Estas elecciones miniautonómicas (no están todas las que son) y maximunicipales (lo plantean como unas primarias) tienen un denominador común y gato encerrado : tanto el PP como el PSOE urgen a la movilización general. ¡Todos a las urnas el 27 M !, es la divisa ambidextra. Incluso las autoridades se han arremangado para poner su granito de arena a favor de la “gran fiesta de la democracia !, como califican algunos todólogos al ejercicio del derecho al sufragio Derecho, no obligación, y muchos menos ukase o ultimátum. Si no votas, luego no te quejes, insiste el cantamañanas de oficio, sin pararse a pensar en el tufo fascista del aserto (¡Algo habrá hecho !, decía la buena gente durante la dictadura cuando la policía empuraba a algún ciudadano).
En el portal de mi vivienda un cartel anuncia, con una resabio medio orweliano medio casa-cuartel : “Todos los que vivimos aquí tenemos una cita el día 27 en…”, y a continuación va la indicación precisa del colegio electoral y número de mesa. Como Pulgarcito y con el “todos” omniscente en primer tiempo de saludo. Y el CJCM, siglas que no corresponden a un nuevo organismo de conservación de la naturaleza sino al Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid (qué descojone, el entorno de los capos del ladrillo con los mileuristas sin techo), ha tenido la brillante idea de fabricar (¡menuda pasta, colegas !) un pequeño imán-pasquín para el mismo fin que adhieren a los vehículos. “El día 27 primero vota, luego todo lo demás”, pregona la lapa-trampa de los zangalotinos “esperantistas”.
Què coñazo y qué desfachatez. Los buenos ciudadanos son los que votan y los que se abstienen son unos hijos de su madre. Así se escribe ahora la historia de la democracia, se mide el rasero de la ciudadanía y se hace patria. Pues, no, miren ustedes señores de todos los partidos del arco parlamentario y figurantes. La libertad de la persona como ser social (zoon politikon) comienza con el supremo derecho a decir NO. Ética y estéticamente (nulla ética sine esthética) tiene más valor la abstención responsable de un ciudadano que la concurrencia a toque de corneta de miles de decenas de votarates (un hombre es un voto pero también una boina es un voto). Porque es más meritorio y sacrificado tener criterio propio que sumarse al totum revoluntum del “donde va Vicente va la gente”. Las minorías responsables y la pluralidad son las bases de la democracia solidaria, y la trágala electoral cuatrienal su catafalco.
Pero no nos enrollemos demasiado, para eso están los galácticos del gran derby PP-PSOE. Por cierto, qué coña, eh, ahora resulta que Aznar piensa lo mismo que su íncubo Polanco, pero al revés ; que estamos al borde de precipitarnos en otro 36. Y yo que creía que la famosa transición y su proteico consenso se habían hecho para conjurar que nunca más hubiera otra Cruzada. Y digo que no nos andemos por las ramas porque lo que en realidad se ventila con tanto ardor guerrero a urna abierta se llama “comulgar con la representación”. La ceremonia de las elecciones es ese acto -que Rousseau decía que era el único instante en que el ciudadano es realmente libre- por el que una persona elige a otra para que le represente durante 48 meses. O sea, alguien otorga a alguien un cheque en blanco, sin poder notarial, durante 4 años para que en su nombre, a costa del bolsillo del “representado”, haga y deshaga a su antojo y encima merezca toda la consideración.
De la representación hablamos, de esa suplantación necesaria para hacer política en la sociedad de masas que rige desde finales del siglo XVII (Thomas Hobbes) y que se ha convertido en el ADN del sistema político y sindical. Políticos profesionales y representantes sindicales (¡y nada de comisiones ; falso, son auténticos delegados sin control del titular de la representación ! : ¡¡liberados !!) constituyen hoy la plaga admitida que alimenta a los variados Poderes en liza para beneficio del partido-aparato y del sindicato-nomenklatura. Instituciones ambas que, como estudiaron hace más de 80 años Robert Michels y Ostrogorskij, son auténticas maquinarias que se justifican a sí mismas a costa de vampirizar a sus hijos, los abnegados y silentes “representados”.
