Primeras Jornadas sobre la guerrilla antifascista en Cordoba.
Bujalance-Montoro, junio 2005
Cuando se produce el alzamiento del ejército rebelde en 1936, el movimiento jornalero en la campiña de Córdoba se hallaba en plena ebullición. En Castro del Río, Bujalance, Fernán Nuñez, Baena, existen vigorosos sindicatos de la CNT. En el mismo Bujalance, la mitad de la población -unas 4.000 personas- estaba afiliada al sindicato.
Primeras Jornadas sobre la guerrilla antifascista en Cordoba.
Bujalance-Montoro, junio 2005
Cuando se produce el alzamiento del ejército rebelde en 1936, el movimiento jornalero en la campiña de Córdoba se hallaba en plena ebullición. En Castro del Río, Bujalance, Fernán Nuñez, Baena, existen vigorosos sindicatos de la CNT. En el mismo Bujalance, la mitad de la población -unas 4.000 personas- estaba afiliada al sindicato.
Estos trabajadores, en su inmensa mayoría jornaleros del campo, llevaban ya a sus espaldas duros y largos años de lucha y reivindicaciones. Y también de represión, que no se interrumpió durante la República. En aquella sociedad el jornalero representaba casi un residuo feudal, por las condiciones de miseria y de sumisión en que vivía. Dentro de los ateneos y los sindicatos, a través la ideología y de la razón había progresado no sólo en sus condiciones laborales, sino como personas, habían empezado a conocer la dignidad, la enseñanza y la cultura a través del anarcosindicalismo y sus ideas de transformación social. Con el alzamiento militar se ven obligados a tener que defender con las armas la sociedad que querían crear. En Bujalance, los tres hermanos Jubiles (o Juiles), Francisco, Juan y Sebastián Rodríguez Muñoz junto con otros muchos compañeros de su pueblo, se lanzan al frente.
Como otros tantos, terminada la guerra, se negaron a someterse y a sepultar la forma de vida y el proyecto para el que se estaban preparando. Se lanzan al monte a resistir, constituyendo lo que se conoce como la guerrilla antifranquista. Hasta 1962, con más o menos intensidad, la guerrilla tuvo en jaque al régimen y al menos, le amargó una victoria que el franquismo pretendíó que fuera total, sobre los cuerpos y sobre las ideas.
Muchos dieron la vida, otros sufrieron torturas y prisiones. Unos son conocidos y otros anónimos. Todos ellos merecen el mismo recuerdo. Tanto aquellos de los que se conoce su nombre y su trayectoria, como aquellos que solo permanecen en la memoria de sus familias y de los ya pocos supervivientes. Que esta iniciativa de recuperar la memoria de la guerrilla, la guerra civil y de la lucha jornalera en Córdoba se convierta en un homenaje a todos ellos.
Los Jubiles
Sebastián, Francisco y Juan Rodriguez Muñoz (Hermanos Jubiles)
Bujalance escapó al alzamiento fascista del 18 de julio. La guardia civil se acuarteló en espera de acontecimientos. Se constituyó un comité revolucionario formado principalmente por miembros de CNT y UGT, que desarrolló sus tareas hasta diciembre de 1936, ya que los combates no se dan en este pueblo hasta después del bombardeo de los fascistas el 14 de diciembre. El alcalde y los concejales no desaparecieron, pero quedaron sin atribuciones. Se crearon un comité de defensa, otro de abastecimiento y uno de agricultura. Se nombraron delegados en los cortijos, y estos acreditaban las jornadas de trabajo, lo que servía para proveerse de lo necesario en los economatos establecidos por el comité de abastecimiento. La situación en el pueblo se fue dificultando por la continua llegada de refugiados desde las localidades que iban cayendo frente al avance fascista, ya que tenían que suministrarse alojamiento y comidas para los que huían.
En un primer momento, sólo tres guardias civiles son fusilados por sus actos represivos contra los trabajadores en la huelga de 1933 ; el resto es dejado en libertad. Las noticias que iban llegando del frente de guerra, y de la durísima represión en los pueblos que iban cayendo bajo dominio fascista (las matanzas en Baena, Puente Genil, y otros muchos lugares), provoca la ira en el pueblo. Se dan actos violentos y hasta 112 personas de derechas, terratenientes, del clero y la burguesía locales son fusilados. No se trata aquí de justificar estos hechos, pero si de encuadrarlos dentro la situación en la que se dieron ; y desde luego, de separar estos sucesos de la fría y calculada estrategia de muerte y represión ejercida por los franquistas durante años y años.
