El Congreso de Unificación (1984) entre las dos corrientes mayoritarias del anarcosindicalismo, se produce en un momento en el que se había agotado el camino iniciado en 1976, y se necesitaba otro impulso diferente.
Todo había cambiado a nuestro alrededor laboral, social, sindical y políticamente. Todo había cambiado para que todo siguiese igual. Las movilizaciones sociales de la década anterior habían desaparecido. Las innumerables siglas (partidos, sindicatos, grupos juveniles, asociaciones,…) que aparecieron al albur de un deseado cambio social languidecían y morían.
Estábamos en la década de los 80. Los años de las leyes de Reconversión y los Reales decretos de Reestructuración que inician el proceso de desmantelamiento del Sector Industrial y destruyen millones de empleos estables, reorganizando las situaciones productivas y abriendo el paso de miles de trabajadores hacia el sector servicios, las oficinas del paro o las prejubilaciones. Todo pactado y rubricado por UGT-CC.OO. ante la tremenda desilusión de un movimiento obrero que desorientado y desarticulado, se ve incapaz de dar respuestas. Un cambio que muta la ilusión de la posibilidad de una sociedad nueva por la aceptación de la inevitable implantación del modelo político y económico de la democracia capitalista occidental.
En el año 1984 se producen acontecimientos en el mundo sindical de gran trascendencia. Es un momento de inflexión en el que CC.OO. con debates internos y sangría de militantes, decide no firmar el Acuerdo Económico y Social, AES (en 1981 había firmado el Acuerdo Nacional de Empleo, y en 1983 el Acuerdo Interconfederal) y distanciándose del gobierno del PSOE. Este enfrentamiento, más formal que real, llevó a la convocatoria un año más tarde, en 1985, de la primera Huelga General convocada desde la transición.
En el ámbito político y social 1984 es un año clave para la sociedad española. El 30º Congreso del PSOE acuerda respaldar la entrada de España en la estructura militar de la OTAN. Dos años antes, en 1982, el último gobierno de UCD había firmado ya la entrada del país en su estructura política. El año siguiente, 1985, con el PSOE y el gobierno haciendo campaña por el SÍ desde unos medios de comunicación cada vez más poderosos y monopolizando la información en un solo sentido, consiguen la derrota del NO y del impulso radical de la transición.
El sindicalismo se convierte en un engranaje más del sistema político y económico y asimila a él sus criterios. El tejido industrial desaparece y comienzan los contratos temporales, las reformas de las pensiones, los acuerdos interconfederales con pactos de pérdida de poder adquisitivo,…
Ese es el contexto y ese es el reto que decide afrontar la organización que se sigue proclamando CNT y que se plantea con total convicción que el anarcosindicalismo todavía tiene mucho que aportar. Las circunstancias no son fáciles y no quedan demasiadas energías para seguirlas desperdiciando en debates estériles. Por ello el compromiso del Congreso de Unificación se proyecta como la última posibilidad ante los retrocesos abiertos.
Ahora, casi sin darnos cuenta, ya han pasado 25 años desde ese Congreso de Unificación y el proceso social ha ido evolucionando sobre las líneas ya definidas en aquel momento. Así vemos cómo la integración en la OTAN y en la Unión Europea han consolidado un modelo político y de relaciones internacionales perfectamente homologado por la hegemonía estadounidense y bendecido por las multinacionales y demás organismos del capital : BM, FMI, UE, BCE, …. Un monstruo sin cabeza, invisible, que liquida nuestros derechos y donde los gobiernos de turno liquidan nuestro poder de decisión.
El rodillo bélico, laboral y social, ha llevado aparejado otro represivo, antiecológico y de desigualdad que nos pretende mantener adormecidos por el consumismo, el crédito, los vaivenes financieros y por las posibilidades casi infinitas de uso tecnológico. Y sin necesidad de pensar. Hasta que todo estalla y nos vuelven a meter en otra crisis, la enésima del sistema capitalista.
Nosotros, primero como CNT y desde el año 1989 como CGT, no hemos abandonado la pelea. Hemos ido levantando un muro de conciencia, de respuestas, de luchas y de solidaridad a lo largo de 25 años de actuación permanente en todos los ámbitos donde nos ha sido posible. Hemos ido a contracorriente, cuestionando el sistema y la lógica del capital. Defendiendo el reparto del trabajo y de la riqueza. Luchando contra el militarismo, contra la depredación ambiental y contra la desigualdad.
Si bien el proceso social ha seguido su curso dentro de la deriva neoliberal, otras muchas cosas han cambiado a nuestro alrededor, ya que nos hemos ido rodeando de apoyos y simpatías, dentro de los nuevos y viejos movimientos sociales que contribuyen decisivamente a una amplificación de nuestros mensajes. Ahora contamos con una experiencia propia acumulada y con una militancia que ha llegado a la CGT en función de una multiplicidad de razones, cimentando una organización dinámica en permanente evolución.
Esta experiencia acumulada, esa militancia a la que no dejan de sumarse nuevos compañeros y compañeras, junto con el apoyo de los movimientos sociales con los que confluimos, hace que CGT constituya una realidad incuestionable en numerosos centros de trabajo y en el conjunto de la sociedad. Es ahí desde donde planteamos el próximo impulso para seguir nuestro camino desde la utopía a la realidad. Por que para eso sirve la utopía. Para seguir creando caminos.
Rojo y Negro
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Fuente: Redacción