Costó lo suyo que los medios de comunicación contaran sin preámbulos los procesos revolucionarios que se estaban produciendo en Túnez y Egipto. El pueblo en la calle diciendo basta y hasta aquí hemos llegado. Nos birlaron la represión que sus jerarcas, todos ellos colegas del PSOE en la Internacional Socialdemócrata, pusieron en práctica para intentar liquidarla.

Los casi 200 asesinados de Ben
Alí y los más de 600 de Mubarak no comparecieron en las
informaciones. Pero fue en vano. La suerte estaba echada y aquellos
regímenes odiados por sus pueblos y condecorados por las
cancillerías occidentales se derrumbaron sin remisión. La tradición
de las masacres de punto final desde el poder, Tlatelolco en 1968 y
Tiananmen en 1989, se quebró ante la osadía sin límites de los
insurgentes de la plaza de Tahrir.


Los casi 200 asesinados de Ben
Alí y los más de 600 de Mubarak no comparecieron en las
informaciones. Pero fue en vano. La suerte estaba echada y aquellos
regímenes odiados por sus pueblos y condecorados por las
cancillerías occidentales se derrumbaron sin remisión. La tradición
de las masacres de punto final desde el poder, Tlatelolco en 1968 y
Tiananmen en 1989, se quebró ante la osadía sin límites de los
insurgentes de la plaza de Tahrir.

Pero la
conspiración continúa. Hoy no hay apenas noticias sobre la
trayectoria de ese proceso revolucionario. Todo es Libia y sus
cuitas. Es como si después del hundimiento hubiera vuelto la rancia
normalidad de ayer. Pero no es así, sólo que los medios no lo
cuentan, y como lo que no aparece en la prensa o en la televisión no
existe, la gente tiene una falsa percepción de la realidad. Sería
un mal ejemplo, deben pensar nuestros mandamases, que se dieran
cuenta aquí de algunas verdades que allí, en pueblos teóricamente
menos prósperos y cultos, se están produciendo y que ponen en
evidencia la mala calidad de nuestra democracia. Y que de paso
reflexionaran sobre lo infausto de la transición, esa macabra
pirueta que consistió en que las víctimas pidieran perdón a los
verdugos. Por cierto, la fórmula que precisamente ahora sus
beneficiarios niegan para enterrar el conflicto vasco.

¿Y qué
cosas tan raras están ocurriendo en Túnez y Egipto? Pues, en primer
lugar, que se ha detenido y se va a procesar a sus anteriores jefes
de Estado y a su entorno familiar por corrupción y crímenes
cometidos contra el pueblo / Que en Túnez se aprobará una ley
cremallera, de total igualdad entre hombres y mujeres, y que los
demonizados islamistas la han aceptado sin reproches / Y que en ambos
países han sido purgados, con exigencia de responsabilidades penales
y económicas, a los cargos de la dictadura. Su lucha continúa.

Rafael Cid