MIGUEL ROSENDO SEISDEDOS, UN POETA OLVIDADO
SOMBRA Y PAN NEGRO (Pan de centeno)
Entre la niebla que lo envuelve todo el mozo campesino vuelve al pueblo con hondas amarguras en el alma y agobiantes fatigas en el cuerpo. La carreta, rodando por el lodo se deshace en gemidos lastimeros tras de los bueyes de pesadas carnes que marchan melancólicos y lentos. Las pequeñas ventanas de la aldea son, en la oscuridad, puntos de fuego, la noche es fría y húmeda, se oye lejanamente un brusco aullar de perros, y sembrando tristeza, una campana vierte lágrimas lentas por un muerto ; sin alegría, el pobre campesino ha murmurado para sí, ya llego. Ya ve las puertas de su pobre casa de barro sin pintar, ¿qué hallará dentro ? ¿qué encontrará como premio a su trabajo ? sombra y pan negro.
MIGUEL ROSENDO SEISDEDOS, UN POETA OLVIDADO

SOMBRA Y PAN NEGRO (Pan de centeno)

Entre la niebla que lo envuelve todo
el mozo campesino vuelve al pueblo
con hondas amarguras en el alma
y agobiantes fatigas en el cuerpo.
La carreta, rodando por el lodo
se deshace en gemidos lastimeros
tras de los bueyes de pesadas carnes
que marchan melancólicos y lentos.
Las pequeñas ventanas de la aldea
son, en la oscuridad, puntos de fuego,
la noche es fría y húmeda,
se oye lejanamente un brusco aullar de perros,
y sembrando tristeza, una campana
vierte lágrimas lentas por un muerto ;
sin alegría, el pobre campesino
ha murmurado para sí, ya llego.
Ya ve las puertas de su pobre casa de barro
sin pintar, ¿qué hallará dentro ?
¿qué encontrará como premio a su trabajo ?
sombra y pan negro.

Él, en cuanto amanece, antes que el día
ahuyente las tinieblas de los cielos,
oyendo el canto de los gallos deja
las sábanas morenas de su lecho,
y lento, fatigado todavía,
los párpados cargados por el sueño,
mal envuelto en sus ropas miserables,
santas por ir ceñidas a su cuerpo,
con su azadón al hombro, o tras la yunta,
a la ruda labor marcha de nuevo
para arrancar del seno de la tierra
con sus robustos brazos, con su esfuerzo,
el pan blanco que comen los señores,
los déspotas, los vagos, los soberbios.
Injusticia que el alma encoleriza
y hace rugir de indignación el pecho ;
todo para el gandul que no hace nada,
lo fino, lo mejor, lo más selecto,
y para ti gañán, héroe sublime,
¡ sombra y pan negro !
¡ Oh, que bello es el campo !
los poetas no encontraron jamás nada tan bello,
trigales, cielo azul, árboles, montes,
pájaros, mariposas, arroyuelos,
crepúsculos de rosas y amarantos,
ovejas, cabritillos y corderos ;
amores de zagales y pastoras,
flores, miel, soledad, valles amenos.
Ese es el campo de los falsos libros,
ese es el campo de los vates hueros.
Hay poesías en él, mucha belleza,
mucho sol, aire puro, flores, pero
¡ oh verdad que debiera ser mentira !
el campo es algo más, no es sólo eso,
el campo es el dolor del que lo labra
sin gozar de los frutos de su seno,
el campo es la casucha pestilente,
es la mujer hambrienta, el niño enfermo,
es ignorancia, desnudez, miseria,
sombra y pan negro.
Entre las rojas llamas del verano
Y entre los blancos fríos del invierno,

Ancianos, mozos, niños y mujeres
bregan, se agitan en sudor deshechos.
¡ oh que amargor de vida !, entre las bestias,
lo mismo que las bestias viven ellos.
Cuando alzan tristemente la mirada
ven la ciudad brillante, allá, a lo lejos,
allí está el esplendor, el arte, el lujo,
el placer, los teatros, los museos,
la música que eleva los espíritus,
los libros que iluminan el cerebro,
los altivos palacios que deslumbran,
los perfumes, las joyas, el dinero ;
lo que hace de la tierra un paraíso,
lo alegre, lo magnífico, lo bello.
Y en el campo, ignominia, frentes ciegas,
usura, esclavitud, flácidos miembros,
chozos, greñas, guiñapos, escaseces,
sombra y pan negro.
¡ Oh hermano campesino,
cuya vida resbala por el cauce del silencio !
entre zarzas de agobios y trabajos
y sobre guijas de dolor perpetuo,
no he de excitar tu puño a la venganza,
te quiero demasiado para eso,
la tea, el puñal, nada consiguen,
nada logra ni el crimen ni el incendio,
pero es preciso que alces la cabeza,
que exijas a la infamia tus derechos,
que pidas libertad para tu alma,
que alcances nutrición para tu cuerpo,
que arrojes tus harapos de mendigo,
que limpies de tinieblas tu cerebro,
que seas lo que eres, todo un hombre,
que dejes de vivir como los perros.
¡ A redimirte, a redimirte hermano !
¡ yérguete bravamente ! ¡ arriba !, es tiempo
de que no encuentres sólo en tu camino
sombra y pan negro.

Miguel Rosendo Seisdedos

Poeta vallisoletano fusilado al comenzar la guerra civil española de 1936

Relatada por Antonio Pedrazo Sánchez


Par : ANTONIO BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO



Fuente: ANTONIO BERMÚDEZ GARCÍA-MORENO