«Impío es para la ciudad rechazar el ruego suplicante de unos extranjeros», clama el coro en la tragedia Los Heráclidas, de Eurípides, una pieza poco conocida y aún menos representada que el director de escena estadounidense Peter Sellars (Pittsburgh, 1957) ha recuperado por considerar que su tema, el derecho de asilo, está de plena actualidad, como lo demuestra el reciente desalojo de inmigrantes en la catedral de Barcelona.
The children of Herakles, que podrá verse del 15 al 19 de junio en el Teatre Lliure, incluye un debate previo y la presencia en escena de niños inmigrantes.
La tragedia explica la historia de los hijos de Hércules, perseguidos por el rey de Argos, Euristeo, quien después de matar al héroe pretende acabar con toda su descendencia para evitar cualquier reclamación de su trono. Es una acción preventiva que el viejo y cansado Yolao, sobrino de Hércules, y Alcmena, madre del héroe, intentan evitar huyendo a otras tierras. Sin éxito. Euristeo envía mensajeros allá donde llegan instando a devolverle a los fugitivos bajo amenaza de declarar la guerra. Sólo Atenas, la ciudad de la democracia, acepta protegerlos. Pero pagará las consecuencias.
The children of Herakles es la personal respuesta al 11-S del controvertido Peter Sellars, que en España había presentado antes sus polémicas y aclamadas adaptaciones de Las bodas de Fígaro (Barcelona, 1991) e Historia de un soldado (Madrid, 1999). Frente a la opción tomada por su Gobierno de considerar a casi todo extranjero como un potencial enemigo, Sellars apuesta por el diálogo y la comunicación. «Está claro que tenemos que mejorar nuestras relaciones», indicó el director el pasado sábado en Amsterdam después de que este montaje inaugurara el viernes el festival de verano de la ciudad. Para Sellars, los refugiados y, por extensión, los inmigrantes, «son gente excepcional que se han visto obligados a dejar toda su vida atrás para iniciarla en otra parte, a partir de cero. Es un grupo de gente muy poderosa y valiente a los que desde Occidente hemos decidido criminalizar. Esta gente tiene vida, familia, y sólo los tratamos como una cuestión burocrática. Ni siquiera es un tema de derechas e izquierdas, es algo que tenemos que resolver como seres humanos, no como animales políticos».
Para situar al espectador en el contexto actual de la tragedia, antes de la representación y en el mismo escenario, se presenta un debate o coloquio en el que participan inmigrantes, técnicos, políticos y otras personas relacionadas con el tema desde múltiples vertientes, además del público. Los invitados cambian cada día y se ajustan a los problemas concretos de cada país. «Tal vez la cuestión más importante ahora para un artista es la necesidad de crear contextos», indica Sellars. «Ves un gesto, un palestino suicida o lo que sea, pero no conoces su contexto. No sabes si era valentía o locura, si era agresivo o generoso. En el montaje, todos juntos creamos nuestro contexto en el que reconocemos ciertas experiencias ; así, a lo largo de la velada tenemos una comprensión común de lo que significa decir algo en un determinado momento». Para moderar el debate busca siempre a un personaje televisivo, que en España será Mercedes Milá, y que después en la representación lee también la parte del coro. «En Eurípides, el coro es el público y el líder del coro es el que representa a la opinión pública, que hoy en día está representada por la televisión», indica.
Después de esta intensa introducción, que modifica la mirada del espectador sobre la obra, comienza, tras un descanso, la representación propiamente dicha. En inglés, con subtítulos en el idioma del país, y una única modificación del texto original que sustituye la palabra «rey» por la de «presidente». En el centro del escenario casi desnudo sitúa una tarima desde la que Ulzhan Baibussynova canta bellos y profundos cantos del Kazajstán. Hace las veces de Zeus y bajo su protección, sobre unos sacos de dormir situados en el suelo, un grupo de niños refugiados (en Barcelona son alumnos inmigrantes de un instituto) actúan pero no hablan, como testigos mudos de una tragedia de la que son protagonistas y sobre la que no se les da opción a decidir. «En este sentido, la obra es muy actual», recuerda Sellars. Los actores profesionales están caracterizados como si salieran de un noticiario de la CNN. Yolao (Jan Triska) es un viejo paralítico que agota sus pocas fuerzas intentando proteger a los niños. Le ayuda Alcmena (Ruth Maleczech), una vieja ataviada con una burka que ha llorado muchas muertes, entre ellas la de su nieta Macaria (Zainab Jah), que se inmola para salvar a su pueblo y acaba llevada en brazos como los mártires palestinos. El heraldo de Euristeo (Karen Kandel) parece un clon de Condoleezza Rice y Demofonte (Brenda Wehle) es una mujer ejecutiva a lo Mary Robinson. El mensajero va con uniforme militar estadounidense y Euristeo (Cornel Gabara) aparece al final encapuchado y de naranja, como los prisioneros de Guantánamo.
No es una obra fácil de digerir. Sellars no quita crudeza al texto de Eurípides y al final es la víctima, Alcmena, la que clama venganza y pide la pena de muerte para Euristeo en contra de la opinión de los atenienses. «No es una resolución simple. Eurípides demuestra lo frágiles que son las cosas por las cuales lucha una democracia. Necesitamos años y años para crear progreso, y en un momento todo puede ir hacia atrás».