En el artículo “Por Dios, por la Patria y el Rey”, Rafael Cid nos advierte de que, “aparte de las consecuencias sociales, en su mayor parte permisivas para el capital y lesivas para los trabajadores (¿causa y efecto ?), la crisis está dejando otros flancos al descubierto como evidentes daños colaterales”.
Y que estos flancos son “aspectos complementarios que más indisimulada que discretamente aparecen en la estrategia de la oligarquía para lograr esa refundación a mayor abundancia que la procurara posiciones de dominio y explotación todavía más flagrantes si cabe”.
Coincidimos con Rafa en la pertinencia de esta advertencia y en el balance devastador de la ofensiva desencadenada por la oligarquía, con la excusa de la “crisis” y el argumento falaz de que es “por nuestro propio bien”, en, por lo menos, los tres frentes “abiertos (autonomías, sindicatos y cajas de ahorro) y una sola trinchera (la involución democrática)”. Y todo ello “ante el silencio cómplice de partidos, sindicatos y usuarios…” Ofensiva que la oligarquía capitalista mundial está desarrollando en todo el planeta con el mismo objetivo que el buscado en España, aunque en cada país los frentes abiertos puedan ser diferentes…
Nada a añadir pues a este devastador y desolador balance, salvo decir que este balance sería muy diferente si los trabajadores hubieran decidido no ceder más, si se hubieran unido y pasado a la ofensiva declarando la huelga general indefinida como lo hicieron en otros tiempos… Más concretamente : si los trabajadores, en vez de resignarse y buscar soluciones individuales, reaccionaran y combatieran colectivamente en defensa de sus derechos.
Es verdad que, ante el panorama que tenemos delante nosotros, es casi imposible pensar que los trabajadores seamos capaces, al menos por el momento, de reaccionar y tomar tal decisión… No obstante, alguna esperanza debe quedar, pues, pese a un horizonte tan sombrío, Rafa ha terminado su artículo con esta pregunta que es al mismo tiempo una interpelación activa dirigida a nuestra conciencia de “usuarios” y militantes anarconsindicalistas : “¿cederemos nosotros también ?”
Yo no sé si Rafa tiene aún tal esperanza y si ella es fundada ; pero estoy convencido de que tenemos el deber de hacernos eco de su interpelación-llamamiento e intentar dar una respuesta que no sea ni retórica ni de circunstancia. Una respuesta que, además de ser consecuente con nuestro ideario, sea posible asumirla plenamente ; pues tal es muy probablemente la condición para que ésta sea eficaz : tanto para poner en marcha resistencias como para contribuir a la removilización de los explotados y dominados.
Ahora bien, ¿cómo intentar dar una respuesta sin tratar de comprender previamente el por qué los trabajadores nos hemos resignado a dejar la iniciativa en manos de la oligarquía en la confrontación social ? Sí, ¿cómo pretender dar una respuesta a la altura de lo que está en juego hoy sin encontrar antes la explicación de esta cobarde e irracional desmovilización del que en un tiempo se llamó “el proletariado” ?
No, no podemos contentarnos con no poner en duda el hecho de la desmovilización proletaria y ciudadana si no queremos continuar a ceder… Pues no creo que nos pueda ser de alguna utilidad reaccionar a ciegas, por simple deber… Al contrario, creo que es el ser lúcidos sobre las causas de esta resignación lo que nos puede ser útil para reaccionar. De ahí que considere necesario y urgente realizar -por lo menos entre los que nos seguimos considerando anarcosindicalistas- un análisis serio, riguroso y sin complacencias del proceso político, social, económico y cultural que en estas últimas décadas ha permitido a la oligarquía económica consolidar sus posiciones y orientar la historia en función de sus intereses hegemónicos. Y eso pese a que, tras casi treinta años de hegemonía neoliberal y de fe ciega en las virtudes del mercado global y “desregulado”, hemos visto como, en pleno corazón del capitalismo, se producía una crisis sistémica de inédita y amenazadora gravedad. Una crisis que, además de arrasar con los principales supuestos en que se sustentaba la hegemonía neoliberal -entre otros el de la superioridad del mercado libre como garante del progreso económico a escala nacional y planetaria-, ponía flagrantemente en evidencia las esencias depredadoras del sistema capitalista y el propio mito de la Propiedad, al obligar a las instancias públicas a socorrer las instancias privadas en quiebra o riesgo de quiebra.
