Como era obvio, la “crisis” actual del sistema capitalista ha centrado los discursos
y los debates en el Foro Económico Mundial de Davos y en el Foro
Social Mundial de Belém. Lo curioso ha sido que en los dos Foros -que nacieron
enfrentados y siguen pretendiéndose antitéticos- el diagnóstico de lo
que huele a podrido dentro del sistema económico capitalista ha sido el mismo : el
neoliberalismo, la preeminencia de la economía sobre la política.
En Davos, las élites que detentan el poder político y económico mundial se han visto
obligados a reconocer que los excesos de los últimos años han
llevado al colapso al sector financiero, y con él al conjunto de la economía. En
otras palabras : que el neoliberalismo -ese cóctel de libre mercado y
desregulación financiera en el comercio internacional globalizado- que hasta ayer
defendían con uñas y dientes estas élites ya no es su fórmula
mágica. Han perdido su fe en esa mezcla de globalización, innovación financiera y
fundamentalismo de mercado y hasta entre ellos el Estado vuelve a
estar de moda. De ahí que, tras un singular mea culpa y en busca de una cura para
frenar el declive del sistema, esos banqueros, ejecutivos y
políticos nos avancen ahora como remedio una exigencia de mayor regulación y
aplaudan los
planes de rescate que los poderes públicos han implementado para sacar del
atolladero a la economía mundial. Llegando inclusive algunos de ellos a
proponer un “mercado socialmente responsable” como alternativa al “todo mercado”.
No es pues de extrañar que, ante el estupor de estas élites y el desencanto de la
ciudadanía por ver en qué ha quedado el boom económico de los
últimos años atribuido al triunfo del mercado sobre el Estado, los partidarios de la
estatización de la economía y de la sociedad se hayan servido de
Belém para vender sus vieja receta, de “ruptura” con el sistema capitalista a través
del capitalismo de Estado, o la nueva : reforzamiento del
intervencionismo estatal para reformar el sistema neoliberal a través de un
“capitalismo socialmente responsable”. Es decir : “un modelo de justicia
social democrático y de acción comunitaria”, donde el papel del Estado sea “hacer
respetar la diversidad y la dignidad de todos y de cada uno” -según
declaró en Belém Pedro Zerolo, secretario de Movimientos Sociales de la Ejecutiva
Federal del PSOE.
O sea que, frente a lo parches que en Davos proponen los que sólo quieren reformar
el capitalismo, los propuestos por los “altermundialistas” en
Belém no impedirán al capitalismo seguir en estado de marcha. Y eso a pesar de que
el “futuro del capitalismo” haya sido el denominador común de
la mayoría de las conferencias y debates de este Foro y de que no se puede
considerar lo que ha pasado como un simple accidente, un paréntesis a
reformar lo más pronto posible -como dicen los más “progresistas” que mandan en el
mundo.
Desde hace mucho tiempo se sabía que el financiamiento de la expansión por un
endeudamiento vertiginoso -para justificar beneficios no menos
vertiginosos para algunos- conduciría a una crisis como la que estamos viviendo. Que
un mundo que se ha vuelto loco y codicioso, indecente e
irresponsable, no podía conducirnos más que a esta situación extremadamente grave y
absurda. No sólo porque la recesión puede significar la miseria
para millones y millones de trabajadores en el mundo sino por lo absurdo de esta
injusticia, puesto que la riqueza existe y es su mala distribución la
que provoca tales crisis y tragedias.
Una situación tanto más grave y absurda que, como sabemos, el capitalismo es
irreformable y utópica la reglamentación de la esfera financiera para
poner término a la especulación, a los paraísos fiscales, a los movimientos
erráticos de capitales, etc. Y, además, porque igualmente sabemos a
dónde conducen las “nacionalizaciones” y el “todo Estado”. No sólo por la ausencia
de libertades sino porque allí también prospera la utilización
abusiva e inicua de las posiciones de poder en provecho de quien las detenta.
El problema, en el contexto de la actual “crisis” económica del capitalismo mundial,
es que, a pesar de que se ha llevado por delante (en las Bolsas)
una cuarta parte de la riqueza mundial, los ricos saldrán de ella más ricos y los
pobres más pobres. Y será así porque la riqueza se evalúa en dinero
(dólares, euros, etc.) y porque es mayoritariamente la propiedad de unos cuantos.
Pero, sobre todo, porque nadie escapa hoy a la codicia y al
consumismo con los que la ideología capitalista ha logrado contaminar nuestras
mentes. Y ello a pesar de que muchos sigamos proclamándonos (y
muy probablemente creyendo que somos) socialistas, comunistas, anarquistas.
Lo más grave es que esta contaminación ideológica capitalista -que nadie en la
izquierda quiere reconocer- va acompañada de otra, provocada por la
pulsión autoritaria, que es tanto o más nefasta, puesto que sirve de excusa a la
mayoría progresista en su lucha por el poder. Sin embargo, todos
sabemos que la solución, para una convivencia plena y satisfactoria para TODOS ,
pasa por “la autogestión entre consumidores y productores”, tanto
en la esfera económica como en la política. En otras palabras : por la organización
de la sociedad en base a principios realmente autogestionarios y
democráticos.
Nadie, en la izquierda, lo ignora ; pero eso no impide que en la vida cotidiana los
practiquemos muy poco y que la mayoría, por gregarismo, siga
instalada en sus sectarismos ideológicos. Inclusive aquellos que no paran de exigir
una respuesta a la crisis del capitalismo con medidas que nos
conduzcan “de verdad” al socialismo.
Y en estas estamos, cuando salir del capitalismo no ha sido tan actual y tan
necesario. No sólo porque la conmoción técnica y científica está
provocando una ruptura en el desarrollo del capitalismo, que erosiona las bases de
su poder y de su capacidad de reproducirse, sino porque esta
salida puede producirse de forma civilizada o bárbara, y demasiado tarde para evitar
una catástrofe ecológica. Por eso es tan lamentable que sigamos
peleándonos por ismos, pues esta es la principal razón por la que la izquierda sólo
es capaz de proponer parches al capitalismo, sea privado o de
Estado.
Es evidente que otro gallo cantaría si todos los que nos proclamamos
anticapitalistas, porque repudiamos toda forma de explotación y de
dominación, fuésemos capaces de superar las más o menos artificiales divergencias
ideológicas y crear un movimiento de resistencia y presión social
para concienciar a los pueblos sobre los estragos humanos y medioambientales del
capitalismo y sus servidores los Estados.
Sí, otro gallo cantaría, pues somos millones y millones los hombres y mujeres en el
mundo que tenemos conciencia de la irracionalidad de este mundo
globalizado y que estamos decididos a luchar por “otro mundo posible”. Sí, somos
conscientes de ello ; pero desgraciadamente también tenemos
conciencia de las “diferencias” que nos mantienen divididos y nos reducen a la
impotencia. Además, sabemos que si no superamos estas “diferencias”
y unimos esfuerzos seguiremos condenados a seguir proponiendo “parches” para el
capitalismo o a tener que soportarlos.
¿Cómo salir de esta situación si cada uno sigue afirmando su “diferencia” ? Yo no veo
otra que referirnos exclusivamente a lo que, a pesar de las
“diferencias”, nos identifica y nos une : la lucha contra toda forma de explotación y
de dominación.
Octavio Alberola
Fuente: Octavio Alberola