La posguerra en Bujalance fue difícil para el lado de los vencidos. Sólo entre el final de la guerra y 1940 fueron fusiladas 49 personas. Los miembros del Comité Revolucionario, los militantes más destacados de la CNT y de la UGT fueron asesinados. Las razones de esta «especial» dureza represiva se debieron a su tradición obrera y a su especial significación de este pueblo en los sucesos revolucionarios de 1933. Por otro lado, era el único pueblo de la campiña que tenía un grupo guerrillero en la sierra, Los Jubiles. No importaba la edad de los iban a ser ejecutados ni los supuestos delitos de los que se acusara. Lo que importaba era dar ejemplo de lo que era el nuevo régimen ; con aquellos asesinatos se pretendía enterrar no sólo los cuerpos, sino la moral, la dignidad y las ideas de todo un pueblo.
En los primeros días de la guerra los anarquistas comenzaron a organizarse en «centurias» (unidades de unos cien hombres, con un jefe de centuria al frente), en las que se elegía para el mando a los compañeros que más se hubieran significado en las huelgas y en las tareas sindicales. Así ocurrió en la localidad de Bujalance, donde los hermanos Rodríguez Muñoz tuvieron lugar significado desde los primeros días. En septiembre y tras la pérdida de Castro del Río y Espejo, estas centurias se fueron uniendo y comenzó a formarse la columna de milicianos que dio en llamarse «Columna Andalucía-Extremadura», donde se terminaron agrupando los anarquistas de la provincia y que tuvo también una de sus sedes en Bujalance. Esta columna que llegó a tener casi 5.000 integrantes, intentó recuperar Castro del Río y tras no lograrlo se retiró hasta Bujalance, donde permaneció hasta que se perdió el pueblo en una cruenta batalla en diciembre de 1936. La columna se dirigió a Manzanares para reorganizarse, a través de Villa del Rio y Andujar, y allí le alcanzó la militarización de las milicias, creándose en enero de 1937 la 88 Brigada Mixta. Los tres hermanos Jubiles estaban al frente del 2º Batallón. Desde Manzanares, a últimos de enero vuelven al frente de Córdoba, tomando posiciones entre Villa del Río y Lopera y trasladándose después al frente de Pozoblanco, donde permanece hasta que termina la guerra.
El 26 de marzo de 1939, el ejercito sublevado toma Pozoblanco. Los Jubiles estaban en Villanueva de Córdoba. En medio del desconcierto general de las tropas republicanas, deciden irse al monte. «Ni nos entregamos ni nos vamos de España», le dijeron a Carlos Menéndez, comisario de la Agrupación de Artillería. Ahí empieza su odisea por las sierras de Córdoba y Jaén que termina el 6 de enero de 1944 en el tristemente célebre cortijo de Mojapiés.
Los Jubiles y los que les acompañaban decidieron entonces vender cara su vida. Por un lado, era imposible entregarse y esperar la «piedad» del vencedor, ya que eso era una muerte segura. Por otro, consideraban que el final de la contienda no significaba una victoria definitiva de los franquistas, y creían posible un posterior cambio de escenario, a lo que después contribuyó después la guerra europea contra el fascismo.
Para sobrevivir se apoyaron en gran cantidad de personas (de izquierdas en su mayoría) que les sirvieron de enlaces y proporcionaban alojamientos, lo que les permitía sobrevivir en un territorio cercado por las fuerzas militares y donde la represión se ejercía sistemáticamente. A pesar de ello, estas personas arriesgaban sus vidas y las de sus familias para sostener a la guerrilla. Gentes que llevaban una vida «normal» y que con una pericia y solidaridad que ahora se nos antojan irreales, hacían posible la supervivencia de los guerrilleros.
