Artículo de opinión de Rafael Cid
Rafael Cid
Rafael Cid
Con un nivel de deuda pública que supera el PIB español, la renuncia al impago de la deuda ilegítima acordada de entrada por Podemos supone de facto socializar su pago sobre las espaldas de varias generaciones. Y además conlleva, por activa o por pasiva, confirmar el saqueo perpetrado por los diferentes gobiernos del duopolio dinástico hegemónico; casar las políticas austericidas de la troika; justipreciar los ajustes y recortes aplicados para atenderla y descartar cualquier reforma de la Constitución que signifique derogar el artículo 135 que prima su pago frente a otras contingencias sociales. Una capitulación en toda regla que lleva camino de dejar en simple declaración de intenciones el tramo más regeneracionista de su programa.
El pasado fin de semana coincidieron en España dos importantes eventos públicos de similar naturaleza pero diferente signo: la primera asamblea fundacional de Podemos en Madrid y la última gran movilización soberanista en Barcelona. En ambos casos el protagonismo ha sido para el “derecho a decidir”. En el auditorio de Vista Alegre de la capital se ha escenificado un volantazo para remansar las protestas ciudadanas en el dique seco de un partido aparato. En Catalunya, por su parte, la reacción de la sociedad civil ha logrado neutralizar (de momento) el plan de la Generalitat para frustrar el referéndum. De esta manera, mientras Podemos confisca la voluntad de la gente, el activismo catalanista retoma la iniciativa política desplazando a la casta.
No hay que ir a Salamanca, ni incurrir en el tortuoso e injusto ejercicio de las teorías conspiranóicas, para deducir de lo visto y oído en el estreno de Podemos que está en marcha un cambio de agujas para frenar a la siempre subversiva disidencia ciudadana. Un líder mediático, una audiencia entregada, apelaciones tipo “quien no está conmigo está contra mí” y llamadas a la automarginación de los discrepantes, actitudes todas ellas esgrimidas por Pablo Iglesias en el discurso de apertura, son mojones de un proyecto totalmente opuesto a lo que significa el “espíritu del 15-M” al que la cúpula de Podemos cita como referente.
Hay fracasos que incuban éxitos y éxitos que nutren fracasos, porque la cultura dominante hace que la gente tenga horror al vacío político. El asalto al Congreso de los Diputados en febrero de 1981, aunque fallido en su literalidad, sirvió para que un año más tarde el PSOE lograra la mayoría absoluta a rebufo del pánico que la perspectiva de una vuelta al pasado despertó en amplias capas de la población. Desde otro ángulo, las multitudinarias manifestaciones del 15-M, las mareas, las plataformas y en general el activismo antisistema, como respuesta a la devastación de la crisis, han brindado una excelente oportunidad para capitalizar el descontento popular por cuantos entienden la política como un juego de poder. La diferencia entre uno y otro caso radica en que, mientras el golpista Tejero reconoció no enterarse de la misa la media (“alguien tendría que decirme que ocurrió el 23-F”), Iglesias es plenamente consciente de lo que supone el pablismo por el protagonizado: asaltar los cielos.
¿Y con qué tropas de asalto cuenta Podemos para esa hazaña? Seguramente con las mismas que ha utilizado Pablo Iglesias para conquistar con su proverbial elocuencia las tertulias televisivas. Porque si algo tiene la tele es que “una imagen engaña más que mil palabras”. En una reciente conferencia celebrada en Bolivia, el líder de Podemos admitió que “estar en el Parlamento Europeo es un pérdida de tiempo”, y sin embargo fue ese el podio elegido para dar a conocer Podemos urbi et orbi. También en el mismo foro latinoamericano aseguró que “hoy no se milita en los partidos, se milita en los medios”, y no obstante todo su empeño consiste en hacer de Podemos la herramienta que asalte los cielos con él de mesías.
Lo importante es “la eficacia”, ha dicho Iglesias resumiendo su ideario durante las jornadas de presentación en Madrid, que es la forma tradicional de decir que el fin justifica los medios, un atajo que ha abonado tantos atropellos bienintencionados en el pasado siglo. Han bastado cinco meses para hacer que donde Podemos esgrimía “principios” aparezcan ahora “tácticas”. En el programa electoral de las elecciones europeas del 25 de mayo figuraba el impago de la “deuda ilegítima” como imagen de marca y de rebeldía de la formación, pero el primer punto aprobado en Vista Alegre se refiere solo a “reestructurar la deuda”. En la línea de aquel “OTAN de “entrada, no”.
Democracia directa, horizontalidad, inclusividad, autogestión, anticapitalismo, solidaridad, pluralismo político, ruptura, antimilitarismo, decrecimiento mercantil y otras cuestiones de parecido perfil radical, que inspiraron las revueltas ciudadanas, están siendo mutadas a marchas forzadas por actitudes como liderazgo personal, obediencia debida, teatralidad iconográfica y rodillo ideológico por el profesor de ciencia política que inventó Podemos para sobre esa piedra asaltar los cielos ¡¡Es la eficacia, estúpidos, la eficacia!!
Fuente: Rafael Cid