Esto es lo terrible, lo inexplicable del actual derrotismo imperante en las filas de los explotados ; pues quizás en pocas ocasiones anteriores habían sido más evidentes las contradicciones y los peligros que hace correr a la especie humana el sistema capitalista. Además de disponer hoy las víctimas, como nunca antes, de los medios de información suficientes para no ignorar esta evidencia. Efectivamente, nunca antes hubo la posibilidad de estar todos informados para ser conscientes de lo que nos amenaza… De ahí pues la obligación, el deber de preguntarse el por qué, pese a ser conscientes del peligro que representan para todos los seres humanos los designios del capitalismo, continuamos cediéndole.
Es verdad que el mundo es complejo, cada vez más complejo, y que de más en más se tiene la impresión de que su funcionamiento escapa a la voluntad humana. Por lo menos, a la voluntad de las mayorías, y que a éstas no les queda más remedio que aceptar y soportar las decisiones que se toman muy lejos de ellas.
Sí, es verdad que la complejidad del mundo no ha cesado de acrecentarse en todos los dominios de la actividad humana y que ni siquiera el progreso de la ciencia ha contribuido a desentrañar esta creciente complejidad de la actividad y la convivencia humanas, de las cuales la historia es un testimonio coherente. Pues nada hay más coherente que la diversidad de los acontecimientos históricos, inclusive en su aparente incoherencia, y de ahí que esta coherencia, de la aparente incoherencia (con sus propios intereses) del actuar de la “clase” trabajadora actual, sólo pueda descubrirse con el estudio sin ojeras ideológicas de la historia. Sí, del estudio de la historia, pero también del análisis crítico de nuestras propias vidas…
Claro que con esto no quedará resuelto el problema que nos plantea la actual ofensiva del capitalismo ; pues es obvio que no es suficiente con estudiar la historia para cambiar su curso. Pero me parece también obvio que sólo comprendiendo cómo hemos llegado hasta aquí podremos deducir o imaginar respuestas coherentes y consecuentes con nuestros intereses y aspiraciones. Por lo menos para tener conciencia clara del por qué, salvo focos aislados y reducidos de resistencia anticapitalista, el productivismo capitalista sigue siendo la base del desarrollo económico para todos los pueblos. Y esto gracias al fracaso del llamado “socialismo real” y a pesar de las políticas neoliberales que condujeron a la “crisis financiera” de septiembre de 2008 y a los planes de recortes salariales, del gasto social, etc. implementados por los gobiernos de “izquierda” y de “derecha” en el mundo.
Es de esta evidencia que me parece se debe partir si queremos encontrar respuestas racionales para no seguir cediendo, pues es necesario saber los límites de la conducción política del sistema capitalista mundial y no olvidar que la intervención estatal es un componente central de la reproducción capitalista. No sólo para no creer a los que vuelven a vendernos las quimeras de la emancipación a través de Estados socialistas (capitalismo de Estado) sino también para seguir denunciando la demagogia de los que gobiernan en las democracias capitalistas aunque repitan que el pueblo “ya no tendrá que pagar nunca más la factura de los errores de Wall Street” (Barack Obama, al anunciar la reforma financiera llamada “La Dodd-Farnk Wall Street Reform and Consumer Protection Act”, el 20/07/2010 en Washington).
Claro que, como Rafa, yo también terminaré preguntando : ¿queremos y seremos capaces de hacer este análisis para darnos armas lúcidas y entusiasmos para no seguir cediendo ?
Octavio Alberola