Nos han metido otra vez en una guerra “humanitaria”. Curiosamente, también un 19 de marzo, como hace ocho años. Aunque esta vez al perro le han colocado el collar de una resolución de la ONU, el de Libia es de la misma camada que el de Irak o el de Afganistán: Un régimen tiránico como el de Gadafi, hasta ayer amigo de las potencias occidentales, donde venía a plantar su jaima, con sus camellos y vírgenes, y que ahora también sirve de excusa para un ataque bélico que, sin duda, igualmente tiene unos objetivos ajenos a los de promover la democracia y los derechos humanos.
En su día
también fueron los talibanes, en Afganistán, o Sadam Hussein, en
Irak, todos ellos criaturas made in usa, las excusas para
iniciar unas guerras que sólo sirvieron a la industria
armamentística, al robo de los inmensos recursos energéticos y al
control geoestratégico de la zona, por parte de Estados Unidos e
Israel.
En su día
también fueron los talibanes, en Afganistán, o Sadam Hussein, en
Irak, todos ellos criaturas made in usa, las excusas para
iniciar unas guerras que sólo sirvieron a la industria
armamentística, al robo de los inmensos recursos energéticos y al
control geoestratégico de la zona, por parte de Estados Unidos e
Israel.
Que nadie tenga
la menor duda de que las potencias occidentales, a las que se ha
unido de manera tan entusiasta el gobierno español del otrora
pacifista Zapatero, no dan puntada sin hilo. Por una parte, está en
juego el futuro control de los recursos energéticos de Libia y, por
otra, el control de las incipientes revueltas democráticas en los
países árabes, que ya están provocando quebraderos de cabeza,
entre otros, al estado sionista.
Han dejado
pudrir la situación, sin intentar ni de lejos una solución pacífica
lo menos cruenta posible. Califican como necesario el ataque “para
evitar males mayores”, y han convencido a la opinión pública que
no había otra alternativa. Puede que, también esta vez, a las voces
críticas con el ataque sobre Libia se nos apunte como partidarios de
Gadafi, como en su día se nos acusó de hacerle el juego a Sadam
Hussein. Pero me temo que ahora, muchos de aquellos actores e
intelectuales del “no a la guerra”, como también los principales
dirigentes políticos y sindicales de esa izquierda de cartón-piedra
aferrada a las instituciones, harán de claca de las decisiones de
Zapatero.
Mientras, en
Bahrein y en Yemen se asesina a decenas de manifestantes, sin que la
“coalición” mueva una pestaña. Lo mismo vale para los sátrapas
y petromonarcas que componen media Liga Árabe, alentadora de la
“zona de exclusión aérea” para Libia. El ejército de Arabia
Saudita, por cierto, verdadero “ejemplo” de estado democrático,
ha entrado en Bahrein para sostener el régimen tiránico amenazado
por las revueltas populares, sin que los barcos de la “coalición”
hayan puesto proa al mar de Arabia. La hipocresía occidental no
conoce límites. O mejor dicho, los límites los marcan los intereses
económicos y geopolíticos puros y duros, importándoles una higa
los derechos humanos y demás monsergas.
Bloqueen los
regímenes dictatoriales, supriman los paraísos fiscales que les dan
cobijo, y denle voz al pueblo. Paren esta guerra, dejen de matar
víctimas inocentes, fuercen una solución pacífica y democrática
del conflicto. Esta nueva guerra, como la que comenzó hace
exactamente ocho años, ni se hace en nuestro nombre, ni contará con
nuestro silencio.
Pep Juárez,
Marzo de 2011.