Decir que los más ricos de este país se han dirigido al rey para decirle que haga su real gana puede parecer una salida de tono. Pero si más allá de su procaz sintaxis versallesca y academicista, uno analiza el neolenguaje utilizado en el Informe Transforma España, de la Fundación Everis, por nuestros grandes capitanes de empresa para “conmover” al monarca, la conclusión no puede ser muy distinta.

Decir que los más ricos de este país se han dirigido al rey para decirle que haga su real gana puede parecer una salida de tono. Pero si más allá de su procaz sintaxis versallesca y academicista, uno analiza el neolenguaje utilizado en el Informe Transforma España, de la Fundación Everis, por nuestros grandes capitanes de empresa para “conmover” al monarca, la conclusión no puede ser muy distinta.

En lo que ellos califican de “una visión optimista pero contundente de la Sociedad Civil española”, lo que está implícito es una llamada a la intervención del Jefe del Estado para dar un golpe de timón. Aunque se venda “como una oportunidad para transformación estructural y sistémica”.

Los 71 potentados (incluido en el lote José María Fidalgo, ex de CCOO) que se han compinchado, algunos de ellos en la nómina del grupo que financió los yates reales Fortuna y Bribón, actúan como teloneros de un pronunciamiento económico-financiero-empresarial que comenzó a primeros de año con el slogan “Esto sólo lo arreglamos entre todos”, de la también Fundación Confianza (el mundo de los negocios de este país ha descubierto la vida secreta de las fundaciones, sin ser santa Teresa), y continuó con la irrupción mediática de Felipe González y el efecto Rubalcaba sobre La Moncloa. Claro, que entre fundación y fundación, Everis destaca como copito de nieve en el túnel de la risa. La prueba es que tiene a su frente a Eduardo Serra, un auténtico “cortesano” en el mejor sentido de la palabra, que ostentó el mérito de la ubicuidad de ser ministro de Defensa con el PP y el PSOE, sin parecerse Churchill.

Lo primero que choca es este documento que pretende marcar la nueva hoja de ruta de la economía española en el primer tercio del siglo XXI, es que no exista ni una línea, digo bien, ¡ni una línea !, referida al mundo laboral, a los trabajadores, al problema del paro, la precarización del empleo o a los sindicatos. Lisa y llanamente el concepto “trabajo” no comparece en el Informe. Ha sido hábilmente sustituido por la habitual jerga de la “flexiseguridad” y sus acólitos, de tanto predicamento en la estrategia de la globalización neoliberal. Lógicamente, extirpado ese eslabón de la cadena de mando, la desigualdad tampoco está ni se la espera.

Lo mismo sucede con las palabras “nación”, “sociedad” o “país”, sin más atributos. En su defecto, el texto está sembrado de otro paradigma igualmente trastornador, la “marca-país”. O sea, España se ha convertido en el documento entregado por el Gotha de los negocios a Zarzuela en una “marca-país”, con edulcorantes y conservantes. Una mutación que requiere como condición previa para ser operativa la trepanación del ciudadano políticamente activo para “armonizar en cada persona las facetas de Ciudadano-depositario-de-valores, Ciudadano-elector, Ciudadano-consumidor, Ciudadano-financiador y Ciudadano-productor”. En suma, un magnífico troquel con el formato de homo oeconómicus para “restaurar una definición de ciudadano válida desde una óptica de Modelo Productivo”. La personas físicas devoradas por las personas jurídicas.

¿Y por quién y para qué sugiere el Informe que debe llevarse a cabo la mutación hacia el “ADN ciudadano adaptado a los nuevos retos y oportunidades” ? Por la sociedad civil, pero no una sociedad civil integrada por toda la colectividad, entre libre e iguales, no. Para una sociedad civil que tenga como referente a los líderes del mundo de los negocios, que según los sedicentes deben representarla en la nueva etapa que la Economía del Conocimiento reclama. Porque “cuando el modelo-país y entorno divergen, o cuando no se polarizan adecuadamente los vectores de crecimiento sostenible, los países se estancan o pierden valor”. Visto lo anterior, la pregunta que queda por responder, el para qué la movida, va de suyo : para definir un nuevo modelo de “Estado de Bienestar responsable (equilibrado y sostenible)”. O si lo prefieren en la jerga constituyente de la declaración, porque hay “una falta de coherencia que se podría llamar sistémica por la falta de alineamiento necesario en todo momento entre el Modelo Productivo, Marco Productivo y, en su caso, Modelo de Estado”.

Ahí es nada “modelo de Estado”. Por eso recurren a los buenos oficios del Jefe de Estado, que aunque, de acuerdo con la definición weberiana de “legitimidad de origen”, no es muy modélico que digamos, tiene en su mano suficientes ases, resortes y capacidades legales como para manufacturar la real gana de sus cortesanos. De hecho, el propio presidente del Gobierno se hizo eco de tales demandas a los pocos días convocando a 30 de esos vips a consulta (no se sabe ni para dar o tomar).
Podríamos seguir, pero como las cosas de palacio van despacio, mejor lo dejamos aquí y vemos pasar la procesión. Sólo ya, a modo de colofón, añadir que entre la sarta de ocurrencias que el Informe propala destaca la mención del capital financiero como “el combustible que alimenta el motor del país y el aceite que lubrica sus engranajes” ; la petición de una “profunda revisión de las Administraciones Públicas” que trae aromas de aquella cortocircuitada LOAPA que engendro el 23-F, y la necesidad de establecer “guías de medio y largo plazo institucionalizadas que trasciendan a ciclos electorales, y que sean el punto de encuentro y consenso entre múltiples perspectivas complementarias del país”.

En fin, unas recomendaciones de postín que un lector malicioso podría entender como un nuevo “pacto del capó” que trascienda los rancios caminos de la democracia parlamentaria y representativa. Cosas verdes.

Rafael Cid