Sería tremendamente cómico, de carcajada incluso, si la cosa no pudiera terminar siendo fatalmente trágica. Que unas simples caricaturas provoquen la ira de los islamistas en medio mundo árabe, no debería tener nombre. O sí : atraso, ignorancia, irracionalismo, superchería y suma y sigue. Pero así son las cosas del pensamiento mágico. Lo que ocurre es que no se trata sólo de una reacción violenta frente a un pretendido ataque espiritual. Estamos ante la crónica de una ofensiva anunciada.
En una guerra de religiones que incuba por tierra, mar y aire una choque de civilizaciones. Es la arremetida de la religión única y mejor, la occidental y cristiana, para imponer su modelo de civilización, también superior. Se trata de que los “bárbaros de Alá” se conviertan por su propio bien al progreso neoliberal y ultracapitalista.
Tras dejar, eso sí, sus recursos energéticos en manos del “eje del bien” para que lo administre (y así no tenga ya necesidad de robar sus reservas, como acaba de hacer Repsol en la indígena y pobre Bolivia). Los ladrones son gente honrada y además tienen de su parte al único Dios verdadero.
La escalada de violencia del integrismo musulmán suscitada por la provocación de una prensa cada vez más en su rol de “Bunete mediática” no es inocente. Se inscribe dentro de un proceso iniciado tras los atentados del 11-S para satanizar al mundo islámico y crear (sembrar) condiciones para que tras una reacción en cadena surja una demanda social que legitime una acción resolutiva contra “el eje del mal”.
Ayer fueron los procesos inquisitoriales a islamistas sospechosos y etéreas células terrorista y hoy la escandalera por la cólera de las masas árabes. Un escenario que ha hecho implosión ahora porque la intransigente actitud del gobierno (democrático) de Irán respecto al contencioso nuclear ; el adverso curso de la guerra de Irak para Estados Unidos y el triunfo (democrático ) de Hamás en Palestina ponen en peligro el diseño geoestratégico de las oligarquías occidentales para el siglo XXI.
Curiosamente el chupinazo del casus belli que ha desatado la desmedida ira de los integristas ha sido perpetrado en los países nórdicos, precisamente un área que acaba de experimentar los peligros de la escasez de energía tras el conflicto entre el pronorteamericano gobierno ucraniano y el Kremlin con el tema del suministro del gas ruso.
Y precisamente, el detonante ha sido la prensa de un país como Dinamarca, cuya historia más reciente rebosa de fanatismo religioso y episodios de quema de infieles, quien ha suministrado la gasolina para la pira en el mundo árabe.
Por no hablar de la teocrática administración Bush, nación de telepredicadores (ayatholas con parabólicas) en cuyos orígenes están los mundialmente siniestros procesos de Las Brujas de Salem y la no menos elocuente marca integrista de confiar a Dios los billetes de dólar.
Pero en la guerra global que el estado actual del neoliberalismo capitalista ha desatado ni la verdad ni la historia cuentan.
Se habla de laicismo y de valores de la Ilustración frente a la “barbarie” islamista como si de realidades ciertas y no de simulacros se tratara.
¿Por qué será que en esta supuesta sociedad del conocimiento antes de que silben las balas, los obuses y el napal, los medios de comunicación, como modernos zapadores, crean las condiciones objetivas para ataques de tierra quemada ?
El diario francés Liberación, en otro tiempo órgano de la izquierda extraparlamentaria, y el derechista Le Figaró, han sido, después de la prensa danesa, los que más han defendido la libertad de expresión frente al trogloditismo musulmán.
Sin mérito alguno, por otra parte. Tras sus últimas crisis, Liberación y Le Figaró están controlados por dos de los principales lobbys armamentistas europeos, el grupo del magnate judío Rothschild y Dassault.
¿Se ha olvidado ya la campaña, organizada en armónico tándem entre Gobierno y media, para prohibir el velo en las escuelas francesas ?
Por no hablar de la reacción de sus homólogos en nuestro país, donde ha sido precisamente la gran prensa de la trastornada derecha la que más ha sacado pecho contra las “salvajadas” de los islamistas, por lo demás amplia y oportunamente difundidas por las grandes cadenas de televisión.
Un nacionalcatolicismo que viene de una Cruzada y que no ha dudado en sacar a la calle a lo más retrogrado de su rebaño para protestar contra reformas legislativas en materia de educación ; que impuso el delito de blasfemia en el vigente código penal al complaciente felipismo (art. 525.1) ; que fue capaz de asaltar teatros en Madrid porque se representaban obras con el castizo titulo “Me cago en Dios” y que, en fin, mira para otro lado cuando los ministros socialistas juran o prometen sus cargos delante de una Biblia y un crucifijo en la moderna España.
Todo porque la suya es la única religión verdadera, gracias a Dios.
Fuente: Rafael Cid