Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico
“El Gobierno se atribuye el control absoluto de la lucha contra las ‘fake news’ y la desinformación”. Titulares como este ponen de manifiesto hasta qué punto hay intención de falsear las falsas noticias. ¿Es que existe el control absoluto? Este asunto, del falso falso, se sale de la lógica que afirma que dos falsos es un verdadero. Porque se puede falsear todo, tanto en redes sociales como en medios de todo tipo. -¡Si! Aunque algún periodista ponga el grito en el cielo.
“El Gobierno se atribuye el control absoluto de la lucha contra las ‘fake news’ y la desinformación”. Titulares como este ponen de manifiesto hasta qué punto hay intención de falsear las falsas noticias. ¿Es que existe el control absoluto? Este asunto, del falso falso, se sale de la lógica que afirma que dos falsos es un verdadero. Porque se puede falsear todo, tanto en redes sociales como en medios de todo tipo. -¡Si! Aunque algún periodista ponga el grito en el cielo.
En los medios de comunicación convencionales o profesionales del periodismo la posibilidad de falseamiento no pasa tanto por contar mentiras, sino por contar verdades a medias o incluso no contar la verdad, silenciarla. Esto tiene mucho que ver con la ética profesional del periodismo pero, sobre todo, con los intereses de los grupos económicos que controlan esos medios. Las personas profesionales del periodismo, por si, poco pueden hacer ante las llamadas “líneas editoriales”, ya que ellas no las marcan ni establecen. En este sentido es posible de ampliar el concepto de Fake News también a los medios convencionales. Porque se puede falsear la información o se puede desinformar no sólo en las campañas mediáticas en redes sociales. Aunque estén orquestadas, según dicen, por corporaciones anónimas o incluso estados, por ejemplo China, a los que se acusa de interferir en las políticas, atacar la seguridad nacional o manipular procesos electorales de otros. Atribuir la desinformación exclusivamente a esas redes no deja de ser una maniobra para ocultar la desinformación general que la sociedad sufre.
En una sociedad democrática el poder, dicen los políticos, que reside en el pueblo. Y si ello es así ¿por qué instituciones públicas (no políticas), participadas directamente por la ciudadanía (no por los partidos políticos), gestionan los flujos informativos y sancionan a quien mienta como un bellaco? Mientras quienes generan, gestionan y difundan la información sean empresas privadas mal camino se lleva, ya que al final como dice la canción FAKE, “Su mentira ya es tu verdad”.
De pronto salta alguien diciendo a cuento del titular: -¡Vaya, la dictadura informativa! A esto hay que responder que no se puede legitimar la dictadura del dinero privado, que controlan los medios informativos, para evitar la dictadura del partido único. Porque ambas dos son DICTADURAS. Y cotidianamente se dice que siempre puede haber un término medio, pues hay que buscarlo. El llamado hace tiempo el cuarto poder debe gestionarse, como los otros tres pública y democráticamente. Para ello deben existir instituciones públicas, gestionadas por personas ajenas a grupos políticos e intereses corporativos o empresariales, elegidas directa y democráticamente por la ciudadanía, asesoradas por personal especializado verdaderamente independiente y de prestigio reconocido, que gestionen los flujos informativos de suerte que, al menos desde esos manantiales, podamos beber agua clara y transparente informativamente hablando.
El otro aspecto esencial para que la libertad de expresión se mantenga inexpugnable se reduce a eliminar el ANONIMATO. Y esto se antoja complicado mientras quienes gestionan las redes sociales no sean obligadas, por el poder del Estado, a que identifiquen a todos y cada uno de sus usuarios de forma que impidan la creación de perfiles falsos. Porque cada cual tiene el derecho a manifestar lo que crea sólo con dos condiciones: Que dé la cara, asumiendo las consecuencias y además que en ningún caso pretenda coartar el derecho de las demás personas a manifestar sus creencias. No es posible ampararse en el derecho a expresarse para impedir que otras personas ejerzan igual derecho. Pensamientos únicos, verdades absolutas impuestas, ni una.
Rafael Fenoy Rico
Fuente: Rafael Fenoy Rico