Artículo de opinión de Rafael Cid

Lo universal es lo local sin muros

(Miguel Torga)

Las reiteradas amenazas de Vladimir Putin y su ministro de Exteriores Sergéi Lavrov sobre el uso del arma atómica, luego ensayada ex aequo en el ataque a la central de Zaporiyia, constituyen el último capítulo de la doctrina revanchista que el presidente ruso importa del arsenal megalómano de Hitler. La inquietante performance de una <<solución final>> nuclear, con que la apisonadora bélica del Kremlin monitoriza su <<operación militar especial>>, imita en todas sus declinaciones al argumentario de tierra quemada empleado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Paso por paso, Putin ha hecho suyas las tesis ofrecido por Carl Schmitt para sustento del abrasivo imperialismo del Tercer Reich.

Primero fue la deshumanización del contrario, calificando de enemigo a batir al simple adversario político con el que se puede disentir. Ayer fueron los judíos señalados como raza prescindible y hoy los ucranianos como pérfidos neonazis. En segundo lugar figura la asunción de  los <<grandes espacios>> (Lebensraum) como geoestrategia para justificar la anexión violenta de Los Sudestes y Austria por Berlín y la de Crimea y Ucrania por Moscú. Y finalmente, el <<decisionismo>> acuñado por el jurista germano para definir soberano <<al que decide en momentos de excepción>>, convertido en razón de Estado con que materializar la Gran Alemania y  la Gran Rusia. Todo este vademécum de terrorismo ideológico filonazi consta en la mochila de combate que utiliza el gélido chequista en el conflicto ucraniano. Salvo la espada de Damocles de la pandemia nuclear, su neroniana <<solución final>>.

Algún día no muy lejano la sociedad civil española despertará de la inopia en que se encuentra y tendrá que exigir responsabilidades al Gobierno coalición de izquierdas sobre su actitud negacionista ante la masacre desatada por la Rusia de Putin en Ucrania. La carga de la prueba de esta criminal agresión soporta como testigo de cargo el comunicado suscrito ex ante de la invasión (23/01/2022) por Podemos, IU, En Comú Podem, Alianza Verde, EH Bildu, BNG, Compromís, Mas País y la CUP. Una declaración de parte que endosaba la crisis a una artera maniobra de la OTAN, al tiempo que previsoramente instaba a dejar inerme a Ucrania con la excusa de una neutralidad infligida (Manifiesto por la paz y para evitar una nueva guerra en Europa: desescalada y diálogo; “no al envío de tropas ni armamento a Ucrania”). Sorprende sobremanera que este documento haya sido avalado por partidos nacionalistas y proindependentistas, como el BNG gallego y el vasco EH Bildu, cuando lo que está en juego en Ucrania con la devastadora invasión militar de Putin es precisamente la independencia territorial y la soberanía política del país a cargo de los desvaríos de la antigua <metrópoli>>.

Semejante <<terraplanismo>>  confirma los daños colaterales ocasionados en este variopinto colectivo, agarrapiñado en torno a la solución final del camarada Putin, por el pensamiento mágico estilo Julio Rodríguez. Me refiero al que fuera responsable de Armamento en el ministerio de Defensa en la etapa de José Bono y posterior Jefe del Estado Mayor de la Tres Ejércitos (un <<pro Estados Unidos>>, según los cables secretos de su embajada en Madrid revelados por WikiLeaks), que pasó de coordinar el ataque aéreo contra Libia por la para algunos ahora <<histérica>> OTAN a coronarse como secretario general de Podemos Madrid y director de gabinete de Pablo Iglesias. Claro que en esta última singladura el general de los morados ya se declaraba públicamente <<antimilitarista y pacifista>>. El susodicho conglomerado del ¡No a la OTAN! en vísperas de la invasión de las tropas rusas a Ucrania no solo pedía el embargo armamentista sino que incluso reclamaba la asfixia económica y financiera de Ucrania. El pasado 16 de febrero, europarlamentarios de Puigdemont, Unidas Podemos, Izquierda Unida, EH Bildu y Anticapitalistas fueron los únicos representantes españoles en Bruselas que rechazaron una ayuda urgente de 1.200 millones de euros al país asediado. La misma cruel política de <<no intervención>> a ultranza que dejó desamparada a la Segunda República española ante la embestida de Franco y los militares golpistas.