Se inició así una lucha de resistencia que abarcó desde 1939 hasta el inicio de los años 60. Primero, esta resistencia se surtió de todos aquellos que estaban «señalados» y que no podían esperar más que la muerte a manos de los franquistas. El monte se llenó de aquellos que habían participado en el movimiento obrero, en las huelgas, en los sindicatos y en los partidos de izquierda, hombres y mujeres que no aceptaban verse bajo el yugo fascista y que conocían el significado de las palabras libertad y dignidad. Luego, subieron al monte fundamentalmente, los represaliados y perseguidos, que ante el temor de caer en manos la terrible guardia civil, escogieron luchar en la guerrilla.
Los Jubiles salen en un grupo de más de cien y se dirigen hacia Alicante, pero el puerto estaba tomado por los italianos. Entonces retornan hacia Sierra Morena, y desde allí a Bujalance. Su campo de operaciones fue al principio la sierra de Cardeña y Montoro, haciendo esporádicas entradas en su pueblo y en la campiña circundante. Luego actúan en la sierra de Adamuz, Obejo, y llegan hasta Cañete de las Torres y Encinas Reales. Finalmente, se mueven entre las sierras de Cárdena y Montoro y las tierras de Marmolejo, Torredonjimeno y Bailén. Parece que el grupo de Los Jubiles llega a tener hasta 30 resistentes, según iban incorporándose a él los enlaces que eran descubiertos.
Haciendo incursiones desde el monte, se acercaban hasta los olivares colindantes con Bujalance, y en ocasiones hasta sus mismas casas, en las que se dice que llegaron a dormir alguna vez. Llevaban comida y dinero a sus familias y se informaban de su situación. Las torturas que la guardia civil y la Legión, (que aparece destacada en la campiña y sierra de Córdoba hacia 1940) inflingía a los que imaginaban que tenían algo que ver con ellos no tienen cuento. La familia de Los Jubiles es torturada y después desterrada a Encinas Reales. Allí, vuelven a ser detenidos y enviados a la prisión de Córdoba. En medio de este panorama, Los Jubiles no rehuían los encuentros con las fuerzas franquistas ; se les atribuyen ya la realización de bajas a falangistas y guardias civiles desde el verano de 1939.
Así trascurre durante casi cinco años la vida de los Jubiles. Ocultándose de caserío en caserío, haciendo largas marchas para evitar ser localizados, teniendo constantes encuentros con la guardia civil, atracando a los terratenientes de las comarcas por donde se movían para obtener fondos, siendo víctimas de emboscadas y de traiciones. Son acusados de multitud de acciones, tanto si se sabía con certeza de su participación como si no. Surge en torno a ellos el mito de Los Jubiles. Tanto en la población, que les admira y apoya, como entre las fuerzas franquistas, que les temen e intentan evitar cuanto pueden.
Tuvieron poco contacto con otros grupos guerrilleros. En 1943 intentan el contacto con un grupo de Marmolejo, pero al final se frustra y termina con grandes desconfianzas por parte de los Jubiles que creen haber sido traicionados, ya que en vez del grupo guerrillero, aparece en el lugar la guardia civil.
Una traición, la de Juan Olmo «El Abisinio» es la que da lugar al trágico desenlace del grupo. Este «Abisinio» era un pastor de Andujar que se une al grupo a finales de 1943. Con la intención de delatarles desde un principio, ocasiona primero la muerte de Juan Rodríguez Muñoz en una emboscada, y unos días después la de todo el grupo menos José Moreno Salazar, «El Quincallero», que es apresado. El grupo había decidido refugiarse en la casilla del cortijo de Mojapiés, en el término de Montoro, después de las desgracias sufridas en los últimos días y de las que era culpable el Abisinio. Éste en compañía de otro de los guerrilleros, se separan para dispersar a los animales que traían, y engañando a su compañero se dirige hacia Andujar, donde da parte del lugar donde se esconden Los Jubiles. La guardia civil emprende un amplio dispositivo y cerca el cortijo en la madrugada del 6 de enero de 1944. El Abisinio había convencido a Francisco Rodríguez de que guardaran las armas largas en una casucha cercana, por lo que cuando se inicia la emboscada, éstos no disponen más que de algunas pistolas. Aún así, intentan defenderse, pero son arrasados por disparos y bombas de mano. La casa se derrumba parcialmente y sólo José Moreno queda vivo para contarlo. Sufre la tortura de ver allí al traidor riéndose y golpeándole mientras contempla a sus compañeros muertos por doquier.
