Artículo de opinión de Octavio Alberola

Según nos dicen los promotores y los partidarios de Podemos, “con Podemos, sí se puede”; pero – por supuesto – no la Revolución social para acabar con el capitalismo, sólo “todo” lo que se pueda conseguir a través del voto. Además, ¿quién desea hoy la Revolución, quién piensa aún en ella? Si Stalin y Mao, que dispusieron del poder absoluto no pudieron hacerla y sus epopeyas revolucionarias acabaron en lo que todos sabemos, no vamos a ser nosotros -que no hemos podido hacer una “huelga general” (realmente general) ni siquiera de un día- tan pretenciosos para creernos capaces de hacerla hoy.

Según nos dicen los promotores y los partidarios de Podemos, “con Podemos, sí se puede”; pero – por supuesto – no la Revolución social para acabar con el capitalismo, sólo “todo” lo que se pueda conseguir a través del voto. Además, ¿quién desea hoy la Revolución, quién piensa aún en ella? Si Stalin y Mao, que dispusieron del poder absoluto no pudieron hacerla y sus epopeyas revolucionarias acabaron en lo que todos sabemos, no vamos a ser nosotros -que no hemos podido hacer una “huelga general” (realmente general) ni siquiera de un día- tan pretenciosos para creernos capaces de hacerla hoy. En cambio, lo que “sí se puede”, lo que “sí podemos” con Podemos es votar y tener diputados “elegidos por nosotros”. Y, además, si somos una mayoría la que vote por Podemos, hasta “podremos ganar las elecciones”, “ser gobierno” y “convocar una constituyente” para recuperar “la democracia que nos han secuestrado las élites financieras”, como ha dicho Pablo Iglesias en el Parlamento europeo.

Vale la pena pues de reflexionar y preguntarnos seriamente con Podemos, ¿qué podemos…? No sólo para saber si de verdad “con Podemos, sí se puede”, “sí podemos”, sino también para preveer lo que pueda pasar si no votamos por esa formación. No vaya a ser que, tal como se han puesto las cosas desde la irrupción de Podemos declarando obsoleta “la dicotomía izquierda-derecha”, se compliquen aún más las perspectivas electorales y, queriendo conseguir un resultado, obtengamos el contrario… Es pues por todo ello que me parece urgente reflexionar y que voy a intentar hacerlo lo más seria y objetivamente posible.

Con Podemos, ¿qué podemos?

Más allá del 1 253 837 votos y los cinco diputados obtenidos por Podemos en los comicios europeos del pasado 25 de mayo y de su acelerado crecimiento (tanto en presencia en los medios como en intención de voto) que le sitúan (según las encuestas) como la tercera fuerza política en España, es indiscutible que la existencia y el desarrollo de esta formación están provocando una sorprendente reconfiguración de la escena política española.

Es indiscutible porque sus efectos se ven corroborados por los sondeos y las reaccciones que Podemos ha suscitado: tanto de parte de los Partidos como de numerosas personalidades. Y es sorprendente porque esta reconfiguración política -que en condiciones normales debería permitir a la izquierda echar del Poder a la derecha- está creando una tal división de la Izquierda que no se debe descartar la continuidad de la Derecha en el poder. De ahí la importancia y urgencia de analizar objetivamente esta extraña situación creada por la existencia de Podemos, pues –como ya lo hemos dicho- no vaya a ser que, llevados por el entusiasmo, desemboquemos en escenarios políticos peores al actual y, en consecuencia, en una nueva y catastrófica desilusión.

No sólo debemos hacerlo porque no podemos ni debemos descartar responsablemente tal posibilidad sino también porque los resultados de todas las experiencias similares que han precedido a la de Podemos han sido muy desilusionantes. Y, además, porque las contradicciones y ambigüedades que siguen caracterizando -desde su lanzamiento mediático- el discurso y funcionamiento de Podemos parecen confirmar de más en más que el objetivo de los promotores y dirigentes de esta formación es gobernar, cueste lo que cueste… Un coste que, junto con sus contradicciones y ambigüedades, pueden permitir a Podemos ser, si no la primera, al menos la segunda fuerza política del país; pero también convertirla en todo lo contrario de lo que hoy pretende ser y de lo que afirma querer hacer mañana si llega a gobernar.

Y, como de tal denegación sólo se beneficiarían la derecha y los ricos, es lógico y ético que al no desear eso tratemos, sin aprioris ni subjetivismos, de saber qué es lo que realmente quiere Podemos. No sólo porque es un deber de todo ciudadano consciente el intentar saberlo sino también porque es la experiencia histórica -no un dogma antielectoral– la que nos obliga a meditar para saber si es de nuestro interés lo que puede pasar según se vote o no.

Ahora bien, preocuparse por el futuro no impide reconocer que Podemos ha conseguido reilusionar con la política a mucha gente que se había desenganchado de ella en estos últimos años, sea por considerarla inoperante para los de abajo o corrupta y benéfica sólo para los de arriba. Inclusive a una parte de la juventud que participó activamente en el 15M y coreó aquello de: “políticos chorizos” y “que se vayan. Esa parte de la juventud que ahora cree posible poder echarlos de sus poltronas gracias a Podemos. Aunque sólo a los políticos de la “casta”; pues los militantes y votantes de Podemos creen ahora posible abrir paso a otras posibilidades que la mera alternancia entre el PP y el PSOE.

No se puede pues negar que Podemos ha logrado reilusionar a muchos ciudadanos con «la esperanza de una política horizontal y transversal donde todos cuentan», además de obtener su confianza para ponerla en práctica tras romper el statu quo político impuesto por el bipartidismo y haber puesto -por fin- «en marcha los ciudadanos» hacia “el gobierno del pueblo por el pueblo mismo”.

