Primero vinieron a por los funcionarios y les quitaron el 5 por ciento del sueldo mediante un decretazo que quebrantaba lo acordado en su convenio. Y nadie se movió. ”Son unos afortunados que tienen el trabajo asegurado, que se aguanten”, dije.
Luego vinieron a por los jubilados y les congelaron las prestaciones, vulnerando lo establecido en el Pacto de Toledo. Y nadie se movió. “Son personas mayores y con lo que reciben tienen de sobra”, dije.
Más tarde vinieron a por los parados y les rebajaron las indemnizaciones por despido y los 426 euros de emergencia. Y nadie se movió. “Así no podrán rechazar más ofertas de trabajo que no les gustan”, dije.
A continuación vinieron a por conductores de metro de Madrid. Y nadie se movió. “No hay derecho a dejar tirados a los ciudadanos, les está bien empleado”, dije.
Y hace unos días vinieron a por los controladores aéreos. “Estos tipos son unos privilegiados y hay que pararles los pies sin contemplaciones, que se jodan”, dije.
Finalmente el gobierno ha decretado el “estado de alarma” en el país, atendiendo a la demanda de los que como yo pedían mano dura contra los controladores, despreciaban a los funcionarios, ignoraban a los parados, criticaban a los trabajadores del metro y pasaban olímpicamente de los jubilados.
Pero ahora ya no queda nadie que pueda protestar por mí y sólo me queda aplaudir como cada domingo a esos privilegiados multimillonarios que corren detrás de un balón y me sonríen desde la publicidad de los bancos de la crisis.
Las multitudinarias protestas desatadas por chafarnos el puente nacen del silencio y la resignación mostrada frente al saqueo económico que ha provocado cerca de 5 millones de parados.
¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo ?, que dijo Brecht.
Rafael Cid