En este contexto es donde resalta la virtud de la “abstención”, esa rara avis de querer ser uno mismo y parecerlo ; ejercer la acción directa ye el apoyo mutuo (zoon politikon) ; utilizar el imperativo ético y reclamar el derecho a decidir cuando las opciones que hay sobre la mesa son despreciables, contraproducentes o simplemente impresentables. Si se analiza objetivamente, ha sido la “abstención” concurrente y no la “representación” asténica lo que ha hecho avanzar al mundo. Los sindicalistas de principios de siglo que se negaron a trabajar horas interminables, las sufragistas movilizadas contra la segregación, los antimilitaristas que desertaron de la primera guerra mundial…todas estas iniciativas de progreso encubren a su manera formas de abstención y repudio frente a lo políticamente correcto del momento.
Lo cual no quiere decir que la “abstención” sea un fundamentalismo intocable. Hay momentos concretos, en que se ventilan cosas concretas y vitales que mueven a relativizar la abstención. Las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak, por ejemplo, han sido de esos hitos en que la “abstención” se galvanizó en movilización y la movilización cristalizó en impugnación. Por cierto al grito masivo de “¡no nos representan !” y “¡lo llaman democracia y no lo es !”. Pero vuelto el mochuelo a su olivo y el político a sus pompas, la “abstención” recobra su dimensión operativa en la taxonomía democrática si se fundamenta en una dinámica de exigencia ética. A mí (perdón por la grosería de hablar en primera persona), la actual situación política, el estau quo, me mueve a la abstención. .. y a la indigestión. Y que no me vengan con cuentos de que en estas elecciones lo que toca son sólo cuestiones locales. Para nada, uno para todos y todos para uno. Los candidatos han aplaudido (siempre) o han criticado (jamás) las políticas estatales de las cúpulas de sus partidos, y prueba de ello es que, en la agenda de sus campañas, el mitin estrella es aquel al que asiste el líder máximo de su formación con toda la fanfarria.
Y en mí caso, la “abstención” esta argumentada al menos en este decálogo de acciones u omisiones perpetradas desde la izquierda en el poder y afluentes :
- La franquista Ley de Partidos.
- La “ilegalización” legal de miles de ciudadanos vascos sin derechos políticos.
- La laxitud en la investigación de los aviones espías de la CIA.
- La impunidad de esos interrogatorios en Guantánamo por policías españoles
- El abandono del pueblo saharahui
- El apoyo al latrocinio de Respol en Bolivia
- La corrupción urbanista a diestra y siniestra
- Los privilegios a la Iglesia en ecuación.
- La inexistencia de listas abiertas a pesar de las promesas programáticas
- La desnaturalización de la Ley de Memoria Histórica
Digo diez razones por no decir diez veces diez (El último informe de Amnistía Internacional denunciando casos de torturas y malos tratos…)
Y dos palabras finales para los doctos del impasible el ademán. ¿Por qué no usar el voto en blanco en vez de la abstención para mostrar la disidencia ? Porque no tiene esa categoría axiológica. El voto en blanco es marsupial del electivo y la abstención es refutativo. El primero justifica el pre-consenso que anida en las elecciones, es `preformativo, y el segundo es deliberativo. Además, el mejor desprecio es no hacer aprecio, como dice el refrán. Así que sólo la abstención argumentada tiene valor asertivo ex ante. Aparte, demos espacios electorales gratuitos a los votos en blanco (ex post, es un predicado, un atributo de la votación representativa) y podremos empezar a plantearnos las cosas de forma más democráticamente inclusiva. Pero claro, volvemos donde solíamos, ¿quién “representa” a la abstención (ex ante) o al voto en blanco (ex post) para protagonizar la campaña. Porque si nos ponemos estupendos y falaces, ¿ la mayoría no está siempre del lado del “partido de la abstención ? Por eso, a menudo, la resistencia toma la forma de disidencia. Esa norma que utilizar decir Bartleby, el escribiente, el personaje de la novela de Hermam Menville ante un mandato putativo : “Preferiría no hacerlo”. Eso, caer en la red de las unanimidades por aclamación y asistir a nuestra propia metamorfosis araznida como el Gregorio Samsa de Kafka.
Ah, ¿pero quienes se han superado ofreciendo garlopa al respetable ? Piensen. Los chicos del PSOE mesetario que desde el fondo de unos carteles-sábanas, con la imagen sobreimpresa de un tipo con pinta de mancebo de corsetería, vocea : “¿Quieres que haya transporte gratis para jóvenes y mayores ? Pues tienes que hacer algo…¡ir a votar !”. Con dos pelotas. Como lo del rey en Antena 3, que le han designado el español más importante e la historia. ¡Qué tropa !. Santiago Ramón y Cajal un pobre diablo.
