Entre la sarta de mentiras con que se ha escoltado el programa global para rescatar a la banca gánster con dinero público, existe un término que no ha hecho fortuna. Se han hecho famosos conceptos como activos tóxicos, derivados, subprimes y otras patrañas utilizadas para vendernos la moto, pero el de “riesgo moral” ha pasado casi inadvertido. Y es la madre del cordero.
Es la definición que identifica la calaña del proceso. Significa el “riesgo moral” en que incurre al premiar a los ladrones. Y no sólo al premiarlos, sino sobre todo por el hecho múltiple y conexo de verse en la necesidad vital de tener que mirar hacia otro lado frente al saqueo generalizado y doloso con que ha actuado una parte del sistema financiero y, para más inri, estar obligado a que los perjudicados sean quienes asuman silentes los costos del desastre.
Pero el riesgo moral es una constante del capitalismo neoliberal y de los sistemas de explotación que se basan en el ejercicio de una posición dominante y abusiva. Significa el secuestro de la democracia por la timocracia encarnada en el Estado. Existe y existirá mientras, en ejerció de su legítimo derecho de autodeterminación, la gente, individual y colectivamente, no rompa las cadenas que le unen a la servidumbre voluntaria. Ese oscuro objeto de deseo, acuñado en la ignorancia y el pesebrismo consumista, que hace a las personas atentar contra sus propios intereses y valores ; homo hominis lupus. Un ¡viva mi dueño ! que recuerda aquel otro ¡vivan las caenas ! (“¡Abajo la constitución ! ¿Viva el Santo Oficio !”) con que el populacho homenajeaba al cenutrio reinante y hoy permite el robo a manos llenas a la clase dominante.
Se dice y se argumenta que no se podía dejar caer a los grandes de la banca pillados infraganti porque, por su volumen de negocio, en su desplome arrastrarían a toda la economía y a nosotros con ella. Pero en realidad es una teoría cuantitativa que encubre simples intereses creados. Es como el cínico alegato dirigido al dictador nicaragüense Anastasio Somoza por un embajador yanqui : “es un hijo puta, pero es nuestro hijo de puta”. O aquel otro, de semejante caterva :”lo que es bueno para la General Motors es bueno para Estados Unidos”. Una línea política, en fin, que tira por la borda cualquier principio y reserva moral a cambio de la pela y juegos de poder. Así Franco pasó de ser un apestado fascista para las democracias vencedoras de la guerra contra Hitler a convertirse en un fiel aliado que cedía bases militares a los Estados Unidos. O, a la viceversa, el caso del ex presidente de Irak Sadam Hussein : de socio a villano. El “riesgo moral” a la española hoy estaría en las carantoñas del gobierno de Zapatero al genocida Teodoro Obiang y/o el besamanos de la vicepresidente María Teresa Fernández de la Vega al turbio Álvaro Uribe con el tema de la entrega del territorio colombiano como campo de operaciones del ejército estadounidense.
Pero, aunque el “riesgo moral” no es in invento reciente, lo que resulta nuevo es la utilización de toda la sociedad civil para perpetrarlo sin que constituya un acto de fuerza, un secuestro de la voluntad general. Y aquí entramos en ese famoso concepto, tan alabado a diestra y siniestra, de la desregulación. El latrocinio que están realizando ante nuestros ojos con la “operación rescate” no es tal ni lo parece porque está legitimado por el Estado y nosotros somos sus compañeros de viaje, cómplices al bulto. Son los gobiernos que dicen representarnos los que han decidido que la solución está en premiar a los verdugos y santas pascuas. ¿Para que todo siga igual ? De ninguna forma. Ya quisiéramos. Cuando se eche el telón y todos los bribones vuelvan a la pomada se habrán consumado cesuras irremediables : la gente confirmará ya que son una “casta intocable” y ellos a su vez sabrán también que nuestra resignación no tiene límites. Habremos inaugurado el siglo de la flexiesclavitud. Los nazis necesitaron invadir países con sus divisiones blindadas para exportar su III Reich, los ricos de horca y cuchillo posmodernos sólo han precisado colonizar nuestras mentes.
Rafael Cid
Y todo porque el Estado son ellos y ellos el Estado. Para marear la perdiz y tener una salida nominalista a la crisis que llenara las apariencias, dijeron que todo se había debido a una desregulación irresponsable del sistema financiero, cuando lo que hubo fue una flagrante regulación a favor de los intereses del capital por parte de “su Estado”, y ahora buscan contentarnos prometiéndonos un futuro esplendoroso retornando a nuevas regulaciones de “su Estado”. Regulaciones éstas que se están plasmando en olímpicas y bendecidas des-regulaciones, socializando las pérdidas y privatizando los beneficios ; aguando las normativa bancaria, los criterios de déficit y deuda y proyectando oleadas de regulaciones-desregulaciones en forma de contrarreformas laborales. Es decir, para solucionar la crisis se están utilizando los mismos ingredientes, aplicando las mismas fórmulas, que cebaron la conflagración. Entonces llamaban al neoproteccionismo des-regulación y ahora lo denominan regulación.
La gran purga en marcha traerá también un nuevo modelo que incidirá en lo ya lamentablemente conocido : mayor concentración monopolista y darwinismo social. Schumpeter, que no era ningún imbécil sino todo lo contrario, ya avisó que el sistema basa su eficacia en una constante “destrucción creativa”. Se trata, lo han dicho sin rubor los políticos de este turno de oficio, de “refundar el capitalismo”. Y para ello es necesario asumir el “riesgo moral” de que los víctimas paguen el vandalismo criminal de los verdugos. Una costumbre muy española. ¿No fue precisamente tal el invento en que se basó la famosa transición española y su acreditado consenso : que los víctimas pidieran perdón a los verdugos para que estos continuaran gobernando y refundar la democracia ? Como la “devotio ibérica”.