Ahora que Garzón reniega de los garzonistas y se huele el apaño para que los peces gordos salven los muebles y si te he visto no me acuerdo, conviene volver a las cosas serias : ¿en qué se parece la transición española a la crisis de las subprime ? El consenso a la española y la crisis de la hipotecas basura se parecen como un huevo a una gallina, que es bastante, contra lo que el dicho popular sugiere habitualmente.
Formalmente no son entidades idénticas pero si responden al mismo principio activo. Tanto la transición española que sirvió de peaje desde la dictadura franquista a la democracia juancarlista, como la crisis que se originó en el estallido de la burbuja especulativa y derivó en una crac financiero, tienen en común el efecto bumerán de volver a donde solían. Es decir, no resuelven el problema creado, lo maquillan y facturan para seguir en el machito haciendo buena la famosa frase “cambiar algo para que todo siga igual”. Veamos.
Por su origen patológico, tanto el franquismo, desde el punto de vista político, como las subprime, desde la óptica de las finanzas, son productos tóxicos, etílicos. Se trata de elementos cuya exposición es peligrosa para la salud democrática y económica de la sociedad. El franquismo brotó de un acto de fuerza contra la legalidad y la legitimidad vigente, arruinando con su victoria armada la vida a miles de personas durante casi cuarenta años. Y la implosión de las subprime, aunque más breve en su deflagración, ha provocado igualmente el paro y el infortunio arruinando la existencia de millones de hogares.
La segunda coincidencia tiene que ver con el reparto de los perjuicios ocasionados. En ambos modelos, de nuevo, se cumple la afinidad de destino. Un acto de fuerza como fue la dictadura franquista se cebó en las capas más humildes de la sociedad, y especialmente sobre aquellos que habían sido sufridos adversarios del sistema. En el ámbito de la burbuja especulativa, fueron de nuevo los más débiles y críticos, la clase trabajadora, quienes recibieron los impactos más agresivos del terrorismo económico desatado por los poderosos. En suma, el ajuste se perpetró sobre los de abajo por la conjura venal de los de arriba.
En tercer lugar, y como eslabón esencial de la operación rescate, está el tema del punto de fuga que justifica el tornasol del precipitado del rosa la amarillo, lo que constituye en esencia la transición que permite se pierda la memoria histórica del proceso para garantizar su continuidad metamorfoseada. En el franquismo es el paso de unas leyes injustas e impuestas por la violencia, mediante una amnistía, a una Constitución socialmente refrendada y una arquitectura de nueva planta coronada por el hombre designado por el dictador, estigmatizado para la democracia por haber jurado los principios fundamentales del movimiento para que todo quede “atado y bien atado”.
Este aspecto central del proceso hacia la radiante hegemonía que surge de la crisálida primitiva, en el terreno económico-financiero se llama Estado al servicio de los intereses del gran dinero, regulando y desregulando normas según convenga, y agencias de rating que, de ser las garantizadores del ántrax subprime se erigen en la autoridad competente para dirigir el tráfico que ha de conducir a salir del atolladero de la crisis desatada por ellas y sus mentores. Es lo que se llamó en su momento, riesgo moral, hoy un capítulo totalmente arrumado de este canibalato.
Este maremágnum, que tiene un método en su locura, se visibiliza en una especie de mundo al revés que no sólo impide exigir responsabilidades a los malhechores sino que en su arrogancia incluso eleva a la máxima categoría normativa en el nuevo orden el veto a cualquier acción que pretenda cuestionar en profundidad su legitimidad, provocando anticuerpos con el mismo ADN que el de los que incubaron el desastre. La curiosa mutación opera tanto en positivo como en negativo, como una hélice manostijeras que amenaza todo lo que se interponga en su provecho. Si se trata del franquismo, pidiendo la acción punitiva de la justicia para cualquiera que con cierta capacidad exija la investigación sobre sus crímenes, y en el caso del mundo de negocios anulando cumbres de mandatarios para solucionar el problema del empleo (por falta de ideas), controlar los hedge funds o imponer tasas a la banca.
Toda una declaración de principios, que alcanza su máxima perversión cuando gracias a la propaganda, la mentira y las servicias del poder la sociedad se ve obligada a aceptar a sus depredadores como ídolos. Por ejemplo, el Rey designado por Franco, elegido como la personalidad más importante de la historia de España en una encuesta organizada por Antena 3 TV, y el juez Baltasar Garzón elevado a la consideración de “defensor del pueblo” por el acoso del Tribunal Supremo a pesar de los múltiples atropellos de su puño y firma a los derechos humanos. El huevo y la gallina : el robo de la propia experiencia que adoquina el camino para la servidumbre voluntaria.
El último esperpento.
Las dos Españas existen. Bueno, mejor dicho, una existe y la otra resiste. Esta la España de arriba (la de Arriba España) y la España de abajo (la de las fosas), la profunda. Esa que en los púlpitos llaman “la roja” (sin por asomo referirse a la selección nacional de fútbol), que en realidad es la republicana, laica y cooperativa, sobrevive de puntillas, porque se vio obligada a pasar a la clandestinidad, pero permanece. La otra, la tradicional, la de toda la vida, es la ideal, un incunable. Una España que se levantó fascista en el siglo XX y llegó demócrata de toda la vida al XXI. Con ese pedigrí entre aristocrático y de decir “no-sabe-usted-con-quién-está-hablando”” que revela su alta cuna.
Es la España “una, grande y libre” que brilla con todo su esplendor en situaciones excepcionales, como el entierro Samaranch. El “padre del olimpismo moderno”, “el señor de los anillos”, como le han llamado nuestros obedientes medios de comunicación, un franquista de rancio abolengo, ha merecido funerales de Estado, homilía del cardenal de Barcelona, elogios de los famosos, recuerdos emocionados de la clase política, palabras de sincero afecto de la Familia Real (“Quiso mostrar al mundo una España nueva”, dijo el Príncipe Felipe), verbalizaciones para la galería y hasta 25 esquelas distintas en un sólo diario en un mismo día (La Vanguardia). Se había muerto “uno de los suyos”. El hombre que en el tardofranquismo de 1974 ( el año del garrote a Puig Antich) hacia el saludo hitleriano junto a su camarada Rodofo Martín Villa, el actual presidente de Sogecable, del Grupo Prisa, editora del diario El País, el camisa azul que significara a Franco como “el hombre al que debemos fidelidad inquebrantable”. Aunque durante su etapa de embajador en la URSS fue captado por la KGB, quien le aupó a la cumbre del Comité Olímpico Internacional (COI), según el reciente libro de Vladimir Popov.
Pero este solemne “cuéntame cómo paso” de nuestra patriótica prensa fuera no coló. Sin duda ignorantes de la alta calidad humana del también conocido como “el señor de los maletines”, los grandes diarios mundiales glosaron la figura de Samaranch (José Antonio) desde su cara menos amable, calificándole de recordman de la corrupción del espíritu olímpico : “Vínculos con el dictador fascista Franco” (BBC), “Presidencia ensombrecida por escándalos de ética” (CNN), “Durante su reinado las acusaciones de corrupción se acumularon” (Le Monde), “Robo la inocencia olímpica” (The Thimes), “El Rey Sol Olímpico” ( Die Welt), “El negociante de aros” (Frankfurter Rundschau). “Florecieron (en su época) la corrupción y el nepotismo” (Financial Times Deutschland). “Permitió el aparheid de países como Sudáfrica” (Il Sole 24 Hore).
¿Por qué será que la España oficial siempre es la España irreal ? Se han retratado otra vez.
Rafeal Cid