La transición inmodélica de la dictadura a la democracia que tuvo lugar en Catalunya y en el resto de España bajo el gran dominio de las fuerzas conservadoras determinó un silencio político y mediático sobre lo que fue la República, la Generalitat republicana de Catalunya y las reformas progresistas que éstas desarrollaron ; sobre el golpe militar que las interrumpió instaurando una de las dictaduras más represivas y brutales que han existido en Europa en el siglo XX (por cada asesinato político que hizo Mussolini, Franco hizo 10.000), y sobre sus consecuencias en la vida económica, cultural y política de nuestro país.
Este silencio ha determinado la desideologización de sectores de las izquierdas, lo cual explica su decreciente capacidad de movilización, transmitiendo un mensaje centrado en la gestión. Pero este silencio ha significado también un enorme coste político y cultural, ya que estos sectores de las izquierdas, al ignorar sus raíces, han perdido la capacidad de capitalizar la heroica lucha de sus antepasados por la democracia, la libertad y la justicia social.
A tales sectores no se les ve como los continuadores de las enormes luchas del movimiento obrero y de otros movimientos sociales que fueron el motor del cambio progresista durante la mayoría del siglo XX. En realidad, el movimiento que en mayor medida capitalizó esta memoria histórica cuando gobernó fue el movimiento nacionalista democrático, que interpretó la historia conforme a una visión que sirvió a sus intereses y que rentabilizó exitosamente en su capacidad movilizadora. Las izquierdas gobernantes, sin embargo, permanecieron en silencio en su mayoría, hecho paradójico puesto que fueron sus antecesores los que protagonizaron aquella lucha y determinaron que, por fin, hoy España tenga democracia y hoy gobiernen las izquierdas.
Los papeles de Salamanca tipifican esta situación. La mayoría de los que están en el Archivo fueron expoliados a las izquierdas de este país que sufrieron el grueso de la represión. Pero los herederos de aquellas izquierdas no pidieron la devolución de sus papeles, perdiendo con ello la capacidad de recuperar la memoria y protagonizar su recuperación. Como me decía un exiliado republicano sindicalista, «nos han robado nuestra historia dos veces : una cuando nos robaron los documentos y luego cuando ignoraron que existíamos». La responsabilidad de sectores de las izquierdas en esta situación es enorme y están pagando un coste político elevado por ello.
SE ME DIRÁ que, por fin, esta recuperación está teniendo lugar. Pero, además de tímida, se está haciendo con bases que nos distancian del entendimiento de lo que ocurrió. Por ejemplo, se están haciendo programas televisivos sobre lo que pasó en la guerra civil pero muy pocos sobre la naturaleza de la dictadura y todavía menos un análisis de los colaboradores que se beneficiaron de ella. Paradójicamente el reconocimiento de las víctimas se está haciendo sin análisis de las personas e instituciones que las victimizaron.
¿Por qué no se ha hecho todavía un análisis del comportamiento de la Iglesia (eje ideológico central de aquella dictadura) en la televisión española o en la televisión catalana ? Cuando sugerí que se hiciera se me respondió que no era oportuno. ¿Hasta cuándo tendremos que esperar que sea oportuno y se pierda esa cautela y miedo, más de un cuarto de siglo después de que se estableciera la democracia ?.
Otro problema que nos encontramos en esta recuperación de la memoria es consecuencia del elitismo que caracteriza nuestra sociedad, (incluyendo sectores de las izquierdas). En esta visión elitista parece como si la historia de nuestro país la escribieran grandes hombres (con algunas grandes mujeres de vez en cuando). La recuperación de la memoria histórica no puede ser, sin embargo, la sustitución de grandes personajes conservadores por personajes de izquierdas en la narrativa histórica.
Me parece muy bien que se recupere la historia de Companys, Macià y un largo etcétera de grandes figuras. Pero me parece mucho más urgente que se recupere el protagonismo histórico de los luchadores anónimos, gente normal y corriente que fueron encarcelados, torturados, asesinados y/o exiliados debido a su compromiso con la democracia y justicia social y que constituyeron la mayoría de las bases de los partidos de izquierda, sindicatos y movimientos sociales y que aquellos personajes históricos tuvieron el privilegio de liderar. De ahí que la historia real de nuestro pueblo es primordialmente la historia de las clases populares que debiera recuperarse a todos los niveles de reproducción de valores, desde las escuelas hasta los medios de información, un proyecto cultural de enorme envergadura que los nuevos gobiernos español y catalán deberían realizar y todavía no están haciendo.
PERO OTRA consecuencia de esta escasa sensibilidad hacia recuperar nuestra historia es el escaso conocimiento que la juventud tiene de nuestras realidades y las causas que la determinan. Un ejemplo de ello es la percepción generalizada durante años de que España iba bien, a lo cual se añadía en Catalunya que Catalunya iba incluso mejor, percepción que contrastaba con la dura realidad de los datos que mostraban que España estaba a la cola de la Unión Europea de los Quince en el desarrollo de su Estado del bienestar, siendo la situación catalana peor en varios de estos componentes.
Esta realidad no puede entenderse a no ser que se entienda nuestra historia, incluyendo el enorme dominio que las fuerzas conservadoras han tenido en la vida política y mediática del país, responsables de escaso desarrollo social y del silencio histórico. Esperemos que la nueva situación política facilite un cambio.
Par : Cecilio Gordillo
Fuente: VICENÇ Navarro / El Periódico