De nuevo la esperanza

¿Cómo negar que, tras décadas de “desencanto”, nos encontramos ante un fenómeno de “reencanto” y de “esperanza” en la posibilidad de poner fin a la corrupción y conseguir una “regeneración” ética de la política y de los políticos? Pues, aunque nada permita afirmar que este fenómeno durará, ¿cómo negar que Podemos cuenta ya con un importante capital electoral y que las perspectivas para las futuras elecciones le son -por el momento- muy favorables?

Es innegable que Podemos encarna –aunque debamos repetir “por el momento”- el desespero de la parte de la población que ha sufrido más duramente los «recortes» (¡vaya eufemismo!) impuestos por las políticas neoliberales (antisociales) del PSOE y del PP, como también el entusiasmo combativo despertado por el 15M y las sucesivas manifestaciones y “mareas” que, arrumbando siglas, banderas y denominaciones lograron movilizar en las calles a miles y miles de indignados. Pues, aunque este entusiasmo exprese de más en más una resignación (“hagamos confianza”, “probemos”, “ya veremos…”), aún es suficientemente movilizador para llevar a la gente a depositar su voto en las urnas.

Por ello debemos ir más allá de los entusiasmos desmedidos manifestados tras la “victoria” del 25M y por las perspectivas actuales de voto (“porque Podemos crece donde otros ya no pueden ni saben contar», “porque emociona» de nuevo el «tener voz con diputados nuestros” y el pensar que «podemos llegar a gobernar» y construir «un Estado social y democrático de derecho que se precie, que se parezca al mejor que existe en el planeta», según Monedero) y esperar a lo que saldrá de las dos convocatorias que esta formación está organizando para dotarse de un “reglamento” y fijar su “programa”. Pues aún no ha sido posible saber si Podemos irá más allá de la “horizontalidad democrática” formal de los demás partidos “democráticos” (en los que también las decisiones son “tomadas por mayoría en las asambleas”) y de las habituales y casi siempre demagógicas propuestas de los partidos de la Izquierda institucional (“impulsar un proceso constituyente que recupere la soberanía popular y la de los pueblos, dejar de pagar la «deuda ilegítima», nacionalizar la banca privada, acabar con la austeridad y los recortes, defender salarios y pensiones dignas y una fiscalidad progresiva para que paguen más los que más tienen, paralizar los desahucios y promover la vivienda pública, impedir las privatizaciones de servicios públicos, combatir la violencia machista, defender el derecho de las mujeres sobre su cuerpo, cambiar el modelo productivo mediante una reconversión ecológica, rechazar las intervenciones militares, derogar la ley de extranjería…“). Es decir: si Podemos se conformará con ser un partido socialdemócrata más -aunque con nuevas caras y un nuevo modo de funcionamiento basado en Internet- o tratará de ser lo que sus promotores decían querer ser en la etapa del lanzamiento del “Proyecto”.

Las contradicciones y ambigüedades…

A la espera pues del “reglamento” y del “programa” no queda más remedio que inquietarse por las actuales contradicciones de Podemos, entre el discurso “democrático”, “participativo”, “horizontal” y la práctica autoritaria, dirigista, vertical de sus promotores, como también por las importantes ambigüedades que desde el inicio caracterizan el discurso de esta formación. Tanto sobre el problema de la democracia –interna y externa- como sobre las medidas a adoptar para que, una vez desalojada la “casta” del poder, no se instalé en él una nueva y los trabajadores puedan comenzar a emanciparse de la explotación capitalista.

Desgraciadamente, si Podemos se queda en las 10 propuestas anunciadas como medidas importantes y urgentes a tomar en caso de llegar a gobernar (Auditoría ciudadana de la deuda y una banca al servicio del ciudadano; Más castigo al fraude y fin de los paraísos fiscales; Renta básica para todos y un sistema fiscal justo; Fin a la puerta giratoria y limitación del salario de los eurodiputados; Extensión de las iniciativas legislativas populares y presupuestos participativos en la UE; Derecho a la libertad de expresión y manifestación, a una vivienda digna y a decidir sobre el propio cuerpo; Plan de choque contra la desigualdad entre mujeres y hombres; Derogación del plan Bolonia; Prohibición de los CIES; Derogación del Tratado de Lisboa y modificación de los de libre comercio), no sólo se confirmará la intención de Podemos, de no salir del sistema capitalista, sino que su función se reducirá a canalizar la actual indignación por las urnas para que nada de esencial del régimen del 78 cambie… Pues, aunque no sea esa la intención consciente de su promotores ni de la mayoría de sus miembros y votantes, la petulancia de algunos de los Podemos que ya se ven gobernando es tal que, obcecados por tal ambición, hasta se olviden de la necesidad de alianzas para ganar las elecciones al PP.

Claro que “no bastan operaciones cosméticas”. Claro que “no basta cambiar de imagen”, como les advierte Monedero a los del PSOE; pero tampoco basta con afirmar “Podemos avanza y el régimen cruje” para poder “sumar nuevas mayorías sociales”… Al contrario, inclusive en el terreno electoral, una tal petulancia puede acabar restando en vez de sumar, y servir, además, para que “el falso decorado del régimen del 78” se mantenga en vez de hundirse…

Efectivamente, situarse en este limbo puede también conducir a Podemos a confundir –como le está sucediendo al PSOE- “política y marketing”. Por lo que también Monedero y Podemos deben reflexionar en la frase con la que Quevedo cierra El Buscón: “nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres”.

Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola