" voluminoso centro de horizontes diminutos que congrega infalible los chismes y las chanzas, la chulería y el chasco, lo que hace reír, lo diminuto, los chapines nuevecitos y el chapoteo en el charco "

» voluminoso centro de horizontes diminutos que congrega infalible los chismes y las chanzas, la chulería y el chasco, lo que hace reír, lo diminuto, los chapines nuevecitos y el chapoteo en el charco »

R.I.P.

Como I.N.R.I, mínimas y diminutas y llenas de íes, esas abreviaturas de eternidad parecen ridiculas en tiempos con prisa, con todos esos puntos sobre las íes haciendo inestables malabares como payasos con sus pelotas en las narices, o como hombres venga a dar vueltas a sus recuerdos delante de sus narices, en las ajenas, por no hablar de focas, dioses o planetas. Los pobres abuelos chochean, ¡si hasta siguen saliendo a la calle con esos anticuados calcetines de punto en los pies ! Se ve que en sus tiempos ganar tiempo era algo solemne y trascendente, que sólo se hacía una vez por todas. Como morirse o salvar al mundo. Así pasa, que vagan perdidos por los renglones de esta vida abreviatura, se diría que buscando sin hallar la versión extensa. Porque el caso es que algo quería decir aquello, ¿pero qué era ? Y se juntan en los parques y otros cementerios de la prisa, y apurando los últimos soles en los bancos hablan del tiempo, que algo iba a decir, pero se me ha olvidado, ¿se acuerda usted de qué era ? Y no, no consiguen recordarlo, pero siguen dándole vueltas y vueltas, cada cual a su abreviatura aunque todas recen igual.

*

CHE

La abuela se junta en el parque con el R.I.P. y demás jubilados chochos, pero no dice nada, escucha. Si acaso, cuando está varias, les manda callar un poco, chsss, para oir jugar a los niños. No es como ellos, no frecuenta lápidas ni tallas ni ha tratado con mármoles y bronces, ni lleva calcetines de puntos en los pies, los hace. Con su ganchillo paciente que hace uno de dos, dos del derecho y uno del revés, o al revés, mientras dure el hilo, sin rechistar. Su voluminosa literalidad se hace sin querer centro allá donde se posa, de algún breve horizonte que congrega chistes y chismorreos, achuchones y chuchos meneando el rabo, cháchara y estornudos, achís, Jesús, a ver si se me va a enfriar el Niño. El de la vecina, o el de la sucesora, qué más dará en ese hilo sin cabo que teje madre o hija, dos del derecho, uno del revés, callado entre los Ripis y los Inris que aún siguen dando vueltas a sus historias y sus bufandas, siempre tan mal rematadas, ¿quieres que le ponga unas borlas ?

Parece que ya no se la precisa. Los filósofos sesudos proclaman en los libros el fin de la bufanda y el estornudo, y los anuncios ofrecen tres extraíbles por una de ganchillo. Chismes y cachivaches muy animados que se mueven solos, dicen. Con borlas de espejismo que no abrigan, es verdad, pero con mucho color, y ruido, que ya no se tejen a mano y de espacio, sino de prisa y a luces. Y cómo va a meterse en las tertulias del banco de al lado, si a ella las luces nunca le hicieron pensar en siglos de letras ni en renglones, sino en ruedos de sangres y miradas, y espadas y abanicos, y trajes de parpadeos deslumbrantes. Si sus perlas de recuerdo, tan falsas y bisuteras, no son fines de proyectos ni trayectos consumados, sino chanclas y apapachos, y chocolates con churros, y chucherías absurdas y remotos charangos… a estas alturas de bajada la che, que es vieja y gorda, sabe que ellos, los que se cuentan de a uno, no la acaban de entender nunca, por sobra de intentarlo ; aunque algunos entonces se le acerquen como a enigma y los demás, los más, corran a parapetarse tras un tramo de burladero que con las prisas, y mirando sólo dónde poner los pies, les parece recto. A chistarle y lanzarle insultos o piropos, a animarla o convencerla o hasta partirla en dos de una estocada de silencio en todo lo centro, con tal de no acompañarla sin más en la faena. Y no iba a ser distinto ahora. Porque la che sigue soltando salivilla al hablar, y teniendo morros y ronquidos y una lengua húmeda y rosácea, y ocupando mucho más sitio del necesario, el doble. Y a ellos, los de a uno, los solos, siempre les ha preocupado lo preciso. Y no van a cambiar, a estas alturas de bajada.

