La suerte parece estar echada contra la creativa turbamunda. Después de un primer desalojo ordenado por la delegada del Gobierno en Madrid y la posterior embestida de los mossos de esquadra en Barcelona con la excusa de una operación limpieza, las presiones de la patronal de las grandes superficies y la campañas preventivas de la prensa sobre el supuesto copo de la jaima comunera por grupos radicales, todo conspira hacia un desmantelamiento del movimiento 15-M en sus emplazamientos urbanos.
Pero no
quieren hacerlo con el coste ante la opinión pública nacional e
internacional que significaría para el duopolio reinante una nueva
acción represiva. Como en las guerras antes de desencadenar las
hostilidades, prefieren primero demonizar al adversario para
legitimar su destrucción. Aunque tampoco descartan fomentar vía
medios el “mobbing” social que quiebre la empatía entre la
ciudadanía y los insurgentes de Puerta del Sol.
Pero no
quieren hacerlo con el coste ante la opinión pública nacional e
internacional que significaría para el duopolio reinante una nueva
acción represiva. Como en las guerras antes de desencadenar las
hostilidades, prefieren primero demonizar al adversario para
legitimar su destrucción. Aunque tampoco descartan fomentar vía
medios el “mobbing” social que quiebre la empatía entre la
ciudadanía y los insurgentes de Puerta del Sol. En ello están,
ellos y sus púlpitos mediáticos, que creen haber encontrado la
palanca que proveerá su derrota en la huera denuncia de
“infiltrados” que alterarían la genuina identidad de las
asambleas. Son esos medios los que, desde su cínica exaltación de
la pureza del consenso como una de las bellas artes, programan el
canibalismo del proceso.
Tras la
resaca del 22-M, el maltrecho bipartidismo dominante intenta volver
por sus fueros. Los de Génova 13 cuentan los días que les faltan
para llegar al poder y miran a ver si hay atajos. Rubalcaba
“Manostijeras”, tras la abdicación de Zapatero en su provecho,
trata de manejar los tiempos repartiendo mercedes atropelladamente:
los pepinos de la suerte para el campo; las donuts de la concordia
para el tándem CCOO y UGT, descabalgados por una CEOE recrecida, y
los primeros gruñidos de advertencia para los acampados de Sol.
De la
necesidad de una democracia con demócratas nada. No está ni se la
espera. Una cosa es predicar y otra dar trigo. Desde el poder no se
prodigan gestos que indiquen que hay una voluntad de regeneración.
Están demasiado imbuidos de su autoridad. Tienen muchos negocios que
atender aprovechándose de su aval representativo. Sus intereses no
les permiten ver más allá de sus ambiciones. Están a lo suyo, que
no es lo nuestro. Porque ahora, entre los de abajo, hay un relámpago
de conciencia y sentido común.
El Rey en
los toros y al timón del Bribón. El PSOE levantando un cadalso
para la escabechina intestina que decida quién se alza con el cetro
y la nómina. CCOO Y UGT negociando con la patronal CEOE nuevas
contrarreformas laborales y ampliando EREs con Telefónica para
contribuir a eso que llaman “desempleo voluntario”. O sea, cada
uno en su papel, para que luego no digan que eso del consenso está
pasado de moda.
Porque al
margen de algunas disputas por la pasta y los puestos, todos tienen
un mismo destino en la universal: impedir que la democracia real les
desborde. La extrema derecha y la derecha extrema conspiran para
desprestigiar al Movimiento 15-M y sus subversivas acampadas. Ahora
toca poner a los comerciantes de la Puerta del Sol como excusa, en
primera línea de fuego, para trasmitir a la manipulada opinión
pública que se está perjudicando a las pymes del kilómetro cero.
Quien pide
mano dura es el presidente de la patronal madrileña CEIM, Arturo
Fernández, el mismo que compró al Rey al precio de ganga de 100.000
euros un Maserati del copón que le había regalado al monarca un
jeque árabe, el mismo cortesano que se muestra comprensivo con el
estrangulamiento de la pequeña y mediana empresa por la huelga de
créditos de la banca, sus amigos del botín.
Por cierto,
los guerrilleros sociales del 15-M también se han echado a la calle
para defender a esos humildes comerciantes masacrados por los
halcones de la crisis. Así lo han hecho saber en sus manifiestos.
Otrosí: ¿cómo entender que sindicatos alternativos como CGT, CNT,
Solidaridad, y cuantos exploran a diario la confrontación con el
sistema, aún no hayan movilizado de manera patente y visible el
afecto fraternal de los trabajadores de los centros de trabajo donde
operan hacia los acampados del 15-M para establecer la necesaria
universalidad del discurso de ruptura?