Ante el 27 M : representación y abstención
Estas elecciones miniautonómicas (no están todas las que son) y maximunicipales (lo plantean como unas primarias) tienen un denominador común y gato encerrado : tanto el PP como el PSOE urgen a la movilización general. ¡Todos a las urnas el 27 M !, es la divisa ambidextra. Incluso las autoridades se han arremangado para poner su granito de arena a favor de la “gran fiesta de la democracia !, como califican algunos todólogos al ejercicio del derecho al sufragio Derecho, no obligación, y muchos menos ukase o ultimátum. Si no votas, luego no te quejes, insiste el cantamañanas de oficio, sin pararse a pensar en el tufo fascista del aserto (¡Algo habrá hecho !, decía la buena gente durante la dictadura cuando la policía empuraba a algún ciudadano).
En el portal de mi vivienda un cartel anuncia, con una resabio medio orweliano medio casa-cuartel : “Todos los que vivimos aquí tenemos una cita el día 27 en…”, y a continuación va la indicación precisa del colegio electoral y número de mesa. Como Pulgarcito y con el “todos” omniscente en primer tiempo de saludo. Y el CJCM, siglas que no corresponden a un nuevo organismo de conservación de la naturaleza sino al Consejo de la Juventud de la Comunidad de Madrid (qué descojone, el entorno de los capos del ladrillo con los mileuristas sin techo), ha tenido la brillante idea de fabricar (¡menuda pasta, colegas !) un pequeño imán-pasquín para el mismo fin que adhieren a los vehículos. “El día 27 primero vota, luego todo lo demás”, pregona la lapa-trampa de los zangalotinos “esperantistas”.
Què coñazo y qué desfachatez. Los buenos ciudadanos son los que votan y los que se abstienen son unos hijos de su madre. Así se escribe ahora la historia de la democracia, se mide el rasero de la ciudadanía y se hace patria. Pues, no, miren ustedes señores de todos los partidos del arco parlamentario y figurantes. La libertad de la persona como ser social (zoon politikon) comienza con el supremo derecho a decir NO. Ética y estéticamente (nulla ética sine esthética) tiene más valor la abstención responsable de un ciudadano que la concurrencia a toque de corneta de miles de decenas de votarates (un hombre es un voto pero también una boina es un voto). Porque es más meritorio y sacrificado tener criterio propio que sumarse al totum revoluntum del “donde va Vicente va la gente”. Las minorías responsables y la pluralidad son las bases de la democracia solidaria, y la trágala electoral cuatrienal su catafalco.
Pero no nos enrollemos demasiado, para eso están los galácticos del gran derby PP-PSOE. Por cierto, qué coña, eh, ahora resulta que Aznar piensa lo mismo que su íncubo Polanco, pero al revés ; que estamos al borde de precipitarnos en otro 36. Y yo que creía que la famosa transición y su proteico consenso se habían hecho para conjurar que nunca más hubiera otra Cruzada. Y digo que no nos andemos por las ramas porque lo que en realidad se ventila con tanto ardor guerrero a urna abierta se llama “comulgar con la representación”. La ceremonia de las elecciones es ese acto -que Rousseau decía que era el único instante en que el ciudadano es realmente libre- por el que una persona elige a otra para que le represente durante 48 meses. O sea, alguien otorga a alguien un cheque en blanco, sin poder notarial, durante 4 años para que en su nombre, a costa del bolsillo del “representado”, haga y deshaga a su antojo y encima merezca toda la consideración.
De la representación hablamos, de esa suplantación necesaria para hacer política en la sociedad de masas que rige desde finales del siglo XVII (Thomas Hobbes) y que se ha convertido en el ADN del sistema político y sindical. Políticos profesionales y representantes sindicales (¡y nada de comisiones ; falso, son auténticos delegados sin control del titular de la representación ! : ¡¡liberados !!) constituyen hoy la plaga admitida que alimenta a los variados Poderes en liza para beneficio del partido-aparato y del sindicato-nomenklatura. Instituciones ambas que, como estudiaron hace más de 80 años Robert Michels y Ostrogorskij, son auténticas maquinarias que se justifican a sí mismas a costa de vampirizar a sus hijos, los abnegados y silentes “representados”.
