Artículo de opinión de Rafael Cid.

“Término creado Alfred Jarry para designar

a la ciencia paródica dedicada al estudio de las soluciones

imaginarias y las leyes que regulan las excepciones”

(Patafísica, según Wikipedia)

“Término creado Alfred Jarry para designar

a la ciencia paródica dedicada al estudio de las soluciones

imaginarias y las leyes que regulan las excepciones”

(Patafísica, según Wikipedia)

Como si el tiempo hubiera pasado en balde, el “sí pero” se ha interpuesto de nuevo en las notas de algunos portales digitales de la izquierda alternativa emitidas a raíz de los atentados terroristas de Barcelona y Cambrils del 17-O. Una secuela de la guerra fría, cuando las atrocidades perpetradas por las dos grandes potencias dependían del color con que se miraran. Un maniqueismo de garrafón sin términos medios, que denigraba a las víctimas fueran quienes fueran. El totalitario esquema amigo-enemigo imperaba en la izquierda antiimperialista y la ideología se supeditaba a sus dictados. A menudo viendo la paja en el ojo ajeno y negando la viga en el propio. El resultado fue una época de poder sin moral, con mucha realpolitik y ni briza de ética. Un trágala que mudó cuando el Mayo Francés de 1968 empezó a llamar a las cosas por su nombre sin olvidar los apellidos. El terrorismo no tiene enmienda, independientemente de que se haga invocando al Tío Sam, al Capital, Alá, la civilización cristiana o la Sagrada Familia (Marx, Lenin y Stalin).

Además el muro cayó en 1989, y con él la ilusoria división del mundo entre un Este de comunismo de Estado y un Oeste de capitalismo de Estado. Hoy todo el orbe es capitalista y el Estado sigue siendo su valedor universal. Aunque persistan engendros capitalista-comunista, como en el Estad ballena chino, que se obstinen orgullosamente en retener lo peor de cada casa. Por eso sorprende comprobar cómo en su fuero interno la izquierda que se ofrece como oposición al brutal capitalismo rampante (piense o no en escalar las instituciones para sus propósitos) sigue utilizando pautas que reproducen aquella disciplina inquisitorial. Desde luego ya no se hace con los trazos gruesos en que manifestaban sus preferencias cuando el gobierno de EEUU y el de la URSS arremetían por “razón de Estado” contra los pueblos que orbitaban en sus patios traseros. Desde el golpe de Estado en el Chile de Allende hasta la invasión de Vietnam, desde la represión a sangre y fuego de la rebelión Húngara hasta la ocupación de Checoslovaquia. Todo tenía su porqué dialéctico, dependiendo del ángulo en que se contemplara.

Algo de aquella errática “cosmovisión” ha aflorado ahora en muchos de los comunicados publicados en los sitios web de las principales sensibilidades que conforman hoy el mapa de la izquierda anticapitalista. Desde Kaos en la Red, hasta CNT y CGT, pasando La Haine, todos a su manera han intentado “contextualizar” una tragedia que se resumía en sendas acciones de terrorismo indiscriminado que ha segado la vida a personas de varias nacionalidades que paseaban tranquilamente por las Ramblas de Catalunya un fatídico viernes de agosto. Un “sí pero” de nuevo presente como reserva mental en esos comunicados revela que para determinadas formas de entender la política no todos los asesinatos merecen la misma condena sin paliativos. Como si la libertad y la vida fueran bienes relativos y hubiera un terrorismo de alta intensidad y otros más llevaderos. Vayamos a los hechos.

El de la Confederación General del Trabajo era uno de los más severos a la hora de calificar la naturaleza homicida del atentado. “La CGT ante la barbarie de Barcelona”, decía en su titular. Sin embargo dentro el texto insinuaba un discreto “si pero” que casi desmerecía esa inicial y meritoria contundencia. No solo porque daba a entender una secundaria relación causa-efecto entre lo perpetrado en Las Ramblas y los crímenes que diariamente cometen impunemente los ejércitos que operan en la guerra de Siria. Circunstancia que asomaba cuando en el primer párrafo se advertía “Hoy nos tocado de cerca” y se tildaba de “ataque” lo sucedido. Expresión que remite a un imaginario escenario bélico no declarado como móvil de los terroristas (atacantes). Y esa misma percepción se activaba al final de la nota: “Paremos el fascismo venga de donde venga”. De nuevo una suerte de relación biunívoca como explicación al drama. Así las víctimas, muertos y heridos, en cierta manera quedaban soterradas en un contexto de victimarios múltiples.

