¿Quiénes palpitarán sin la ruina clavada en la espalda?
¿Quienes serán los afortunados que atraviesen esta noche,
como si nada,
como si no fuera con ellos el espanto de vivir una vida
a lomos del harapo, del pus, del salitre de las lágrimas?
¿Quiénes serán esos pocos
que supieron callar mientras cayeron
los dientes, el pan, el trabajo,
que no acariciaron una sola protesta,
que han ordenado a su dignidad batirse en retirada?
¿Quiénes son esos chacales
que, pacientes, esperan
el acertado instante del soborno,
que rompen la sagrada esperanza
de quien existe a contrapelo
exprimiendo el dolor
hasta dejar en cueros el miedo?
¿Quienes, joder, quienes son esos pocos,
ese puñado de bestias tratados con reverencias
que guardan el santo y seña de nuestra riqueza,
que pasan de largo
sobre la desesperación de los que llevan solamente pobreza?
¿Quiénes son esos engendros que hacen buenos a los caudillos muertos de viejos?
Decidme quienes son,
quiero abrir en canal sus nombres,
dejarlos a la intemperie
huérfanos, solitarios, muertos.
Ahogados eternamente en la sangre de mis versos.