Con ocasión de la presentación pública del libro “102 razones para recordar a Salvochea” el día 25 de septiembre, merece la pena la relación existente entre ambas personalidades del mundo libertario. Tanto Fermín Salvochea como Ferrer i Guardia comparten, precisamente por sus profundas convicciones libertarias, el mismo tipo de represión judicial.
Ambos son condenados en juicios mascaradas que pretenden dar forma “legal”, al crimen oficial de privar de libertad y de la vida a aquellos que molestan a quienes detentan el poder real. En ambos casos su laicismo y militancia contra las prácticas manipuladoras eclesiásticas, le granjean un odio que acabara con la salud de Fermín, después de duro cautiverio y con la vida de Ferrer.
A Francisco Ferrer i Guardia, creador y profesor de la Escuela Moderna, se le juzgó y condenó a muerte como partícipe e instigador de la Semana Trágica de Barcelona. Pocos años después quedó exonerado de los cargos que le llevaron a la muerte ya que no sólo no tuvo nada que ver, sino que ni siquiera estuvo en la ciudad durante tales hechos. En las actas del tribunal que lo condenó quedan las preguntas que Ferrer formuló a sus verdugos y que quedaron sin respuesta.
El Sr. Presidente, con arreglo al cumplimiento de lo que ordena el art. 583 del Código de Justicia militar, preguntó al acusado si tenía algo que exponer al Consejo ; contestó que tenía que alegar en favor de su inocencia ; los argumentos siguientes :
Que se averiguara quiénes eran los autores de la huelga.
Que no se le imputaran al presente los hecho relativos a su vida política durante los veinte últimos años del siglo pasado.
Que no se le hagan cargos por las publicaciones de la Casa editorial que posee.
Alegando, finalmente, se tenga en cuenta por el Tribunal que un jefe de rebelión no se ocupa durante esta de asuntos particulares como el hizo ; y además, que el hecho de no retirar el dinero que tenía en establecimiento público demuestra que estaba convencido de que no había de exigírsele responsabilidad alguna.
A esto el Sr. Presidente le hizo presente que el Consejo fallaría en justicia, según la resultancia del procedimiento.
La actitud de Salvochea ante sus jueces fue valiente. La certeza de que iba a ser condenado, costara lo que costara, se refleja claramente en su diálogo con el juez :
Juez : «Está usted obligado a contestar la verdad a todas las preguntas que le voy a formular».
Salvochea :»Este proceso no es más que una comedia vergonzosa y yo estoy condenado ya antes de presentarme ante ustedes ; por lo tanto no tengo nada que contestar».
El juez : «La ley establece que el acusado que renuncia a responder a las preguntas que le plantea el juez reconoce su culpabilidad». Salvochea : «Estoy resuelto a asumir la responsabilidad de mi silencio».
El juez : «Pero debe usted respetarme como juez».
Salvochea : «Para mí todos los hombres son iguales. Yo no reconozco superiores y no tengo por qué respetarle».
El juez le formuló todavía una docena de preguntas, pero Salvochea guardó silencio.
Les une igualmente la enorme repercusión pública de sus muertes. En el entierro de Fermín Salvochea más de 50.000 personas asistieron al funeral, produciéndose en la ciudad de Cádiz. Una manifestación multitudinaria que acompañó sus restos hasta el enterramiento. La muerte de Ferrer, el crimen de su fusilamiento, produjo una oleada de manifestaciones de todo tipo tanto en España como en Europa.
Ambas figuras, además de ejemplos a conocer y enseñar, permanecen, no solo en la historia del pueblo, sino en la memoria de aquellos que están seguros de que una sociedad fraterna y solidaria es posible.
Rafael Fenoy Rico
Secretario de Jurídica y Comunicación CGT Enseñanza.
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