De similar inspiración era la declaración publicada por el otro sindicato anarcosindicalista: “La CNT ante el atentado de Barcelona”. Pero con una interesante novedad sobre su colega libertario. Aludía a un aspecto intrínseco e intransferible de ese tipo de actos terroristas protagonizadas por kamikaces de la fe. La nota de la CNT hablaba de “intolerancia religiosa” en un capítulo de factores coadyuvantes. Por lo demás incurría en el mismo exceso de contextualización arbitraria al enmarcar el suceso mediante expresiones como “bandos”, “daños colaterales” y el sufrimiento del pueblo por “guerras que no son las suyas”. De nuevo las gentes vilmente asesinadas parecían actores pasivos de un conflicto remoto.

La web de La Haine, que reproducía como propio el pronunciamiento de Izquierda Castellana, ofrecía un titular omnicomprensivo enlazando el atentando de Barcelona con el 11-M de Madrid bajo la sentida rúbrica “Unid@s en el dolor y en la lucha”. El cordón umbilical entre ambas fechas presuponía que ambas tragedias tenían detrás una acción de represalia bumerán por los crímenes cometidos históricamente por el colonialismo contra el pueblo árabe. Entonces en Irak y ahora en Siria. Todo ello con una chocante exoneración-acusación de entrada que se nutría en los ecos del dualismo de la guerra fría: “No es el islam, son los monstruos creados por el imperialismo capitalista”. El resto abundaba en la tesis de los “efectos colaterales” y establecía la ya mencionada mapacización de la matanza en un territorio distinto y distante al de los hechos.

Finalmente, Kaos en la red, una de las redes sociales más visitada de la izquierda, sorprendía con una nota divergente. Por un lado, con un “Por qué la masacre de Barcelona” como titular, situaba el beneficio de la duda en las entrañas del atentado (el consabido “si pero), que no obstante elevaba a la categoría homicida de “masacre”. Y por otro, era el único de los medios aludidos que hacía alusión a su carácter fanático mencionando al “terrorismo yihadista” y ligándolo al intento de acabar con “libertades y derechos democráticos”. Fue el único de los cuatro comunicados que reivindicaba la “democracia” como valor político-social a defender, repudiado en los textos de CGT, CNT y La Haine.

Este debate, que reaparece ahora con perfiles mucho menos procaces, fue el parteaguas que hizo catarsis entre la izquierda autoritaria (entonces en buena medida estalinista) y la incipiente izquierda antiautoritaria (mayoritariamente anarquista) en los años de la guerra fría. Se concretó en la polémica mantenida por algunos de los intelectuales más lúcidos de la época. De una parte, los seguidores del pensador Jean-Paul Sartre, el gran vate de las tesis comunistas, para quien en las acciones terroristas también había clases. Y de otra, la pequeña tribu libertaria que se alineaba junto al escritor Albert Camus, en la posición contraria, como demostraría criticando sin excusas el uso del terrorismo por los dos bandos que combatían en la guerra de Argelia.

Pero sería finalmente otro notable filósofo, Maurice Merleau-Ponty, adscrito a las tesis sartrianas, quien fijaría posiciones en su conocida obra “Humanismo y Terror”. Según su autor cabe una conexión de compatibilidad entre humanismo y terror (de ahí la “y” copulativa) cuando quien lo lleva a cabo busca un fin mejor para todos. Una trabazón que pervertía la necesaria comunicación ética entre medios y fines para dejarla en un mecanicista espasmo de causas y efectos. Para esa escuela de praxis política de estirpe marxista, la violencia se justifica por sus propias intenciones. En paralelo con lo dicho por Friedrich Engels sobre que “violencia es la partera de la historia”, cuya interpretación crepuscular en estos pagos podría ser aquel dictamen de ETA (ponencia Oldartzen) ensayado en Hipercor para “socializar el sufrimiento”.

Pero el veredicto de la historia ha sido implacable al restablecer las coordenadas éticas de esa sintaxis político-ideológica. Quizás por eso, la transformación emancipadora que, a decir de Rosa de Luxemburgo, se planteaba como una opción entre “Socialismo o Barbarie” (aquí con la “o” disyuntiva), derivó también en genocidas experiencias de “Socialismo y Barbarie”. La Patafísica del Terror está también en los políticos oportunistas que intentan arrimar el ascua a su sardina a costa del sentimiento de solidaridad despertado por la tragedia y los grupos neofascistas que lo contextualizan a su favor para atizar soflamas xenófobas y racistas.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid