Si tan contentos estamos de ser como somos, ¿queremos que haya más gente con diversidad funcional?

Tardé bastantes meses en darme cuenta de que era una pregunta completamente inútil. Es decir, una pregunta trampa. ¿Queremos que salga el sol por las mañanas?

Qué más da si queremos o no. Simplemente pasa.
Lo mismo ocurre con la diversidad funcional. Queramos o no, la
diversidad funcional existe, es una realidad incontestable de la que da
fe toda nuestra historia.

Con el tiempo nos dimos cuenta de que no sólo existíamos las personas
discriminadas por nuestra diversidad funcional, sino que la diversidad
funcional es inherente al ser humano y que nuestra funcionalidad varía
en función de nuestro crecimiento, el incontestable paso del tiempo. Por
lo tanto, es inevitable.

Qué más da si queremos o no. Simplemente pasa.
Lo mismo ocurre con la diversidad funcional. Queramos o no, la
diversidad funcional existe, es una realidad incontestable de la que da
fe toda nuestra historia.

Con el tiempo nos dimos cuenta de que no sólo existíamos las personas
discriminadas por nuestra diversidad funcional, sino que la diversidad
funcional es inherente al ser humano y que nuestra funcionalidad varía
en función de nuestro crecimiento, el incontestable paso del tiempo. Por
lo tanto, es inevitable.

Lo que sí podemos evitar es la discriminación por esa diversidad
funcional. Porque la discriminación es una construcción social, no es
inherente al ser humano, es una circunstancia construida por el tipo de
sociedad que hemos elegido. Una sociedad que no sabe qué hacer con
nosotros mismos cuando llegamos a mayores. La discriminación por
diversidad funcional es segregación, apartheid, exclusión de la
comunidad; por eso construimos residencias.

¿Por qué demandamos educación inclusiva? Porque, si admitimos la
segregación desde la educación y desde la infancia, estamos aceptando de
facto la segregación; nuestra propia segregación cuando pasemos a ser
discriminados por nuestra diversidad funcional.

Todos los seres humanos queremos lo mismo: que nos quieran, que nos
acepten, estar con los demás. Ese es el objetivo fundamental de la
educación: la convivencia de unos con otros. Así lo estipula la
Declaración Universal de Derechos Humanos, y así lo estipula nuestra
Constitución. Segregar en la educación es ir contra ese principio,
contra ese objetivo. ¿Cómo vamos a llevar una vida independiente en la
comunidad, con nuestra gente, si desde pequeñitos se nos aparca en
sitios especiales?

La segregación educativa no es nueva: se hizo con las mujeres, se
hizo con los negros en Estados Unidos y en Sudáfrica, se ha hecho con
todos aquellos seres que han sido considerados inferiores. Nuestro
cambio de paradigma consiste en que no nos sentimos inferiores,
simplemente somos diferentes y queremos que se trate esa diferencia como
hemos hecho con el resto de colectivos: con la convivencia; empezando
desde la infancia, que es donde se aprenden los valores de una sociedad.

Yo fui educado en un colegio de manera que nunca conviví con ningún
tipo de diversidad. Por ello, me cuesta más adaptarme a la realidad
actual en la que la diversidad de religiones, razas, culturas,
funcional, orientación sexual, género, etc. está por todos lados. Si
hubiera crecido en ese entorno, si hubiera estudiado con gente
diferente, la convivencia con la diversidad no representaría ningún
problema y ni siquiera harían falta los Derechos Humanos ni la
Constitución porque a todos mis compañeros les hubiera pasado lo mismo.

No me parece ni remotamente tan relevante cuánto se aprende en el
colegio, ya que saber mucho te puede dar herramientas para sobrevivir en
una sociedad utilitarista y capacitista como la nuestra, pero no tiene
por qué contribuir a que seas más feliz. Y nuestro punto de partida es
que los seres humanos deberíamos tener la oportunidad y el objetivo de
ser felices, no capaces. Feliz se puede ser en cualquier circunstancia
de la vida, pero es imposible que seas siempre capaz.

Javier Romañach Cabrero, Miembro del FVID.
http://www.forovidaindependiente.org/node/417


Fuente: Javier Romañach Cabrero