Nada nos parece tan horrible como la propaganda en carne viva, o nos aparenta estar tan en moda como una bien hilvanada decepción. Sin embargo la pasarela es la misma para ambas formas de propaganda, simplemente que la decepción viste mejor por llevar un vestuario más excitante provisto por la alta moda de Relaciones Publicas.

Y esas RP no se limita a las empresas multinacionales, o al mundo empresarial en general; es algo inherente en nuestra vida cotidiana, habiéndose infiltrado en multitud de instituciones, envenenando la política, y erosionando la poca honestidad que todavía les haya quedado a los que hemos elegido para que gobiernen.

Y esas RP no se limita a las empresas multinacionales, o al mundo empresarial en general; es algo inherente en nuestra vida cotidiana, habiéndose infiltrado en multitud de instituciones, envenenando la política, y erosionando la poca honestidad que todavía les haya quedado a los que hemos elegido para que gobiernen.

Durante el último siglo hemos visto la transformación del epíteto conocido por propaganda, con todas sus implicaciones de vilipendio, a lo que ha llegado a ser una ciencia social con acreditación académica plenaria, desvergonzadamente sentándose a la mesa con profesiones de limpia reputación. Nuestra sociedad se tiene que tragar en cuerpo y alma esa necesidad que se supone existe para qué individuos prominentes y organizaciones puedan hacer saber al público lo importante de su encomienda. Claro que lo que recibimos con demasiada frecuencia está contaminado con engaño.

Desde comunicados de prensa a la práctica de control de daño, relaciones publicas, la seudo-ciencia, está más que lista para engañarnos a todos. La alquimia de sesgar favorablemente y distorsionar los no-hechoes a hechos, el uso de eufemismos y la constante manipulación de la verdad ha llegado hasta tal punto de sofisticación que nos es difícil discernir entre ficción y realidad. Mientras que donde debiéramos encontrar ayuda para zanjar esta cuestión, el gobierno, es muchas veces cómplice con aquellos envueltos en el engaño; eso es, cuando no es sino el mismo gobierno el origen del engaño. Ahora para complicar mas las cosas hemos entrado en una nueva época de relaciones publicas con mediación del Internet.

Los norteamericanos han sido victima – algunos argumentarían, beneficiarios – de tres grandes decepciones durante estas tres ultimas generaciones, en los tres casos con el gobierno como conspirador al engaño e instrumento del poder capitalista. De los tres, uno de ellos implica la defensa del mismo capitalismo rapaz, un sistema que se nos hacen saber se identifica con la democracia y nuestras libertades constitucionales. Esa decepción suprema ha permitido el crear y mantener un poderío militar de imperio, que a su vez ha permitido una interferencia incontestada en los asuntos de naciones soberanas. Pero la decepción envuelta en el ámbito militar es algo que por ahora debemos echar a un lado y poder concentrarnos en las otras dos, vivienda y trabajo, donde quizás todavía podamos confrontar el engaño y desacreditar viejos mitos; algo que pueda darnos la oportunidad de forzar la planificación a largo plazo de ambos, la educación y el empleo sin tener que castigar y empobrecer a tres cuartas partes de la población, como ha ocurrido, cuando ha estado a merced del libre mercado.

De los dos engaños, el mas visual y que juega un papel importante en el desastre económico por el que estamos pasando es el de bienes inmuebles, el fraude que se ha llevado a cabo en la vivienda… y lo que en EEUU era conocido como “el sueño americano”… un invento de aquellos con la riqueza y el poder para convencer al trabajador norteamericano tanto de las virtudes del capitalismo como de lo sacrosanto en la propiedad privada, por encima, claro está, del bien común en una sociedad equitativa. Lo que siempre fue una vivienda tradicional, el vivir bajo un tejado, se convirtió medio el engaño en una necesidad sacrosanta de ser propietario-hipotecado que no solo en forma simbólica sino de hecho se transformó en un instrumento de inversión mágico, una fuente de riqueza que no existía. Ladrillos y mortero sobre unos metros de terreno nos hizo a todos capitalistas inteligentes y emprendedores. El alquiler era la opción de los muy pobres, aquellos que todavía no pertenecían a la clase capitalista de “propietarios”. Todo esto ocurrió mediante el engaño y la creación de subsidios que tan solo han estado ayudando, y continúan ayudando, a una industria ineficiente de bienes inmuebles.

Cualquier análisis científico-financiero que se haga para determinar que es lo que mas le conviene a un individuo, si rentar o comprar, dará un claro resultado, dada la naturaleza de la vivienda, un activo inmovilizado, mas aun en estos tiempos en que el empleo pueda forzar varios cambios de residencia durante la carrera laboral.

Lo que muchos llevamos diciendo por décadas, algo que estaba fuera de la corriente dominante, está ahora ganando conversos a diestra y siniestra, y es… que tiene sentido financiero el alquilar en vez de comprar casa donde vas a vivir.

Precisamente ayer estaba leyendo sobre uno de estos muchos conversos, un profesor adjunto de Finanzas Personales en Berkeley (Universidad de California), Rich Arzaga, fundador y presidente de Cornerstone Wealth Management, quien no aparenta vergüenza alguna al admitir que la vivienda que compró hace siete años se ha desvalorizado un 35 por ciento. Nos adula que se haya dado cuenta de su error si bien muchos lo pensaran bien antes de tomar su asignatura o permitirle que invierta sus dineros.

En cuanto a la otra gran decepción, el empobrecimiento de la mayoría en el país como consecuencia de la globalización económica, es un tema que ni el gobierno ni la curia capitalista que de hecho “rige” EEUU están dispuestos a afrontar, quedándose los sucios secretos entre bastidores.

Tres grandes decepciones o engaños perpetrados a la ciudadanía de EEUU: la necesidad de un ejercito imperial; la fantasía del “sueño americanos”; y la inmersión de la nación de la noche a la mañana en una globalización sin haber planificado las posibles consecuencias, y actuado sobre ellas.

Nos preguntamos si Hitler tenía razón al decir que “las grandes masas de gentes serán victimas con mayor facilidad de una gran mentira que de una pequeña”. En EEUU, aparentemente lo hemos sido por triplicado.

© 2012 Ben Tanosborn – www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn