Ayer leíamos con estupor que la Consejería de Educación ha firmado con Vox un compromiso para acabar en el próximo trimestre con el derecho a la educación del alumnado y con la libertad de enseñanza del profesorado.
Los niños y niñas son sujetos de derecho independientemente de la familia en la que nazcan y, como tales, tienen derechos y obligaciones más allá de las creencias de sus madres y padres.
Pero la ultraderecha española no lo cree así. Piensan que sus hijos e hijas son de su propiedad y les niegan lo que por ley les pertenece: el derecho a la educación.
Los niños y niñas son sujetos de derecho independientemente de la familia en la que nazcan y, como tales, tienen derechos y obligaciones más allá de las creencias de sus madres y padres.
Pero la ultraderecha española no lo cree así. Piensan que sus hijos e hijas son de su propiedad y les niegan lo que por ley les pertenece: el derecho a la educación.
La firma de este acuerdo es por tanto un ataque frontal a la democracia y a la libertad. Pretenden forzarnos al profesorado y al conjunto de la sociedad para que ellos puedan educar a sus hijos e hijas en la xenofobia, en la transfobia, en la homofobia, en el machismo y en el racismo. Pero sus hijos e hijas tienen derecho a ser educados en la igualdad, en la tolerancia, en la democracia y en la libertad a pesar de la familia en la que les haya tocado nacer.
Este acuerdo es ya suficientemente grave de por sí, pero lo es más aún si pensamos en las consecuencias que puede tener a medio y largo plazo. Imaginemos alguna de estas situaciones:
Caso 1: Familia terraplanista que se niega a que su hijo/a entre en clase de Geografía porque no cree en el heliocentrismo ni que la Tierra sea redonda.
Caso 2: Familia creacionista que se niega a que su hijo/a entre en clase de Biología por miedo a que aprenda la teoría de la evolución.
Caso 3: Familia que practica la mutilación genital femenina que, arguyendo motivos religiosos y culturales, no quiere que su hija asista a clase de Educación para la Ciudadanía para que no sepa que se trata de una práctica machista y aberrante.
Caso 4: Familia antivacunas que no quiere que en clase de Ciencias se explique a su hijo/a el funcionamiento de las vacunas y del sistema inmunológico.
Caso 5: Familia negacionista del cambio climático que se niega a que se enseñen las consecuencias del calentamiento global en las clases de Ciencias.
Estos ejemplos, que podrían parecernos lejanos, es a lo que nos veremos abocados si permitimos que la ultraderecha imponga su fanatismo y su discurso de odio y continúe atacando la diversidad, la democracia y la libertad.
Fuente: CGT-FASE