La mayoría de la izquierda norteamericana ha desaparecido de la contienda política en la reciente campaña electoral, en función del apoyo a un candidato como John Kerry. Con aquello de “cualquiera menos Bush” los sectores progresistas han apoyado a un político, con mejores formas, pero casi tan derechista como el propio presidente en asuntos de fondo, y coincidente con él, en la campaña, en temas como la guerra, la complicidad con Sharon, el protocolo de Kioto, el TPI (Tribunal Penal Internacional), o la restricción de determinadas libertades civiles.
Este abandono de postulados políticos propios, de buena parte de estos sectores alternativos norteamericanos, es uno de los hechos que explican, no ya la frustración por una derrota, por otro lado previsible (ver mi artículo publicado en UH el 11-9-2004), sino además el desconcierto añadido de los que se sienten, después de la apuesta electoral fallida, huérfanos de referentes propios, organizativos y políticos. Son miles los activistas que se han dejado la piel, denunciando los crímenes probados, los robos manifiestos y las mentiras descaradas de Bush y sus compinches. Un esfuerzo ingente que no merecía acabar, sin más, llamando a votar por Kerry.
Bush no es el único asesino respaldado por los votos, generados en un contexto electoral de manipulación y miedo. Sharon, a su vez, aniquila a la población palestina indefensa con el aval de las urnas, como en su día Adolf Hitler, en 1933, ascendió al poder ganando unas elecciones. Con estos precedentes, resulta sorprendente que algunos confíen en un hipotético y repentino ataque de cordura de Bush que, a modo de ciencia infusa, le pueda sobrevenir en la nueva situación. Ésa idea sólo puede partir, como coartada, desde unos estamentos políticos, institucionales o gubernamentales que se preparan para rendir pleitesía a la mayor fábrica de terrorismo del mundo. La “conversión tipo San Pablo” no va con los intereses bastardos que mueven la guerra y la geopolítica, y mucho menos cuando los delincuentes, amos del mundo, se sienten fuertemente avalados por los resultados electorales del pasado día 2.
¿Qué hacer ahora ? De entrada, no engañarnos. La situación, ya de por sí mala, era susceptible de empeorar y, por desgracia, así ha sucedido a partir del primer martes de Noviembre : Bush es más peligroso que antes de las elecciones. En el plano interno norteamericano, es más que probable la continuidad de las políticas antisociales y la extensión de las ya existentes enormes bolsas de pobreza y exclusión social de millones de personas, a la vez que se acentúa un auténtico estado de excepción inquisitorial contra las libertades civiles (con medidas tipo “Patriot Act”, y el control absoluto del poder legislativo y judicial por la extrema derecha). En el exterior, aparte de la intensificación de la destrucción de Irak y el robo de su petróleo (mientras escribo estas líneas se desarrolla un nuevo y devastador ataque sobre Faluyah, con el pretexto-mentira de acabar con Al-Zarqawi), el apoyo incondicional al genocida Sharon y la amenaza a terceros países de la región, ya hay indicios que apuntan, amenazadores, hacia Latinoamérica : Cuba, Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina, y los movimientos sociales de Bolivia y Ecuador, se encuentran en la renovada agenda de la doctrina Monroe, después del 2/11.
Pero este inquietante panorama no significa que los trabajadores, las organizaciones sociales y políticas alternativas, y el conjunto de la población, nos hayamos quedado sin posibilidades de influir en el rumbo de los acontecimientos. Hay que recordar que una de las grandes noticias de los dos últimos años fue la aparición global de la ciudadanía en las calles, en protesta contra la guerra, el 15 de febrero de 2003, como inicio de intensas movilizaciones. La lucha por ése otro mundo posible, y cada vez más necesario, solamente tiene posibilidades de éxito desde la independencia de la sociedad civil.
Hay que continuar la movilización, con nuevas formas de lucha solidaria contra el terror, la injusticia y la guerra, a la vez que se avanza en la construcción de una sociedad alternativa. Entre las iniciativas de resistencia potencialmente eficaces se encuentra la de efectos económicos, auténtico talón de Aquiles de los señores de la guerra. Todavía no hemos calibrado en su justa medida las posibilidades de nuestra inevitable condición de consumidores. El boicot a los productos de las empresas que se benefician de la guerra terrorista, que desde diferentes entidades sociales se ha propuesto, no es, en absoluto, una mala idea. Tenéis una lista completa de empresas y marcas norteamericanas, británicas e israelíes en el sitio www.ixent.org/boicot.htm. Paremos la guerra también, cómo no, desde la cesta de la compra.
Pep Juárez,
Secretari general de CGT-BALEARS
Novembre de 2004.