En este contexto es donde resalta la virtud de la “abstención”, esa rara avis de querer ser uno mismo y parecerlo ; ejercer la acción directa ye el apoyo mutuo (zoon politikon) ; utilizar el imperativo ético y reclamar el derecho a decidir cuando las opciones que hay sobre la mesa son despreciables, contraproducentes o simplemente impresentables. Si se analiza objetivamente, ha sido la “abstención” concurrente y no la “representación” asténica lo que ha hecho avanzar al mundo. Los sindicalistas de principios de siglo que se negaron a trabajar horas interminables, las sufragistas movilizadas contra la segregación, los antimilitaristas que desertaron de la primera guerra mundial…todas estas iniciativas de progreso encubren a su manera formas de abstención y repudio frente a lo políticamente correcto del momento.
Lo cual no quiere decir que la “abstención” sea un fundamentalismo intocable. Hay momentos concretos, en que se ventilan cosas concretas y vitales que mueven a relativizar la abstención. Las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak, por ejemplo, han sido de esos hitos en que la “abstención” se galvanizó en movilización y la movilización cristalizó en impugnación. Por cierto al grito masivo de “¡no nos representan !” y “¡lo llaman democracia y no lo es !”. Pero vuelto el mochuelo a su olivo y el político a sus pompas, la “abstención” recobra su dimensión operativa en la taxonomía democrática si se fundamenta en una dinámica de exigencia ética. A mí (perdón por la grosería de hablar en primera persona), la actual situación política, el estau quo, me mueve a la abstención. .. y a la indigestión. Y que no me vengan con cuentos de que en estas elecciones lo que toca son sólo cuestiones locales. Para nada, uno para todos y todos para uno. Los candidatos han aplaudido (siempre) o han criticado (jamás) las políticas estatales de las cúpulas de sus partidos, y prueba de ello es que, en la agenda de sus campañas, el mitin estrella es aquel al que asiste el líder máximo de su formación con toda la fanfarria.
Y en mí caso, la “abstención” esta argumentada al menos en este decálogo de acciones u omisiones perpetradas desde la izquierda en el poder y afluentes :
- La franquista Ley de Partidos.
- La “ilegalización” legal de miles de ciudadanos vascos sin derechos políticos.
- La laxitud en la investigación de los aviones espías de la CIA.
- La impunidad de esos interrogatorios en Guantánamo por policías españoles
- El abandono del pueblo saharahui
- El apoyo al latrocinio de Respol en Bolivia
- La corrupción urbanista a diestra y siniestra
- Los privilegios a la Iglesia en ecuación.
- La inexistencia de listas abiertas a pesar de las promesas programáticas
- La desnaturalización de la Ley de Memoria Histórica
Digo diez razones por no decir diez veces diez (El último informe de Amnistía Internacional denunciando casos de torturas y malos tratos…)
Y dos palabras finales para los doctos del impasible el ademán. ¿Por qué no usar el voto en blanco en vez de la abstención para mostrar la disidencia ? Porque no tiene esa categoría axiológica. El voto en blanco es marsupial del electivo y la abstención es refutativo. El primero justifica el pre-consenso que anida en las elecciones, es `preformativo, y el segundo es deliberativo. Además, el mejor desprecio es no hacer aprecio, como dice el refrán. Así que sólo la abstención argumentada tiene valor asertivo ex ante. Aparte, demos espacios electorales gratuitos a los votos en blanco (ex post, es un predicado, un atributo de la votación representativa) y podremos empezar a plantearnos las cosas de forma más democráticamente inclusiva. Pero claro, volvemos donde solíamos, ¿quién “representa” a la abstención (ex ante) o al voto en blanco (ex post) para protagonizar la campaña. Porque si nos ponemos estupendos y falaces, ¿ la mayoría no está siempre del lado del “partido de la abstención ? Por eso, a menudo, la resistencia toma la forma de disidencia. Esa norma que utilizar decir Bartleby, el escribiente, el personaje de la novela de Hermam Menville ante un mandato putativo : “Preferiría no hacerlo”. Eso, caer en la red de las unanimidades por aclamación y asistir a nuestra propia metamorfosis araznida como el Gregorio Samsa de Kafka.
Ah, ¿pero quienes se han superado ofreciendo garlopa al respetable ? Piensen. Los chicos del PSOE mesetario que desde el fondo de unos carteles-sábanas, con la imagen sobreimpresa de un tipo con pinta de mancebo de corsetería, vocea : “¿Quieres que haya transporte gratis para jóvenes y mayores ? Pues tienes que hacer algo…¡ir a votar !”. Con dos pelotas. Como lo del rey en Antena 3, que le han designado el español más importante e la historia. ¡Qué tropa !. Santiago Ramón y Cajal un pobre diablo.
Fuente: Rafael Cid