Claudia Korol
Hay quienes pretenden colocar a la memoria en un corralito. El corralito fue el mecanismo elegido por el poder, en aquel lejano 2001, para inmovilizar los ahorros depositados en el circuito financiero. Ahora, es también el poder el que recrea el corralito para inmovilizar la acumulación de rebeldías que contiene la memoria. Las cercas establecen cuándo, cuánto, dónde y cómo recordar. A quiénes se recuerda y a quiénes se olvida. A quiénes se nombra, y a quiénes se silencia. Qué víctimas y qué familiares de esas víctimas serán galardonados por la memoria oficial, y quienes serán olvidados o tildados de siniestros, si insisten en colocarse del lado del cuerpo social, donde sigue latiendo el corazón subversivo…
Claudia Korol

Hay quienes pretenden colocar a la memoria en un corralito. El
corralito fue el mecanismo elegido por el poder, en aquel lejano
2001, para inmovilizar los ahorros depositados en el circuito
financiero. Ahora, es también el poder el que recrea el corralito
para inmovilizar la acumulación de rebeldías que contiene la
memoria. Las cercas establecen cuándo, cuánto, dónde y cómo
recordar. A quiénes se recuerda y a quiénes se olvida. A quiénes se
nombra, y a quiénes se silencia. Qué víctimas y qué familiares de
esas víctimas serán galardonados por la memoria oficial, y quienes
serán olvidados o tildados de siniestros, si insisten en colocarse
del lado del cuerpo social, donde sigue latiendo el corazón
subversivo…

Hay quienes pretenden acorralar la memoria hasta domesticarla. Que
mire hacia atrás, pero que no miré más atrás… ni tampoco mire
hacia el presente. Que duela los desaparecidos y que desaparezca sus
sueños, o los licúe -que es una manera de desaparecerlos-. Que los
disuelva en ilusiones light de mejoras cosméticas de la dominación.

Hay quienes secuestran la memoria en despachos del poder. Hay
quienes negocian la memoria, vendiendo gato por liebre y
antimperialismo por el pago puntual al FMI.

Hay quienes trampean la memoria. Son los campeones de los derechos
humanos, que no llegan al recinto del Parlamento para derogar los
indultos… porque preparan discursos repetidos de memoria, hasta
gastarlos.

Hay quienes depositan la memoria a plazo fijo. Quienes dicen : hasta
aquí llegamos. Más de aquí ya no rinde como esperamos.

Hay quienes estafan la memoria brindando homenaje a las resistencias
del pasado, y mirando hacia otro lado cuando las demandas obreras o
populares se multiplican desde Santa Cruz a Salta, sin respuesta, o
peor, teniendo como respuesta las amenazas, la persecución, y la
represión.

Hay quienes recortan la memoria hasta volverla inofensiva. Memoria
transgénica, incapaz de fertilizar la tierra regada por quienes
jamás hubieran aceptado llamar a su utopía «capitalismo serio».

Hay quienes colocan la memoria en el florero, para decorar las
ambiciones personales y disimular sus sistemáticas corrupciones.

Pero también está la otra memoria, la que no se doblega, la que no
se enajena en los sillones de los despachos oficiales. La memoria
que considera que la única manera de aparecer a los desaparecidos,
es continuar la lucha por la libertad. Es multiplicar las batallas
por el trabajo, por el salario, por la educación, por la salud, por
la vivienda, por poner fin a la impunidad, por el aborto legal, por
la justicia, por eliminar la violencia contra la mujer, por la
tierra, por el agua, por los bienes de la naturaleza, por la vida.

Es la memoria que nombra a las utopías con los nombres de las
emancipaciones que nos faltan. La emancipación frente a la
explotación capitalista, la nombra como socialismo. La emancipación
frente a la dominación patriarcal, la nombra como feminismo. La
emancipación frente a la opresión de las culturas originarias de
nuestros pueblos, la nombre como identidad. La emancipación frente a
la destrucción de la naturaleza y de la humanidad, la nombra como
antiimperialismo. La emancipación de los lazos que reproducen la
obediencia, que disciplinan los cuerpos y los sentimientos, que
domestican las pasiones hasta desaparecerlas, sigue nombrándola como
revolución. Es la revolución que hace de la vida cotidiana, el lugar
privilegiado de la rebeldía. Es la revolución de tomar el día a día
por asalto. Es la revolución que amasa al mismo tiempo resistencias
y proyectos, poesía y actos. Es la que se levanta de todas las
derrotas, y se sienta a coser los jirones de las banderas
desgarradas. No para guardarlas en un museo de memorias inmaculadas,
sino para volver con ellas nuevamente a la batalla.


Fuente: Enviado por Frank Mintz