La LEY ORGÁNICA 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. publicada en el BOE número 106 de fecha 4 de mayo de 2006 estableció como novedad la materia de estudio denominada educación para la ciudadanía introduciendo unos nuevos contenidos referidos a esta educación que, con diferentes denominaciones, de acuerdo con la naturaleza de los contenidos y las edades de los alumnos, se impartirá en algunos cursos de la educación primaria, secundaria obligatoria y bachillerato.
Persigue ofrecer a todos los estudiantes un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los tratados y las declaraciones universales de los derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en un contexto global.
La misma ley orgánica explicita que los contenidos de esta educación para la ciudadanía no pueden considerarse en ningún caso alternativos o sustitutorios de la enseñanza religiosa, además de no entrar en contradicción con la práctica democrática que debe inspirar el conjunto de la vida escolar y que ha de desarrollarse como parte de la educación en valores con carácter transversal a todas las actividades escolares. La nueva materia permitirá profundizar en algunos aspectos relativos a nuestra vida en común, contribuyendo a formar a los nuevos ciudadanos.
Mucho se ha polemizado desde las Jerarquías eclesiales católicas y alguna asociación (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA) el Foro Español de la Familia y la Conferencia Episcopal Española (CEE), sobre la “ingerencia” del estado en la Educación Moral de los Jóvenes que es según esas fuentes “patrimonio exclusivo de las Familias, de los Padres”. Animando por ello a que se haga “objeción civil” incitando a los padres y madres a que se nieguen a que sus hijos e hijas cursen esta materia de Educación para la ciudadanía.
Todos los que leen y escuchan a través de los medios de comunicación estas manifestaciones eclesiales deben conocer algo más de en qué consiste esa tan polémica Educación para la Ciudadanía al objeto de tener elementos de juicio para valorarla.
Bien veamos los contenidos que deben desarrollarse en el estudio de esta materia educativa :
Educación primaria (5º o 6º)
Bloque 1 : Individuos y relaciones interpersonales y sociales.
Bloque 2 : La vida en comunidad.
Bloque 3 : Vivir en sociedad.
Secundaria (1º, 2º o 3º)
Bloque 1 : Contenidos comunes.
Bloque 2 : Relaciones interpersonales y participación.
Bloque 3 : Deberes y derechos ciudadanos.
Bloque 4 : Las sociedades democráticas del siglo XXI. ·
Bloque 5 : Ciudadanía en un mundo global.
Secundaria (4º) ·
Bloque 1 : Contenidos comunes. ·
Bloque 2 : Identidad y alteridad. Educación afectivo emocional.
Bloque 3 : Teorías éticas. Los derechos humanos.
Bloque 4 : Ética y política. La democracia. Los valores constitucionales.
Bloque 5 : Problemas sociales del mundo actual.
Bloque 6 : La igualdad entre hombres y mujeres.
¿Alguien puede poner una pega a este conjunto de contenidos ? Se puede discrepar sobre su ubicación en el currículo, el profesorado que la impartirá o el número de horas dedicadas a este fin, pero en esencia salvo la Jerarquía Eclesiástica Española, nadie cuestiona la bondad de mejorar la educación ciudadana de nuestra juventud.
Pero además es preciso tener en consideración que esta materia Educación para la Ciudadanía es la respuesta del Gobierno Español (junto a otros 14 países de la Unión que la tienen regulada) a las indicaciones que hace cinco años hizo el Consejo de Europa, recomendando que todos los estados miembros hicieran de la educación para la ciudadanía democrática un objetivo prioritario de su política educativa a través de la Recomendación (2002)12 sobre la educación para la ciudadanía democrática. De hecho la «Competencia Social y Ciudadana» es una de las ocho competencias básicas que deben adquirir los alumnos en toda la Unión Europea.
Los fantasmas del pasado (los poderes sobre las conciencias) juegan una mala pasada a la Jerarquía eclesiástica española y a sus portavoces. El nuevo milenio se inaugura con el triunfo de un nuevo Laicismo, como movimiento que suma voluntades (laico es lo común) y el catolicismo rancio y trasnochado se refugia en el bunker de la “conciencia individual domesticada por el dogma”, para deslegitimar el imparable avance de una conciencia personal y ciudadana que nos permite convivir en paz y solidaridad más allá de credos e ideologías, para reconocernos unos a otros como seres humanos con igual dignidad y con los mismos derechos y deberes. Un proyecto de comunidad ciudadana que siguiendo al filósofo alemán Jürgen Habermas, se fundamenta en « unos valores cívicos y las normas de comportamiento y convivencia para vivir en paz y respeto a los valores diferentes, siempre que no entren en contradicción con los comunes ».
El falso dilema entre la responsabilidad familiar para educar en valores y del Estado para hacer lo propio se esgrime torpe y torticeramente por quienes nunca han reconocido la primera, pues siempre estuvo subordinada al Dogma Católico. Abanderar a estas alturas la “libertad de conciencia”, parece ridículo, cuando a los largo de muchos siglos con el poder en la mano se ha hostigado a quienes libremente pretendían manifestarse como tales. Seres libres con capacidad de razonar y expresarse.
Fuente: Rafael Fenoy Rico. Secretario General de la Federación de Enseñanza CGT.