Esta vez, la parca nos ha golpeado duro. De repente, sin avisar, la muerte de Eladio Villanueva nos deja desconcertados, con un regusto muy amargo, mezcla de impotencia e indefensión, porque de súbito se nos ha ido un amigo, un referente casi de hermano mayor, aunque Eladio fuera más joven que muchos de nosotros.
Él formaba parte de nuestros planes, de nuestras luchas, de ése futuro que habíamos soñado juntos. Será duro acostumbrarnos a seguir adelante sin él, sin su cariño, sin su proximidad, sin su irrenunciable interés por las alegrías y los sinsabores de todos los que hemos sido sus compañeros. Echaremos de menos su palabra oportuna, su sonrisa pícara y su abrazo tierno y grande, tan grande como él era.
Pero con nosotros vivirá una segunda vida. Los que hemos tenido la suerte de conocerlo, incluso los que lo hemos hecho con la intermitencia de trato que impone la distancia geográfica, llevaremos para siempre el recuerdo de Eladio. El legado de su trabajo, el contenido de sus escritos y el ejemplo de su compromiso germinarán, crecerán y se multiplicarán en nuestra memoria colectiva, y en la de los que vengan detrás de nosotros. De Eladio recogemos el testigo, que nos acompañará en los momentos de alegría, así como también nos guiará y nos ayudará a plantar cara a la adversidad, en el difícil viaje hacia esa patria igualitaria, de los obreros y de los desposeídos, mestiza y libre, de la que él siempre fue uno de los mejores embajadores.
Muchas gracias y hasta siempre, compañero.
Pep Juárez