Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico
En el último trimestre de cada año llega el tiempo de los Presupuestos Generales, bien de las instituciones estatales o autonómicas o provinciales o comarcales o locales. Mucho “o” para un único pagador, el pueblo, que en distintas formas, con distintos recursos, con diversos instrumentos legales es “ordeñado” con regularidad y puntualidad germanas.
En el último trimestre de cada año llega el tiempo de los Presupuestos Generales, bien de las instituciones estatales o autonómicas o provinciales o comarcales o locales. Mucho “o” para un único pagador, el pueblo, que en distintas formas, con distintos recursos, con diversos instrumentos legales es “ordeñado” con regularidad y puntualidad germanas.
Para hablar de Presupuestos es preciso contar con dos grandes partidas: Ingresos y Gastos. Normalmente se supone que el Gasto necesario, el imprescindible, es el que debe orientar la obtención de ingresos. Pero el arte de hacer la “carrera” política lleva a darle la vuelta al proceso ya que el problema fundamental es como gastar lo ya recogido o pendiente de recoger. De forma que al final, el arte de hacer posible lo necesario es sustituido por el arte de gastar cuanto más mejor, para mayor gloria de quien gasta, que de esta forma queda investido como benefactor de las comunidades.
Si alguna fuerza política con vocación de servir al pueblo desea hacer aportaciones a la confección de unos presupuestos generales debería fijar algunos criterios que le ayuden a ello. El primero es establecer un ordenamiento jerárquico del gasto, en función de la mayor necesidad del pueblo, que es quien paga los impuestos. A poco que se piense surge la salud como un referente obligado. Cada persona tiene derecho a la salud, ya que si ella toda actividad humana queda mermada e incluso paralizada. Por ello tiene sentido que la primera partida presupuestaria se dedique a garantizar, además de la atención médica, la vida en ambientes saludables, no contaminados, la disponibilidad de agua potable y la capacidad de poder vivir bajo techo, una vestimenta y calzado adecuados al medio ambiente y una sana alimentación. Todo ello conjura los peligros de enfermar y a ello deben dedicarse en primer lugar todos los esfuerzos presupuestarios. Una vez garantizado este supremo bien, se acometerá la redacción de otras partidas presupuestarias comenzando esta vez por la Educación. Hasta tanto el presupuesto general no garantice a cada persona este derecho a la salud, no tiene sentido seguir “invirtiendo” en nada. Este principio de Jerarquía llevaría a la paralización de proyectos faraónicos para mayor gloria de los políticos de turno, que por cierto como están en esto de la política por “vocación”, no cobrarán un euro si no quedan dineros para ello.
Sorprendentemente este principio de Jerarquía presupuestaria se viene aplicando, no es nuevo. Pero la ordenación del gasto se viene realizando aplicando el criterio de “primero mi sueldo”, mi carrera política, después la casa real, el favor a mis amigos y “clientes” empresarios, banqueros, el pago a las gentes “a mi servicio” …. y luego, muy al final lo que precisa el Pueblo. La posibilidad de dar la vuelta a este proceso la tiene el Pueblo en cada cita electoral.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico