2013 comienza bajo el mismo signo de misma sordidez que finalizó 2012: con mentiras de exclusión masiva y políticas antisociales. El rodillo del PP en el poder está superando en récord de fechorías al PSOE desalojado por la mayoría absoluta de la derecha. Pero los dos partidos, la única pinza que ha monopolizado el gobierno desde la transición, utilizan idénticas mañas. La afinidad de hecho y cohecho entre PP y PSOE es tan firme que enero se inaugura como una nueva tunda de medidas antisociales perpetradas a dúo.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy, olvidando su promesa electoral de no tocar las pensiones, acaba de impedir su revalorización y se dispone a aplicar la contrarreforma de las pensiones que Rodríguez Zapatero aprobó con tanta diligencia. Unos recortes, consensuados con CCOO, UGT y la CEOE del delincuente Díaz Ferrán, que desestabilizaron el sistema: elevando la edad legal de jubilación de 65 a 67 años, exigiendo 25 años en lugar de 15 para acceder la subvención y aumentando de 35 a 37 los años para recibir el 100% de la prestación.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy, olvidando su promesa electoral de no tocar las pensiones, acaba de impedir su revalorización y se dispone a aplicar la contrarreforma de las pensiones que Rodríguez Zapatero aprobó con tanta diligencia. Unos recortes, consensuados con CCOO, UGT y la CEOE del delincuente Díaz Ferrán, que desestabilizaron el sistema: elevando la edad legal de jubilación de 65 a 67 años, exigiendo 25 años en lugar de 15 para acceder la subvención y aumentando de 35 a 37 los años para recibir el 100% de la prestación. Y sin embargo hoy, volteretas de la memoria, el mismo PSOE que acometió “el pensionazo” y sus banderilleros, las cúpulas de los sindicatos oficiales, han sentido el impulso irresistible de llevar el ajuste seguidista del PP ante el Tribunal Constitucional. ¡Gracias por venir! ¿Te quedas?
Eso para abrir boca. Como plato fuerte, otra “reforma” vestida de bienaventuranzas: la de las administraciones públicas. Y de nuevo la misma cínica excusa: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Se trata de evitar duplicidades y poner freno a los abusos y excesos de los cargos locales, dicen sus panegiristas, los mismos que en su día ponderaron el tijeretazo socialista a las pensiones como un medio para evitar la quiebra del modelo. Ahora, la embestida contra las corporaciones locales busca una recentralización por todo lo alto sin que se note la mano invisible que mece la cuna. PP y PSOE no sólo coinciden en negar el derecho a decidir en temas de alto voltaje como el independentismo catalanista, sino que además se compinchan para liquidar cualquier atisbo de democracia de proximidad, que es lo que significa el verdadero municipalismo, aún por descubrir.
Por eso el tándem Rubalcaba-Rajoy ha estado negociando clandestinamente la degollina de la Ley de Bases de la Administración Local. De momento, van a cargarse las mancomunidades, lo que precipitará la asfixia económica de muchos ayuntamientos, y es posible los pueblos con menos de 20.000 habitantes se queden sin competencias en favor de las antidemocráticas diputaciones provinciales, unos entes virtuales que sobre todo sirven como comedero de políticos de segunda regional, y cuya supresión llevaba Rubalcaba en su programa electoral de 2011. La nueva tangentópolis que promueven PP y PSOE se produce después de que sus respectivas maquinarias municipales lideraran la mayor etapa de corrupción que ha conocido este país en tres décadas, con sus secuelas de devastación del entorno natural en comandita con la mafia del ladrillo que implosionó la crisis financiera-inmobiliaria que padecemos. Concentración política, concentración económica y concentración administrativa, todo por la patria.
Esta situación puede perpetuarse en el consabido “cambiar algo para que todo siga igual” si se reproduce la situación que golosinó la legislatura anterior, y de nuevo aparece una sedicente izquierda dispuesta a validar lo que el duopolio dominante ordene. Si ayer fueron Toxo y Méndez quienes avalaron las “reformas” de Zapatero, ahora la pelota orbita sobre el tejado de la dirección de Izquierda Unida. Una formación que nació en 1986 para aglutinar a las fuerzas contrarias a la entrada de España en la OTAN precocinada por el felipismo, y que alcanzó su máxima representación parlamentaria, con 21 diputados, cuando Julio Anguita puso en práctica la política de las dos orillas para visualizar que, más allá de coyunturas y retóricas, PP y PSOE se comportan en lo sustancial como astillas de la misma madera.
¿Está la actual IU por la ruptura democrática o, como podría sospecharse de su papel como salvavidas del PSOE en Andalucía y Asturias “por imperativo legal”, busca a través de esas alianzas un atajo para tocar el poder que la actual legislación electoral le veta? Cuestiones éticas aparte, Izquierda Unida está en su perfecto derecho de aspirar a ser más institucionalmente, arriesgándose eso sí al mal del burocratismo antropofágico que pronosticaron los ya clásicos trabajos de Robert Michells y Moisei Ostrogorski. Lo que pasa es que en esta ocasión única lo que esta en juego no tiene precio. Las mareas vivas de protestas ciudadanas y de movilizaciones populares han hecho que por primera vez en mucho tiempo la ruptura democrática no sea una quimera. Pero ese objetivo radical, democrático, anticapitalista y transformador, hoy cada vez más patente, se podría malograr si una fuerza con apoyo social real en la izquierda oficiara de factor de integración en el sistema, aunque fuera bajo la eximente de “servicios mínimos”. Hoy la única quimera es pretender derrocar al sistema desde dentro por “imperativo legal”. El principio homeopático “simila similibus curantur” (lo semejante se cura con lo semejante) tiene su justa réplica en la política. El veneno está en la dosis.
Ojalá esta vez la presión de las bases rompa con esa tradición de transfusión de cuadros del PCE al PSOE a que la historia reciente nos tiene acostumbrados. Un auténtico banquillo político de reserva, un tragasables que incluyó de políticos como Jordi Solé-Tura, Luis Larroque, Carlos Alonso Zaldivar, Roberto Lerchundi, Enrique Curiel o Julián Ariza, de la primera hornada carrillista, hasta los últimos mohicanos de la corriente Nueva Izquierda de IU, con Diego López Garrido y Cristina Almeida al frente o la comunista Rosa Aguilar, agraciada con un sillón en el consejo de ministros del gobierno de Rodríguez Zapatero. Por no hablar de los agentes de influencia que velan armas para la casa común socialdemócrata en canonjías como la Fundación Alternativas, que tiene como vicepresidente ejecutivo al abogado, antiguo miembro del Comité Central del PCE y cofundador de Comisiones Obreras Nicolás Sartorius. Las líneas rojas amarillean.
El epíteto “pinza” para significar la agenda oculta de PP y PSOE se reconoce mejor a través de la imagen dada por el historiador del arte Erwin Panofsky para explicar la razón de ser de algunas enemistades íntimas. El autor de La caja de Pandora planteaba un escenario donde dos vecinos, que compartían el derecho de caza en un mismo coto, lejos de competir por los trofeos actuaban en consenso porque mientras una tenía el fusil el otro disponía de las municiones. Huelga decir quiénes son las víctimas propiciatorias de ese torneo en la vida real.
Al cierre de esta edición, una noticia de última hora sobre la constitución de una fundación (España Constitucional) promovida por notables del PSOE y del PP con el socialista José Bono a la cabeza para “poner en valor” la Monarquía del 18 de Julio renueva la oportunidad de lo arriba expuesto. Se cumple así lo que memorable fecha dijo el entonces presidente del Congreso ante el canibal-dictador de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang: “es más lo que nos une que lo que nos separa”.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid