Artículo de opinión de Rafael Cid

“Si esto fuera un golpe de Estado,

estaría dirigido por un sargento chusquero”

(Josep Borrell)

“Si esto fuera un golpe de Estado,

estaría dirigido por un sargento chusquero”

(Josep Borrell)

El intento de defenestrar a Pedro Sánchez ha sido comparado con el 23-F. Y no está mal traído, al menos como metáfora del gatillazo político. Según ha comentado Josep Borrell en la radio, el alzamiento para cargarse al secretario general del PSOE tiene mucho de bufonada. Y ciertamente, quien haya orquestado el operativo se ha comportado como un perfecto indocumentado. Lo que ocurre es que, incluso en su aspecto histriónico, ambos sucesos tienen partes comunes. El “tejerazo” fue una dramática charlotada. De hecho, una rara avis en la historia de los pronunciamientos militares, lo perpetró un pelotón de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil. El asalto a Ferraz, por su parte, lo han protagonizado 17 miembros de la Ejecutiva. Aquellos cambiaron la libretilla de sancionar infracciones en la carretera por la metralleta. Estos pensaban que su renuncia en bloque acarrearía fulminaría al líder socialista. Craso error, fallaron en lo más evidente. Los del tricornio dejaron funcionando una cámara de televisión que retransmitía la sesión parlamentaria cuando irrumpieron en el hemiciclo, y los autodenominados críticos no supieron leer con provecho los Estatutos del partido a los que se remitían. Un patinazo frecuente entre las gentes adictas a la obediencia debida, generalmente personas acostumbradas a tener razón por motivos equivocados.

Pero las similitudes entre la trama militar y la trama política en ambos golpes van más allá de esos escenarios paralelos. Tanto en la toma del Congreso como en el asedio a Ferraz la orden de actuar y la posterior contraorden de replegarse provinieron de una misma fuente. El 23-F se inició con Milans del Bosch sacando los tanques en Valencia en nombre del Rey y de España, y se frenó cuando Juan Carlos le conminó a retirarlos con aquello de “es mi decisión y ya no me puedo echar atrás”. En la variante de los socialistas conjurados para salvar al PSOE de tentaciones radicales e independentistas, el foco recae sobre un medio de comunicación: la cadena SER del grupo Prisa, sociedad editora de El País. Es a raíz de unas declaraciones de Felipe González, grabadas sobre las tres de la madrugada en Colombia, donde acusaba a Pedro Sánchez de haberle mentido, como se rompen hostilidades. Viceversa, es de nuevo tras otra entrevista, ahora a Borell, emitida en el mismo programa, cuando los amotinados empiezan a recular en sus objetivos desestabilizadores.

Claro que tanta estulticia tiene una explicación. En esta ocasión “el elefante blanco”, esa “autoridad, militar, por supuesto” que debía asumir el poder, es la reina del “peronismo rociero”, expresión con que el entorno del socialismo andaluz califica a la corte de Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía. La lideresa que, oficiando el papel que en día representó el general Alfonso Armada ante el teniente coronel Tejero, mandó a sus subalternos a comunicar a los de Ferraz que debían entregarse sin oponer resistencia. Un tal Antonio Pradas, el mensajero elegido para entregar el pliego de cargos de los 17, y su compañera de pupitre en la federación andaluza Verónica Pérez, que pretendía ocupar la sede vacante. Misión imposible porque en Ferraz le dieron con la puerta en las narices, lo que no impidió que Pérez tuviera el rasgo de humor de manifestar ante una nube de periodistas que “la única autoridad en el PSOE soy yo, le guste o no”.

Pradas y Pérez eran en realidad lo que en argot de la novela negra se conoce como “la pistola humeante”, la pista cierta que conduce al criminal. En este caso, la jefa Díaz, que el jueves 28 reunía en prime time a la plana mayor del PSA-PSOE para presentarse como la salvadora de los desheredados y ofrecerse para “coser” los rotos que había hecho el “insensato sin escrúpulos” (El País dixit) de su secretario general. Sin muestra de pudor y manifestando una sagacidad política manifiestamente mejorable, la “sargento chusquero” del plante dejó dicho para la eternidad que los ciudadanos les votan “para que hagamos su vida mejor”. Afirmación recibida con una ovación de gala impropia de una clase dirigente que después de gobernar en régimen de monopolio desde la aprobación desde 1981 ostenta el honor de haber hecho hija predilecta de Andalucía a la primera latifundista del continente; gestionar la segunda región europea con más paro y vanagloriarse de sus dos últimos presidente, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, el “Pepe y Manolo” de los ERE, los presuntos culpables del mayor desfalco social de la historia democrática.

El peronismo rociero tiene esas chispeantes contradicciones. Puede instigar un tamayazo y al mismo tiempo, como acaba de hacer el alcalde socialista de Sevilla, mostrar su bonhomía democrática promoviendo una consulta popular para alargar la Feria de Sevilla. Ambas cosas aprobadas por aclamación. El mensaje que presidia el plenario que escuchó embelesado a la nueva Evita lo decía todo: “La fuerza que nos une”.

Rafael Cid

 

 

 


Fuente: Rafael Cid