Contrariamente a lo que los analistas están comentando, el espíritu del movimiento del 15-M se ha dejado sentir en las elecciones del 22-M. Y no lo decimos sólo porque el vuelco electoral se deba en buena medida a que la protesta se haya transformado en votos contra el partido en el gobierno responsable del expolio social, sino por la incidencia en los resultados registrados en aquellas capitales que protagonizaron la protestas: Madrid, Barcelona y Valencia. En las tres ciudades sin excepción, el mar de fondo de la rebelión cívica ha dejado su huella, aunque las formas de expresión no hayan seguido clónicas.


En Madrid el
impacto se ha cebado en el bipartidismo PP-PSOE, causando un descenso
de 3 escaños tanto al PP como al PSOE (el “PSOEPP la misma mierda
es”, que gritaban los acampados). En Barcelona se ha sustanciado en
un revés histórico, quitando la alcaldía al PSC después de 32
años de mandarinato. Y finalmente en Valencia, baluarte del PP junto
con Madrid y como ella foco de la corrupción municipal, su lideresa
Rita Barbera ha visto mermada en su hegemonía en un escaño.

Estos datos
resultan aún más elocuentes si tenemos en cuenta la evolución
habida en porcentajes entre el 2007 y el 2011: en Madrid del 55,6% al
49,7% el PP y del 30.9% al 23,9% el PSOE; en Barcelona del 29,9% al
22,1% el PSC, y en Valencia del 56,7% al 52,5% el PP. Todo ello, y
sorprendentemente, a pesar de que el movimiento 15-M irrumpió tan
sólo una semana antes de las comicios.

En las
elecciones que han dado la aplastante victoria al PP -porque el PSOE
le ha puesto la alfombra roja con sus políticas antisociales- anida
una traca que de momento los analistas no quieren ver. Es la que
indica la existencia de un voto de castigo al statu quo más allá de
la simple lectura del abstencionismo puro y duro.

Teniendo en
cuenta que todo lo que antes del 22-M se urdió en el caso
Sortu-Bildu y luego con las revueltas del 15-M significan en positivo
un ambiente de movilización política sin apellidos, parece lógico
que la abstención agregada bajara. Pero es igualmente relevante que
la contestación de los votantes se haya trasladado al voto nulo y al
voto en blanco, que han sido muy superiores a los computados en otras
consultas.

De hecho los
datos indican que si se suman los votos nulos y los votos emitidos en
blanco el 22-M ese contingente sería la cuarta fuerza política. Es
decir, que sí ha habido un mar de fondo de contestación al sistema,
que se ha trasladado dentro de las urnas. Y seguramente cuando se
analicen las características de la abstención, desagregándola por
edades, se verá que en esta ocasión el protagonismo de la
abstención activa se ha focalizado especialmente entre la gente
joven.

Hay señales
que así lo atestiguan. Como ya hemos señalado antes, el castigo en
votos recibidos por los alcaldes de Madrid y de Valencia, Ruíz
Gallardón y Rita Barbera, las dos ciudades emblemáticas de la
corrupción y al mismo tiempo los iconos de la revuelta del
movimiento Democracia Real Ya, es la más notoria. Pero al mismo, la
alta participación en Castilla La Mancha y Extremadura, grandes
victorias del PP, indica que la crecida en las urnas se ha debido
sobre todo a la extraordinaria movilización de la derecha.

Ojo al dato.
Que los árboles no nos impidan ver sus brotes verdes.

Rafael Cid