La desesperación en que vive el gobierno ante los comicios del 22-M, que hasta las encuestas oficiales (con mucha cocina para maquillar sus peores datos) vaticinan catastróficas para el PSOE, está forzando una campaña de amedrentamiento al electorado poniendo en circulación la tesis de que si no se vota al partido que ha cargado la crisis de la gran banca sobre los trabajadores vendrá la extrema derecha. Por eso, sus terminales mediáticas, como el diario El País, que tiene anunciado despedir a 2.500 empleados, se largó este domingo un especial sobre el supuesto avance ultra que daba miedo.
Es juego sucio, apestoso.
Una escandalosa muestra de la falta de ética de nuestros gobernantes
y de su impúdica voluntad de seguir en el poder sin ningún
miramiento, al fin y al cabo son miles los cargos públicos que se
tendrían que reinventar para volver a ganarse la vida trabajando
decentemente, una vez desalojados del machito.
Es juego sucio, apestoso.
Una escandalosa muestra de la falta de ética de nuestros gobernantes
y de su impúdica voluntad de seguir en el poder sin ningún
miramiento, al fin y al cabo son miles los cargos públicos que se
tendrían que reinventar para volver a ganarse la vida trabajando
decentemente, una vez desalojados del machito. De ahí los intentos
de manipular a la opinión pública (con la opinión publicada)
mostrando despreciables anécdotas como signos evidentes de que tras
el PSOE el diluvio. Me refiero a sacar más decibelios de los que
tienen a las palabras del siempre fachoso José María Aznar,
convertir una sentencia por injurias a Miguel Ángel Rodríguez en
una afrenta social y airear la presencia en las listas de la pepera
Cospedal de un tránsfuga de Falange.
Porque, sin quitar un
ápice de mérito a esas manifestaciones reaccionarias, lo cierto es
que donde está el verdadero peligro ultra es en ellos, en el partido
del gobierno y en la oposición que aspira al relevo, uno por su
activismo en favor del expolio de trabajadores y ciudadanos, mediante
contrarreformas para que la crisis de los banqueros del régimen la
paguen los ciudadanos (decretazo, pensionazo, involución laboral,
etc.) y los otros por apoyarlas o tolerarlas. La extrema derecha que
debe preocupar a los españoles es esa: la que está provocando la
mayor involución social de la historia contemporánea a costa
también del sideral enriquecimiento de la clase financiera, sus
patrocinadores como ha dejado claro el Informe GRECO del Consejo de
Europa.
El resto son trucos y
juegos de mano para confundirnos. Porque si de extrema derecha de
verdad tenemos que hablar en España, siempre habría que señalar en
la dirección del ejecutivo. Un gobierno, sedicentemente socialista
para más inri, cuyos miembros siguen jurando y prometiendo sus
cargos delante de una Biblia y un crucifijo, como cualquier
teocracia; un gobierno que ha elegido al que fuera número dos de la
ultra fundación FAES, Miguel Boyer, para dirigir el gabinete de
competencia de Moncloa, un gobierno que en ningún momento se ha
planteado ilegalizar, como en la Europa más sería, a los grupos
racistas y xenófobos que, como Falange – auténtico partido
fascistas, no sólo ultra- y demás, campan por sus respetos en el
panorama político español por condicionantes de nuestra famosa
transición, haciendo de este país una anomalía histórica muy
reveladora de su ínfima calidad democrática.
Los
ultras son ellos. A la derecha la traen ellos con sus políticas
antisociales. La extrema derecha en España fue legalizada por ellos.
Lo que está ocurriendo en Europa es un rechazo popular frente al
brutal expolio de la crisis. ¿Hay algo más de extrema derecha que
crear 5 millones de parados, meternos en otra guerra más, abandonar
a los saharauis, apoyar la reforma de Schengen para impedir la libre
circulación de inmigrantes, entregar las cajas de ahorro a los
bancos de la crisis, desvalijar los EREs, hacer que los jóvenes
tengan que emigrar otra vez como sus abuelos y mantener a una
corte-pesebre de inútiles e irresponsables impuesta por un dictador?
Rechaza imitaciones, los ultras son ellos: organízate y lucha como
han hecho tunecinos y egipcios.
Rafael Cid