Tras la caida de Los Jubiles, el Abisinio es también responsable de la matanza del grupo de «El Obispo» de Marmolejo. El régimen lo premia haciéndole guarda en la localidad de Villa del Río. En 1963 muere en Sevilla atropellado por un coche.
José Moreno Salazar, «El Quincallero»
José Moreno Salazar, es superviviente de la matanza donde el grupo es finalmente aniquilado. La relación de José Moreno con los Jubiles es temprana, ya que se hace enlace del grupo desde septiembre de 1939, encargándose de ponerles en contacto con sus familias, llevar a éstas alimentos y dinero que le era entregado por los guerrilleros y en definitiva sirviéndoles de colaborador hasta el verano de 1940, cuando es detenido por primera vez por la Guardia Civil y torturado ferozmente junto con su madre y su hermano, siendo los tres encarcelados en Bujalance durante casi un año. En 1941 quedan libres, pero con la prohibición de salir al campo y debiendo presentarse en el cuartel tres veces al día, debiendo además, anotar en un diario todo que hacían durante el día. En las presentaciones eran víctimas de humillaciones e insultos, además de se objeto de constantes inspecciones en su casa. El hermano de José Moreno, después de ser condenado por robar en un cortijo y nuevamente torturado en la cárcel, queda imposibilitado de los dos brazos a causa de las torturas que se le inflingen. Los dos compañeros que son acusados con él, son fusilados.
La historia de Antonio, hermano de José, es también dolorosa y triste. Tras una vida de penurias desde que sale de la cárcel, es asesinado, con toda probabilidad, por los fascistas en 1978. Después de un altercado con unos policías, empieza a recibir amenazas de muerte. Un tiempo después es atropellado por un coche que se da a la fuga. Resulta gravemente herido y es operado con pocas esperanzas, pero sale vivo, aunque ya en una silla de ruedas. Cuando se está recuperando, otro coche le aplasta contra un muro.
En verano de 1941 José Moreno tiene 17 años, y se hace nuevamente enlace de los Jubiles. A finales de 1942, varias redadas de enlaces le hacen temer nuevamente que va ser apresado, y sin dudarlo, huye a la sierra a ponerse en contacto con el grupo y unirse a ellos. Con ellos permanece hasta el 6 de enero de 1944, día en que el grupo es traicionado y aniquilado.
José Moreno es apresado y llevado a la cárcel de Córdoba. No pueden imaginarse las torturas a las que fue sometido ; en los interrogatorios los fascistas pretendían que denunciara a personas que habían servido de alojamiento y enlace a los Jubiles. No consiguieron que delatara a nadie. A la cárcel seguían llegando presos día tras día. Los jueces militares piden la pena de muerte para él. Pero José se niega a aceptar el destino que los asesinos le tenían preparado y huye de la cárcel con un compañero. Exhibiendo un sorprendente arrojo, se mezcla entre los albañiles que trabajaban en la cárcel durante un día de visita de altos cargos franquistas.
Tras muchas vicisitudes consiguen llegar hasta Manzanares, donde tenían un contacto con una familia que podía ayudarles. Después de un tiempo, para no comprometer más a sus protectores, marchan hacia Madrid donde intentaron sobrevivir hasta que el peligro de ser identificados les hace huir hasta Valencia, donde el compañero de José, Francisco Jurado, no puede más y se entrega, siendo fusilado.
José Moreno se queda en Valencia e intenta unirse a la guerrilla allí, lo que no puede hacer ante la falta de contactos. José Moreno empieza a trabajar y a vivir con un nombre falso : Antonio Pérez Sánchez. Termina haciéndose agente de seguros en un pueblo de Cuenca, Osa de la Vega. Tras toda una vida ocultando su identidad, su pasado y sus ideas, en 1988 recupera de nuevo su nombre : José Moreno Salazar.
Durante todos esos años de convivencia con el franquismo para evitar ser descubierto, José guarda dentro su afán libertario. Y una prodigiosa memoria de su vida, que ahora tenemos la suerte de poder compartir.
A él, y en su nombre a todos los que lucharon contra el fascismo, dedicamos estas jornadas.