Octavio Alberola. Respuesta al artículo de BALANCE, "Ministros anarquistas"
Estimados compañeros de ROJO y NEGRO digital, la lectura del artículo sobre el libro de Dolors Marín ("Ministros anarquistas") que os ha enviado BALANCE (Cuadernos de Historia) me ha incitado a enviaros estas reflexiones :
Octavio Alberola. Respuesta al artículo de BALANCE, «Ministros anarquistas»

Estimados compañeros de ROJO y NEGRO digital, la lectura del artículo sobre el libro de Dolors Marín («Ministros
anarquistas») que os ha enviado BALANCE (Cuadernos de Historia) me ha
incitado a enviaros estas reflexiones :

LA LECCIÓN DEL 36

Es posible que BALANCE tenga razón en la crítica que hace a Dolors
Marín sobrre su manera de abordar el tema de los “ministros
anarquistas” ; pero la manera en que BALANCE enfoca y resuelve el
problema de la colaboración gubernamental (el haber nombrado ministros,
etc.) es muy simplista y demagógica, además de dar la impresión de que,
consciente o inconscientemente, Balance se sitúa en la línea de la
crítica dirigida desde posiciones estalinistas o trotskistas.

Que la colaboración gubernamental fue una contradicción ideológica y un
error es evidente, puesto que ese sacrificio no impidió que se perdiera
la guerra. Pero la verdadera cuestión no es ¿por qué la CNT produjo
ministros ?, sino la siguiente : ¿estaban la CNT y la FAI (sus «líderes»
y sus militantes) en condiciones de enfrentarse victoriosamente a los
militares y de integrar (libremente) a todos los demás sectores del
proletariado en su programa y en sus experiencias revolucionarias sin
transformarse en poder, en dictadura ?

Y a esta cuestión, los hechos (la historia) demostraron ampliamente que
no, que no estaba en condiciones. Además, si lo hubiese intentado por
la fuerza, su dictadura habría sido una contradicción ideológica aún
peor que la colaboración gubernamental, puesto que no sólo la
revolución habría dejado de ser libertaria, para transformarse en
autoritaria, sin garantía alguna de poder ganar la guerra.

Es pura demagogia decir que se renunció «a una revolución total», dando
por hecho que esa revolución «total» era posible. Como también es muy
fácil hablar del «impulso revolucionario de las masas cenetistas» como
si fue huracán, un ciclón que arrasaba por todos lados «al mundo
capitalista». En primer lugar, porque las «masas cenetistas» no eran
todas las masas proletarias, y, en segundo lugar, porque en la mayoría
de los casos las «masas cenetistas» no eran otra cosa que grupos de
militantes muy activos y abnegados con influencia moral indiscutible en
sus pueblos o sectores de trabajo.

El «millón» de afiliados a la CNT no era un millón de militantes
convencidos y decididos, y había otros millones de obreros y campesinos
que no eran de la CNT, que no eran anarquistas. Y todo eso sin tomar en
consideración el entorno internacional : el fascismo, las democracias
burguesas y el estalinismo.

Por supuesto que la destrucción «total» del «Estado burgués», del
Estado fascista o comunista» y de cualquier otro Estado, es «el
principio y punto de partida de una verdadera revolución proletaria» ;
pero la cuestión fundamental es : ¿estaba el proletariado español (no
sólo el anarquista) decidido en 1936 a llevar adelante esa destrucción ?

Y esa cuestión ni siquiera se la plantea BALANCE, se contenta con
decir : «que el único deber de los revolucionarios es el de hacer la
revolución ? De ahí que sólo haya sacado «como lección del 36» que «una
revolución es total y totalitaria o está perdida».

¿Una revolución «totalitaria» ? ¿Qué querrá decir con esto ? ¿Querrá
decir que el revolucionario tiene el deber de imponer la revolución al
pueblo, como lo hicieron los comunistas en Rusia y lo han hecho en
otros países ? Una revolución libertaria, anarquista, ¿puede ser
totalitaria ?

Claro que esta cuestión no ha estado suficientemente profundizada, ni
en 36 ni tampoco lo es hoy. De ahí que los haya que se digan
anarquistas y que no sólo se consideran con el derecho de imponer la
(su) revolución, sino de imponernos su punto de vista y acusarnos de
«traidores» si no estamos de acuerdo, si tenemos un punto de vista
diferente al suyo, si decimos que la revolución debe hacerla el pueblo
y no una vanguardia, por anarquista que ésta se pretenda.

Sí, por supuesto, la colaboración gubernamental fue más que un error,
una contradicción, una incoherencia, pero no fue la «que hizo perder la
guerra y dio vía libre primero al estalinismo (¡quince mil presos
antifascistas en las cárceles de Negrín en 1938 !) y luego al fascismo
(cuarenta años de franquismo)».

La colaboración gubernamental no fue la CAUSA sino la CONSECUENCIA de
«la derrota de la situación revolucionaria en sus primeros pasos». Y de
esta derrota no son los únicos responsables «la burocracia obrera
cenetista y estalinista», «la dirección cenetista», «los altos jerarcas
anarquistas», sino toda la militancia anarquista y el proletariado
español e internacional. Y digo que éstos son también «responsables»
porque tampoco pudieron impedirla.

Pero, claro está, hay que matizar y preguntarse si había condiciones
para que esta derrota no fuese inevitable. Y no sólo inevitable por las
«circunstancias», nacionales e internacionales, de la relación de
fuerzas, etc, sino también porque la propia militancia revolucionaria
no estaba en condiciones de llevar muy lejos la «situación
revolucionaria» de los «primeros pasos». Si esa militancia
revolucionaria hubiese estado en condiciones de hacerlo no habría
permitido la colaboración gubernamental, habría proseguido y
profundizado la revolución.

Ahora bien, esto no significa que esa militancia no haya hecho prueba
de un gran coraje y abnegación. Es indiscutible que el proletariado
español, el anarquista en particular, estuvo a la altura de los
acontecimientos históricos de aquella época : tanto para enfrentarse al
fascismo como para intentar una de las transformaciones sociales más
avanzadas de la historia de la humanidad.

La «lección a sacar del 36» es que la revolución, el fin de la
explotación y la dominación, es un proceso del que forman parte todas
las luchas sociales que tienen objetivo alcanzar ese fin. Un proceso en
el que, cada una de esas luchas aporta una experiencia y es una lección
más a retener por las nuevas generaciones de revolucionarios.

La revolución que pretenda tener ese objetivo no puede admitir que se
le encarcele en un programa o proyecto definitivo, y menos aún en un
programa o proyecto a imponer.

Sí, la «lección a sacar del 36» es que no hay una fórmula mágica para
hacer una revolución social auténtica y que nadie puede pretender
haberla encontrado. Tampoco los “incontrolados” del 36.

Fraternalmente
Octavio Alberola


Fuente: Octavio Alberola