vísperas de unas elecciones, en noviembre allí y en marzo aquí, y tiene un efecto bumerang. Pura y mostrenca demagogia que parte del axioma de que los electores son unos vendidos. Aunque aún hay clases. Zapatero “paga” la mitad que Bush, porque democráticamente valemos menos. No es culpa suya. En España existe una antigua tradición de compra de votos que ha devaluado mucho el producto. Desde Romero Robledo, como poco, sabemos que un hombre es un voto pero también una boina. Depende del precio y el coste de oportunidad.

Pero el top manta de ZP, además, tiene aristas perversas. Es normal que un neoliberal alucinado como Bush quite dinero de la caja única que utiliza el Estado para financiar inversiones sociales. Cuanto menos esfera pública, mejor para los tiburones privados, más mercado para sus negocios y cambalaches. Pero que le siga la corriente el máximo dirigente de un partido que lleva en sus siglas la “O” de obrero y la “S” de socialista, no deja de ser una aberración. Aunque haya ciudadanos encantados con la medida -“to pal pueblo”-, el resultado es un nuevo pulso contra el maltrecho Estado de Bienestar. Cheque-bebé, vale. Ayuda al alquiler, bueno, aunque con el generoso límite de ingresos puesto para recibirla es más una inyección para sostener el boom inmobiliario que otra cosa. Pero que con los impuestos ya cobrados el gobierno del PSOE haga un reintegro a los contribuyentes a cuenta de la recaudación, es un atropello y un disparate. Puro marketing político.

Lo cierto es que con eso que llaman “transferencia contributiva” habrá menos dinero en las arcas públicas para acometer inversiones sociales. Una parte de la población, los contribuyentes más pudientes a quien le sale a pagar la declaración, tendrá algo más efectivo en el bolsillo (puro efecto placebo cara a la economía real). Y los de abajo, los más débiles, aquellos que por su ínfimo nivel de renta están exentos y dependen en buena medida de la cobertura que ofrezca la asistencia pública en todas sus manifestaciones, se verán aún más desamparados. Pero todos contentos, los de abajo no votan y las clases medias son ambidiestras políticamente hablando. Y si además eso hace que el PP pierda las elecciones, mejor que mejor (“qué patada les hemos pegado en nuestro propio culo”). Aunque el balance sea desolador, porque para ganar se habrá pasado por la derecha a la derecha. Con el añadido chusco de que el top manta de ZP para reactivar la economía se aplica entre un discurso oficial que proclama solemnemente que no hay crisis económica. España va bien, de puta madre, se mire por donde se mire.

Como la universidad holandesa, que no admite estudiantes iraníes para evitar la construcción de bombas nucleares. Es la última parida en la escalada de justicia preventiva que se inauguró en EEUU con la aprobación de la Patriot Act y que tantos Guantánamo, grandes, pequeños y mediopensionistas, nos está dispensado. Una noticia en la que, por otra parte, anida un olvido y una censura. Olvida aclarar si la prohibición se extiende también a los jóvenes universitarios procedentes de Israel. Y falla en la memoria histórica al no mencionar que los sabios estadounidenses que fabricaron las primeras bombas atómicas tiradas sobre Hiroshima y Nagasaki estudiaron en selectos colegios de pago.

Insistamos, los tiempos avanzan que es una barbaridad. Literalmente : una bar-ba-ri-dad. Progresamos a gatas. Hubo épocas en que nos parecían monstruosas las teorías de Cesare Lombroso sobre el genotipo del criminal nato en base a la morfología de las orejas. Luego, ya en estos pagos, vino la escuela carpetovetónica de los Vallejo Nájera y López Ibor, que establecieron sin asomo de vergüenza que los rojos eran una patología del macizo de la raza. Lógicamente esa línea de canibalismo político, ya ensayada en la Alemania nazi por los Mengele boys, llevaría inevitablemente a la Causa general franquista, la Ley de vagos y maleantes, su corolario La ley de fugas y el tiro porque me toca. Incluso ya entrada la democracia, el ministro del Interior ucedista Juan José Rosón, respondiendo sobre la posible autoría del asalto a la sede del Banco Central en Barcelona, culminaría la melonada afirmando que se trataba de “chorizos, macarras y anarquistas”.

Y aquí y ahora, su sucesor socialista, el físico que antes estuvo a cargo de Educación, Alfredo Pérez Rubalcaba, que tiene innegable físico “lombrosoniano”, establece una última contribución al género tras la detención preventiva de otro posible “comando Dixan” en Barcelona declarando que tenían “perfil terrorista”. Lo que supone la constatación urbi et orbi de que la xenofobia y el racismo que llevó a judíos, armenios, gitanos, rojos y otras gentes de mal vivir al patíbulo tiene hoy infortunada descendencia en el innato “perfil terrorista” de la morisma. Y todo y más, ante el silencio condescendiente de la masa crítica científica, artística e intelectual, nuestra intellitgensia de retrete.

La autocensura es la savia de los sistemas totalitarios y la sarna de los liberales. Regímenes con tal presión ambiental que jibarizan a sus ciudadanos -tipo Tercer Reich, Franco, el Duce, Stalin, Castro-, son los escenarios donde toda autocensura tiene asiento. Por eso, muchas democracias de quita y pon, cuando no tienen cosas mejores que publicitar, blasonan de ser los baluartes de la libertad de expresión y luego se escuecen si se les mienta su gen inquisidor.

En este país cateto y descangayado, en el que siempre tiran más dos tretas que dos carretas (ambas con r de recochineo), a veces uno se descubre avergonzado al ver surgir al policía que llevamos dentro. Que es tanto como llevarse el DNI a la boca al pasar frente a una comisaría o al intuir un uniforme.

Y no digamos nada en lo casos en que están implicadas las grandes y sagradas causas de la patria, una, grande y libre. Ahí la autocensura deviene jeroglífica y convertimos el mensaje en una tortuosa cabalgata de metáforas, analogías, circunloquios y gatillazos por miedo al qué dirán. Al fin ya cabo, arrieros somos y en el camino nos encontramos.

Viene esto a cuento de algunos hirsutos discursos que tienen como eje el binomio terrorismo-nacionalismo, esa hidra de siete cabezas que sirve tanto para un roto que para un descosido, donde lo que más se entiende es lo que mejor se calla. Hay que ser un auténtico Demóstenes para hablar asertivamente del nacionalismo sin que enseguida te tilden de colega de los terroristas y su entorno, o de medrar en sus entrañas y vísceras. Y viceversa, si alguien discrepa de la homilía oficial e insinúa que para luchar contra el terrorismo no se pueden usar las armas de las dictaduras, cerrar periódicos, clausurar fundaciones, tumbar partidos o procesar a las abortistas, lo más seguro es que le llamen imbécil de baba y el mentecato pase ifso facto a integrar la lista secreta de los ciudadanos-diana.

¡Basta ya ! ¿O no ? Si la clase política sostiene más de lo mismo, la ciudadanía opina por boca de ganso, los medios disertan sobre los casi 40 años del Príncipe y los intelectuales andan pringados eligiendo al Rey como la personalidad más importante de toda la historia de España, ¡quién coño dará la voz de alarma cuando la casa estalle en llamas !


Fuente: Rafael Cid