Banglades, 28 de abril, día internacional de la salud laboral, 400 trabajadores y trabajadoras asesinados y aún 900 desaparecidos, enterrados por un sistema productivo y de distribución de mercancías, llamado capitalismo, que lleva años externalizando los riesgos hacia los países periféricos, empobrecidos, expoliados, a la vez, que se constituyen guetos muy similares en los” países ricos”, donde la explotación se manifiesta en los modos de producir y distribuir, en condiciones de inseguridad, precariedad, dolor y muerte.

Llevamos ya varias décadas, donde la globalización, ha naturalizado el riesgo, la muerte y la explotación primigenia y la sociedad, sigue “yendo a la oficina, como si todo fuera normal” aunque el mundo se esté hundiendo a su alrededor.

Decía y dice- pues está escrito-, Bertolt Brecht:

“No acepten lo habitual como cosa natural,

Pues en tiempo de desorden sangriento,

De confusión organizada,

De arbitrariedad consciente,

Llevamos ya varias décadas, donde la globalización, ha naturalizado el riesgo, la muerte y la explotación primigenia y la sociedad, sigue “yendo a la oficina, como si todo fuera normal” aunque el mundo se esté hundiendo a su alrededor.

Decía y dice- pues está escrito-, Bertolt Brecht:

“No acepten lo habitual como cosa natural,

Pues en tiempo de desorden sangriento,

De confusión organizada,

De arbitrariedad consciente,

De humanidad deshumanizada,

Nada debe parecer natural,

Nada debe parecer imposible de cambiar”

Las sociedades post-industriales, las economía globalizada y financiarizada, hoy, fundamentalmente se caracterizan no por la desaparición del riesgo (por el hecho de trabajar), sino más bien, por una conciencia social de aceptabilidad del riesgo. Esta aceptabilidad se manifiesta en riesgos múltiples asumidos como consecuencia del qué hacer cotidiano, del modo de vida o en grandes partes del planeta, de la única manera de “sobrevivir”.

El riesgo (por el hecho de trabajar), esencialmente el riesgo que comporta inseguridad, muerte, siniestralidad y malas, muy malas condiciones de vida, se desplaza hacia las zonas más desiguales, menos libres de las relaciones salariales.

El riesgo, el daño en el trabajo, siendo un proceso socialmente condicionado, es decir, capacidad de organizarse las personas asalariadas, regímenes democráticos y/o autoritarios, derechos esenciales constituidos (libertad de organización, de expresión, de huelga, etc.), configura un concepto de salud laboral, que vuelve a su origen primigenio, donde la seguridad laboral y las condiciones de higiene laboral, vienen condicionadas por relaciones laborales – sociales pre-democráticas, y, determinadas las mismas por modos de consumo, especialmente en los países “ricos”, donde el precio de las mercancías, sean absolutamente competitivos para los millones de consumidores de esos países.

La accesibilidad a estas mercancías producidas y distribuidas en condiciones de carencia absoluta de respeto por los derechos laborales, sociales y ecológicos, resulta muy fácil para los millones de personas de los “primeros mundos o países ricos” y con nuestra aceptabilidad de este modelo de consumo, nos escondemos la realidad en más de tres partes de la misma, la que corresponde a sociedades condenadas a enfermedades que anulan la vida: carencia de alimentos, hábitat, agua, esquilmación por las multinacionales de sus recursos, carencia de trabajo, carencia absoluta de libertad, carencia de organizaciones sindicales, guerras, etc. y por lo tanto, priman nuestros “consumos”, sobre cualquier otra razón.

Cada año mueren en el mundo 2.200.000 trabajadores (OIT) y debiéramos pensar más en nuestro cotidiano hacer, incluido nuestros consumos diarios (alimentos, ropa, energía), que un altísimo porcentaje de dichas muertes se producen como consecuencia de la “externalización del riesgo” que los países ricos, desarrollados, opulentos… realizan.

Nos encontramos en el mundo de las formas, donde nos quitan salarios suficientes (producto de nuestros trabajos), nos deslocalizan actividades y empleos para explotar (aún más) y matar más fácilmente a trabajadores/as con otras culturas, con otras insuficiencias. Es una de las manifestaciones más brutales humanas de una delincuencia “fría, calculada y aceptada socialmente”, que los italianos los denominan “homicidios blancos”, y los ingleses “asesinatos de corporación”.

Son crímenes contra la humanidad en nombre de la “barbarie” que es este sistema de producción y distribución de mercancías. Sólo hay un Tribunal que pueda impedir el crimen y el genocidio social y laboral: el cambio de las reglas de juego por medio y a través de la lucha organizada de la mayoría social. LA VIDA digna para todos y todas, en cualquier parte del planeta y la VIDA del propio plantea está en el cambio de las voluntades de esta mayoría, por producir con otros modelos, relacionarnos con otros modelos y dejar de consumirnos con este modelo.

Desiderio Martín – Secretaria de Salud Laboral del SP – Confederal de la CGT.


Fuente: Desiderio Martín