"Nos deportan al desierto y nos dejan sin comida ni agua"

  •  Subsaharianos capturados por las fuerzas de seguridad marroquíes denuncian que se les abandona junto a la frontera argelina
  •  Casi 700 inmigrantes viajaron esposados nueve horas y media a bordo de 15 autobuses
    Tras pasar nueve horas y media esposado en un autobús, Tamouneke ha sido depositado a las dos de la madrugada del jueves a casi 500 kilómetros al sur de Oujda, allí dónde empieza el desierto, y a pocos metros de la frontera argelina. Se le invitaba así a cruzarla pese a que, en teoría, está cerrada desde 1994.
    «Nos deportan al desierto y nos dejan sin comida ni agua»

  •  Subsaharianos capturados por las fuerzas de seguridad marroquíes denuncian que se les abandona junto a la frontera argelina

  •  Casi 700 inmigrantes viajaron esposados nueve horas y media a bordo de 15 autobuses

    Tras pasar nueve horas y media esposado en un autobús, Tamouneke ha sido depositado a las dos de la madrugada del jueves a casi 500 kilómetros al sur de Oujda, allí dónde empieza el desierto, y a pocos metros de la frontera argelina. Se le invitaba así a cruzarla pese a que, en teoría, está cerrada desde 1994.

    Poco después de las cuatro de la tarde del miércoles, 15 autobuses repletos de inmigrantes salieron de Oujda, donde habían sido reagrupados cientos de subsaharianos atrapados en diversas redadas junto a Melilla y en otras zonas del país. Pusieron rumbo al sur y en la madrugada del jueves empezaron a depositar su cargamento humano en el desierto.

    «Debíamos de ser casi 700 los que fuimos abandonados», calcula Tamouneke, «porque en cada autobús había unas 45 plazas. Pero sé que el miércoles por la mañana salió otra caravana de autobuses de Oujda», prosigue en francés, por lo que el número de desterrados a esa zona inhóspita debe ser muy superior.

    Hasta ahora, las fuerzas de seguridad marroquíes devolvían a Argelia a los inmigrantes subsaharianos a través de la frontera de Oujda, una región poblada, donde encontraban comida y no solían tardar en regresar.

    Después de los primeros asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla han optado por llevarles más lejos, para que inviertan más tiempo en volver o renuncien incluso a entrar de nuevo en Marruecos.

    Los clandestinos, como se les llama en Marruecos, no saben muy bien dónde han sido deportados, aunque en sus relatos citan dos aldeas marroquíes próximas a la frontera de Argelia, Bouamane y Taouz.

    «Imagínese que entre nosotros hay gente que no prueba bocado desde hace tres días y de agua no andamos mucho mejor», prosigue Tamouneke, quien asegura que han sido abandonados «con lo puesto» ; sin agua ni comida, en un lugar donde no es fácil encontrar ni una ni otra, y donde por la noche hace un intenso frío.

    Al hambre se añade, en su caso, la indignación. «Soy refugiado político, tenía la documentación del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), pero la policía marroquí hizo caso omiso de ella y me metió en Rabat con los ilegales que cayeron en la redada», asegura. «Cuéntelo en su periódico para que la ONU haga algo».

    En el Ministerio del Interior, en Rabat, niegan que se expulse a refugiados. «Aquí hay mucha falsificación y compraventa de documentos de todo tipo, incluidos los del ACNUR», explica un alto cargo. «¿Qué en algún caso nos hayamos podido equivocar ?», se pregunta. «Poco probable, pero comprobaremos y, si es necesario, rectificaremos», contesta.

    Un camerunés, que también atraviesa a pie una zona en la que los móviles tienen cobertura, asegura que grupo de deportados y la escolta marroquí se toparon de noche con una patrulla argelina. «Hubo palabras gruesas entre ambos, los argelinos desenfundaron sus armas amenazando con disparar si seguíamos avanzando», prosigue este joven, que rehúsa dar su nombre. «Los marroquíes se dieron media vuelta y se largaron dejándonos tirados».

    Ahmed, un senegalés, tuvo algo más de suerte. «El chófer del autobús» que contrató el Ministerio del Interior marroquí «se negó a seguir circulando por un camino de cabras que nos acercaba a la frontera», afirma. «Dijo que su vehículo no lo iba a resistir», añade. «Nos soltaron antes de haber llegado al objetivo».

    [Un equipo de Médicos Sin Fronteras partió ayer de Rabat hacia el sureste de Marruecos para verificar «preocupantes informaciones, procedentes de varias fuentes, según las cuales las fuerzas de seguridad marroquíes estarían deportando a los inmigrantes a una zona en la que no hay ni agua ni asistencia ni nada», explicó a Efe dicha ONG].


    Fuente: IGNACIO CEMBRERO / EL PAIS