En lo esencial este negacionismo cómplice del sedicente Gobierno más progresista de la democracia y la mayoría de sus colaboradores políticos persistió hasta bien avanzada la <<operación militar especial>> rusa. Y únicamente derrapó cuando el Ejecutivo PSOE-UP se quedó solo con la Hungría del Viktor Orbán frente a la unánime opción de los restantes 27 miembros de la Unión Europea (Josep Borrell, ese gigante inesperado) para mandar material ofensivo a Ucrania. En la comparecencia del lunes 28 de febrero en TVE 1 Pedro Sánchez rechazaba por innecesario cualquier suministro bilateral de este equipamiento militar al teatro de operaciones (si al maná de los Fondos Europeos, no a arrimar el hombro), para rectificar de plano al día siguiente ante el Congreso con un corte y pega de lo expresado por el presidente norteamericano Joe Biden en el discurso del estado de la Unión: España mandaría armas para <<la resistencia ucraniana>>.  Ese cambio copernicano, de pasar de denunciar al <<sátrapa>> a pertrechar a la víctima, quebró la rocosa unidad <<antimilitarista y pacifista>>  de sus socios de Unidas Podemos.

Visto lo cual, el tropismo oportunista de Yolanda Díaz, Ada Colau y sus terminales en Compromís (con el seudoministro de Consumo Alberto Garzón en punto de fuga) viró hacia posiciones más templadas que no hipotecaran su <<Proyecto de País>>, aún en fase embrionaria. Por el contrario el núcleo duro de Podemos, con Ione Belarra e Irene Montero al mando, arreciaba en su trágala negacionista alineándose, impasible el ademán, con buena parte de la caverna facha (Los Le Pen, Salvini, Bolsonaro, Semmour, Fillón y demás séquito de la cleptocrática corte del Zar Putin). Obsceno trampantojo con el que pretenden adobar las movilizaciones feministas del 8M. Por lo demás, de la misma manera que hizo el equipo de Díaz operaron los de Abascal, pasando de una posición claramente obstruccionista en lo relativo a facilitar recursos militares a Ucrania a una más matizadamente beligerante. Tal para cual, los de Vox  a su vez intentan evitar que la censura ciudadana interfiera en su escalada hacia zonas de poder tras el éxito cosechado en las elecciones de Castilla y León.

En cualquier caso, nada hay en estas atropelladas rectificaciones que sirva para mejorar la taxonomía ética de nuestras fuerzas vivas y de la opinión pública en su conjunto. Mientras medio mundo salía a la calle a protestar contra la invasión rusa, en nuestro país las únicas manifestaciones en solitario eran las de la nutrida colonia ucraniana. La izquierda institucional y sus allegados seguían al pairo con la pancarta ¡No a la Guerra! ¡No a la OTAN! (por ese orden de aparición), al tiempo que los sempiternos sindicatos mayoritarios CCOO y UGT y los habituales abajofirmantes de postín de otras crisis ensordecían esperando a Godot. Ni siquiera en las filas de la actual oposición en reconstrucción surgió una convocatoria de solidaridad con Ucrania y de rechazo a Putin y su ensayo de solución final. Todos a una sin Fuenteovejuna. Con la honrosa excepción de la anarcosindicalista Confederación General del Trabajo (CGT), que el día 3 de marzo difundió un comunicado directo, rotundo y sin maquillaje: <<¡Frente a la barbarie de Putin! ¡Pasos para conquistar la Paz!>>.


Fuente: Rafael Cid