Ahora que la izquierda en el poder amaga con volver al consenso con el nacionalcatolismo rampante dando a espalda a cualquier atisbo de transformación de calado, y la clase gobernante europea hace piña para hurtar una Constitución sentida como democrática y socialmente insuficiente por amplias capas de la población de la UE, parece llegado el momento de que los ciudadanos unidos de Europa tomen el relevo a los autócratas. Posiblemente se trata de una ocasión histórica para que la ciudadanía del Viejo Continente se movilice en pos de una causa que sus dirigentes llevaron al matadero por puro egoísmo mercenario.

Ahora que la izquierda en el poder amaga con volver al consenso con el nacionalcatolismo rampante dando a espalda a cualquier atisbo de transformación de calado, y la clase gobernante europea hace piña para hurtar una Constitución sentida como democrática y socialmente insuficiente por amplias capas de la población de la UE, parece llegado el momento de que los ciudadanos unidos de Europa tomen el relevo a los autócratas. Posiblemente se trata de una ocasión histórica para que la ciudadanía del Viejo Continente se movilice en pos de una causa que sus dirigentes llevaron al matadero por puro egoísmo mercenario.

La implosión que hace una semana han fabricado los jefes de Estado y de Gobierno de los 27, despachando como una antigualla el texto de “su” bien ponderada Constitución, significa un golpe de mano antidemocrático y una rectificación derechista del proyecto vapuleado en los referendos de Francia y Holanda, como demuestran las concesiones hechas al muy reaccionario gobierno polaco. Por eso, cabe ahora el turno a la izquierda social europea que se movilizó para exigir una Constitución más avanzada y participativa, que sirviera para enmarcar el espacio común continental como autentica paideía democrática frente al simulacro de democracia de karaoke que significa el argumentario sometido a consulta popular.

Frente a esta crítica expresada en las urnas, la reacción del inconstituido poder europeo formado por los máximos dirigentes de los países miembros ha sido retirar el proyecto de Constitución para frenar las peticiones de la “soberanía popular” y sustituirlo por una tratado pret a porter que les permita llevar adelante impunemente su programa oculto : un marco legal obligatorio que consagre la primacía de los seudovalores del mercado competitivo neoeliberal. Moneda única, sí ; Constitución, no. Un atropello que, para más inri, se ha consumado ignorando con suprema desfachatez la declaración de principios que, en el artículo uno, proclamaba “su” ahora abatida Norma Suprema : que nacía de la voluntad de los ciudadanos.

Queda pues para los ciudadanos unidos de Europa, para sus organizaciones sociales y movimientos cívicos, la ciclópea tarea de tomarla del arroyo donde la han arrojado los políticos venales y promover una auténtica Constitución republicana. Hay horizonte para ello y oportunidad política. La experiencia del fraude recién cometido y la constatación de la irrelevancia de una democracia simulacro, de un lado, y la experiencia del terrible colapso liberticida que supuso el socialismo de Estado, del otro, concita elementos para la esperanza y la posible emergencia de una masa crítica transformadora en una Europa de los ciudadanos unidos.

Porque hoy sabemos que el cambio climático puede hacer imposible la vida en el planeta, pero también que la desertización política está a punto de erradicar la democracia como autoinstitución de la colectividad. Frente a globalización capitalista, internacionalización democrática. Allons enfants…


Fuente: Rafael Cid