Así la che es hoy paria manso que ni rechista llevado al matadero, despiezado en dos letras, o generaciones, o géneros. Ella que sin embargo sigue siendo sin querer, allá donde se planta, voluminoso centro de horizontes diminutos que congrega infalible los chismes y las chanzas, la chulería y el chasco, lo que hace reír, lo diminuto, los chapines nuevecitos y el chapoteo en el charco, cuanto se mima y prolonga entre la lengua y los dientes queriéndose redondel, de luces o de sombras, qué más dará, como mama el Niño chico o el que chochea, sin achuchones por salir de estampido entre los labios a alguna acera recta que lleve por lo derecho, cuanto antes, a alguna parte.

Si chusco o chabacano su destino, si es para chillar o atender sin rechistar, díganlo otros. Cierto es que compararlo, con el sino de la eñe por ejemplo -otra de su pueblo que también se vino a la aldea global en busca de fortuna- podría ser materia acaso de una bonita tragedia. O de una sesuda comedia. Díganlo otros, que la che, a diferencia de su tocaya, ni chilla ni rechista ; aunque a ella no le hayan quitado una exótica montera, sino la vida, ni rebanado un postizo, sino el alma. Pero es que hay pueblos y pueblos, aun en el mismo. Y la eñe siempre anduvo entre dueños y señores frunciendo el ceño y haciendo enseñas, en lugar de calcetines de punto que abriguen para los pies. Que si le niego a usted el cuño, que morir en el empeño, que como me engañes te araño… Y mira que lo decían en uno de los pueblos de su pueblo, quien siembra cizañas recoge malas sañas ; pero se ve que la eñe con la montera calada nunca escuchó a nadie, ni aun a sí. Por eso será que es tan popular, en tiempos ensordecidos, en uno de los pueblos de su pueblo. Porque ni ella ni sus admiradores entenderán nunca que pueda haber dos del derecho y uno solo del revés. O al revés.
Y por eso la che sigue haciendo ganchillo sin rechistar, madre o hija patria o matria, jubiladita en su banco y descuartizada. ¡Derecho !, ¡sereis chapuzas !… ¿pero cuándo se ha visto hacer derecho lo que son reveses, o al revés ?, ¡y con lo que me han costado !… ¡que eso no se tiene que ver, que es lo que sujeta !, anda, trae aquí a ver cómo lo arreglo… pero el hijo o nieto o padre -el abuelo no, por la reúma- ya ha salido a estas alturas corriendo a la gran superficie redonda, a comprarse diez pares reversibles y estampados con banderas o con ositos por el precio de uno ; claro que uno siempre es otro, así es que sale gratis. Y la che, sin refunfuñar y sin montera, sigue tejiendo descuartizada en el parque.

Y es que ella no se importa, sino sus calcetines de ellos, dos por el derecho, uno en el revés. Después de todo, ésa era la razón de tanto tejemaneje, ¿no ? Los pies calientes y la cabeza fría, ésa es receta vieja y probada para entretejer madejas. Un sonido y un silencio, una ce y una hache, tú y yo, en fin, dos del revés, uno al derecho, ¿por dónde iba, que me hacen perder el hilo ?… es de suponer que la che siga repasando sus menguas y sus crecidos, tonterías, sus chanclas y el chocolate de Nochevieja, ella con sus chucherías y él con su alma pocha, aquel ocho infinito de una calle en que entretejieron algo, en fin, redondeles diminutos, chorradas, sueños chafados, churros repartidos en una cama, dos por el derecho, uno en el revés, chatos en la esquina los domingos, y chuflas en cumpleaños, y también chozas y machetes, achiques desesperados, naufragios chicos, salen dos del revés y uno del derecho, y muchos hechos, otra vez ha venido el frío, y muchos dichos, parece que ya alargan los días, y a lo hecho, pecho. Pero mejor si es repartido, ¿no le parece ?… ¿no querrá usted el mío, señora ?…. chssss…

Jose Luis Arántegui