El proceso de crecimiento y consolidación del capitalismo como modo de producción social, es el mismo proceso que el crecimiento y la consolidación del trabajo asalariado como modo de trabajo dominante. El capitalismo no tiene al trabajo asalariado esperándole para desarrollarse. Se desarrolla rompiendo las relaciones sociales no capitalistas basadas en trabajos no asalariados y recomponiendo, posteriormente, una parte de esos trabajos en forma de trabajo asalariado, realizado bajo el mando directo del capital y otra parte, en forma de trabajo doméstico y de cuidados realizado, esencialmente, por las mujeres.

El proceso de crecimiento y consolidación del capitalismo como modo de producción social, es el mismo proceso que el crecimiento y la consolidación del trabajo asalariado como modo de trabajo dominante. El capitalismo no tiene al trabajo asalariado esperándole para desarrollarse. Se desarrolla rompiendo las relaciones sociales no capitalistas basadas en trabajos no asalariados y recomponiendo, posteriormente, una parte de esos trabajos en forma de trabajo asalariado, realizado bajo el mando directo del capital y otra parte, en forma de trabajo doméstico y de cuidados realizado, esencialmente, por las mujeres.

POR UN SINDICALISMO ANTICAPITALISTA.

El proceso de crecimiento y consolidación del capitalismo como modo de producción social, es el mismo proceso que el crecimiento y la consolidación del trabajo asalariado como modo de trabajo dominante. El capitalismo no tiene al trabajo asalariado esperándole para desarrollarse. Se desarrolla rompiendo las relaciones sociales no capitalistas basadas en trabajos no asalariados y recomponiendo, posteriormente, una parte de esos trabajos en forma de trabajo asalariado, realizado bajo el mando directo del capital y otra parte, en forma de trabajo doméstico y de cuidados realizado, esencialmente, por las mujeres.

No es posible combatir el capitalismo sin combatir el trabajo asalariado y la asignación exclusiva a las mujeres del trabajo de cuidados. No se puede comprender el virulento despliegue del capitalismo sin comprender la virulencia precarizadora, embrutecedora y homicida del trabajo asalariado y la desigualdad de género en la asignación del trabajo de cuidados.

Estudiar el capitalismo, comprenderle para combatirle mejor desde el punto de vista de sus víctimas, exige tener en cuenta que, bajo dicho sistema, la fuerza vital del trabajo asalariado y del trabajo de cuidados está incorporada al ciclo de producción y reproducción del capital. Esta subordinación se sustenta en varios hechos encadenados ; Uno : la capacidad de trabajo de las personas debe comportarse como una mercancía más. Dos : las mujeres, al tener la responsabilidad expresa de la producción y reproducción de la vida humana en la esfera privada del hogar, se encuentran en una posición social subordinada a los hombres. Tres : estos hechos, que someten la vida, la sociedad, la naturaleza, el trabajo y los cuidados al ciclo del capital y encierran una enorme violencia social, son considerados normales por los hombres y por la mayoría de las mujeres. Cuatro : el modo de producción capitalista no solo es un modo de producción económico sino también político – social y síquico. El ciclo del capital produce objetos para los deseos pero también deseos para los objetos, produce no solo mercancías sino también personas y relaciones entre ellas.

La crítica al capitalismo para ser solvente, debe contener la crítica a las formas habituales de trabajar, comer, consumir, cuidar y ser cuidados, pensar, desear, sentir y participar socialmente. Es decir, la crítica al capitalismo exige volver, de manera reflexiva, la crítica hacia nosotr@s mism@s, como trabajador@s asalariad@s, hombres y mujeres que cuidan y son cuidad@s, ciudadan@s y consumidor@s.

Al criticar al capitalismo desde la crítica al trabajo asalariado y al trabajo de cuidados, estamos abriendo la posibilidad de que las personas trabajadoras, los hombres y mujeres, al hacer conscientes los principios económicos, políticos y culturales que nos colonizan, iniciemos un éxodo colectivo, fuera de la esclavitud de la relación salarial, de la subordinación de las mujeres a los hombres, del consumismo como sinónimo de bienestar y del descompromiso político. Este éxodo, consiste en ir más allá de la legítima defensa de las condiciones en las que vendemos nuestra fuerza de trabajo y de la forma en la que cuidamos y somos cuidados. Requiere que nos veamos como seres sociales necesitados, no solo del trabajo, sino también de cuidar y ser cuidados, de la creación cultural y artística, de la deliberación y de la participación política desde lugares sociales.

La defensa de las condiciones de trabajo es necesaria, pero no suficiente. Para multiplicar los lugares de lucha y creatividad social anticapitalista es imprescindible, por un lado, abordar la crítica al capitalismo con nosotr@s dentro y no fuera, es decir, transformar nuestras propias formas de vida. Por otro, organizar y agrupar las luchas defensivas en un cauce común que impida, en multitud de espacios sociales, el avance del terror global poniendo la fuerza necesaria para la autodeterminación de las identidades sociales excluidas y así convertir los regímenes parlamentarios de mercado en democracias verdaderas y nuestras identidades precarias en identidades humanas.

La crítica al capitalismo global y la superación de la complicidad de la izquierda capitalista, exigen construir los sujetos sociales que, no solo desde dentro, sino también desde fuera del mercado y del estado, pongan la fuerza necesaria para cambiar las reglas del juego en las relaciones sociales. El Movimiento contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra puede ser un cauce para que la proliferación de millones de subjetividades y acontecimientos rebeldes, impidan la globalización de la desigualdad, de la violencia y del desamparo. Sin organizar la acumulación de fuerza y el apoyo mutuo de las innumerables dinámicas de autodefensa, resistencia y antagonismo, esta proliferación es impotente. El sindicalismo anticapitalista necesita, para ser sindicalismo, defender al trabajo asalariado en sus condiciones concretas y para ser anticapitalista, criticar teórica y prácticamente dicha forma de trabajo. Pero también necesita como componente necesario de un amplio movimiento social anticapitalista, criticar la subordinación de las mujeres a los hombres y las formas de alimentación y consumo. Es necesario defender el salario, aunque dicho salario sea el operador de la subordinación del trabajo al capital y de las mujeres a los hombres. También lo es exigir al Estado que sea garante de los derechos sociales, aunque el Estado sea el garante de la desigualdad. Pero limitarse sólo a eso es jugar dentro del mercado y del Estado. De ahí solo sale más mercado y mas Estado. No habrá izquierda anticapitalista sin sindicalismo anticapitalista. Sin organizar a las masas de trabajador@s, precari@s, consumidor@s, mujeres y excluid@s, nos moveremos entre el mercado, el Estado y los intelectuales postmaterialistas que nos predican una lírica espontaneista de “éxodos” sin conocer las génesis.

El problema no está en la burocracia sindical sino en nosotros. Si esa burocracia desapareciera, nosotros seguiríamos siendo inviables en una clase obrera mayoritariamente individualizada, desmovilizada y derechizada. La reconstrucción del sindicalismo anticapitalista desde la conyuntura actual de globalización del capital, requiere de espacios de apoyo mutuo, mestizos y flexibles, para los colectivos que luchan. Un sindicalismo alternativo solo puede crecer como un sindicalismo anticapitalista en sus palabras, en sus actos y en sus formas de organización y participación. Requiere de la cooperación de los militantes sindicales para sostener y organizar las múltiples dinámicas de resistencia que se dan. Pero también de la creación del discurso que muestre las cosas como son, desde el punto de vista de los que sufren.

Estos espacios y discursos, al surgir en un escenario globalizado, que incluye un sindicalismo capitalista hegemónico, no pueden crearse por decreto ni fundarse, totalmente nuevos, por un pequeño grupo. Necesitan, para abrirse camino, demostrar su capacidad explicativa y su utilidad para la lucha y así ir ganando voluntades. Deben centrar su atención, sus palabras y sus hechos, no en los defectos del sindicalismo mayoritario, sino en dar salidas a los problemas de la gente. No podrán prosperar como sindicalismo exclusivamente reivindicativo sin actuar como sindicalismo político, contemplando las dimensiones sociales de la condición asalariada (género, raza, cultura, nacionalidad, edad) y buscando espacios de cooperación con otros movimientos, también enfrentados al capitalismo desde su propia identidad (mujeres, homosexuales, ciudadan@s, inmigrantes). Dar a los otros la propia fuerza para recibirla de ellos. El Movimiento Contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra es el espacio político donde las distintas identidades en lucha pueden tener su referente político y su lugar de cooperación y apoyo mutuo.

Defenderse del capitalismo solo es posible desde la lucha contra el capitalismo. Luchar contra el capitalismo, en su fase actual de globalización, es luchar contra la globalización. Luchar por otra globalización es como luchar por otro capitalismo, otra hambre, otra represión, otra guerra. Eso no tiene sentido, salvo para el bloque socialdemócrata (partidos y sindicatos de la izquierda capitalista) que llama “otra globalización” a estar ellos en el gobierno para conducir la misma globalización capitalista.

Sin crear la fuerza popular que se enfrente al capitalismo, no es posible otro mundo, porque no es posible, ni deseable, otra precariedad, otra guerra, otras privatizaciones. No es posible más globalización que la neoliberal, porque dentro del capitalismo no es posible la globalización de los derechos humanos y la democracia. El sindicalismo anticapitalista no radica en ningún lugar específico, pero está entre nosotr@s como una realidad minoritaria en grupos aislados, dentro y fuera del sindicalismo hegemónico y como potencialidad en algunas organizaciones.

Es decir, el sindicalismo anticapitalista, con vocación de crecer en dimensión y no sólo de engordar una sigla, debe ser generoso en la apuesta por fortalecer un espacio anticapitalista plural, no sólo sindical sino también socio-político.

No se trata de fundar nuevos espacios vacíos para que sus fundadores sean jefes, sino de abrir dinámicas de encuentro, cooperación y apoyo entre grupos reales, implicados en luchas locales y sectoriales . No se trata de superar la impotencia sumando muchas impotencias sino de abrir espacios donde la potencia de grupos sociales en acción se multiplique con la cooperación y el apoyo mutuo. Muchas experiencias, marginales a escala de toda la sociedad, pero influyentes en su propio territorio, son las dinámicas que debe incorporar un proceso de reconstrucción de un sindicalismo anticapitalista.

Un sindicalismo anticapitalista no es suficiente para la defensa de la clase obrera. Pero es necesario para la reconstrucción de una izquierda anticapitalista. Aunque el sindicalismo y la izquierda capitalista los consideren sus peores enemigos, el sindicalismo anticapitalista no debe convertir a sus adversarios en sus maestros ni a sus competidores en sus enemigos principales. El Movimiento contra la Globalización, la Europa del Capital y la Guerra puede ser un cauce para que la autodeterminación de millones de subjetividades y acontecimientos rebeldes, impidan la globalización de la desigualdad, de la violencia y del desamparo. Pero este movimiento que ha demostrado su enorme potencialidad no podrá prosperar sin mantenerse fuera del control de la izquierda capitalista. Sin conseguir la autonomía política y organizativa que le permita trabajar con la izquierda capitalista y no trabajar para la izquierda capitalista.

A. M.

CAES. I’04.


Par : CGT Plasencia