Los manifestantes en el Movimiento Ocupación por todo EEUU obtendrían mejores resultados si los lideres o consejeros de los diferentes grupos de ocupantes, enojados por las múltiples inequidades en nuestra sociedad, desarrollaran sus estrategias sobre la base de lógica y ética que nos diera Aristóteles hace veintitrés siglos.

La ira de los ocupantes suscitada por la avaricia y la obscena inequidad económica rápidamente ha develado otras inequidades en todos los aspectos del espectro social. Ahora muchos de nosotros estamos llegando a la conclusión de que es el sistema, el capitalismo – según lo profesamos – el verdadero culpable de nuestras tribulaciones, un sistema que observamos estar podrido desde el corazón y hasta el corazón; y eso es lo que debe cambiarse, y no simple unas cuantas reglas y regulaciones que nos dicen aquellos a quienes equivocadamente les dimos el liderazgo.

La ira de los ocupantes suscitada por la avaricia y la obscena inequidad económica rápidamente ha develado otras inequidades en todos los aspectos del espectro social. Ahora muchos de nosotros estamos llegando a la conclusión de que es el sistema, el capitalismo – según lo profesamos – el verdadero culpable de nuestras tribulaciones, un sistema que observamos estar podrido desde el corazón y hasta el corazón; y eso es lo que debe cambiarse, y no simple unas cuantas reglas y regulaciones que nos dicen aquellos a quienes equivocadamente les dimos el liderazgo.

En la Ética nicomáquea II.ix, Aristóteles nos dice: “Cualquiera puede estar enfadado – eso es fácil, pero el estar enfadado con la persona apropiada, al nivel apropiado, en el tiempo apropiado, por la razón apropiada, y en una forma apropiada – eso no es fácil”.

Uno debe preguntarse si los ocupantes tienen a la persona apropiada cuando acusan a Wall Street o al infame “Uno-Por-Ciento” que controla el 40 por ciento de la riqueza del país, y posiblemente de casi el 100 por ciento de la influencia y poder en la nación. Quizás “la persona apropiada” necesita ser re-identificada como el gobierno federal, sus tres poderes, asistido por un sistema bipartito a merced del cabildeo que conjuntamente excluye los intereses de mas del 80 por ciento de la población en el país. Pero son pocos los manifestantes, o sus dirigentes informales, los que ponen al gobierno que se auto-perpetúa como blanco o “persona apropiada”, dirigiendo su ira a Wall Street y al Uno-Por-Ciento.

Es obvio que la ira todavía no ha llegado al “nivel apropiado”; tal no ocurrirá hasta que por lo menos el 10 por ciento de la población tome turnos por las calles en estas manifestaciones en forma pacifista al mismo tiempo que rebelde y agitadora; pero no bajo yugo y contenida, como ocurre ahora, por las fuerza policiales de “ley y orden” que tan solo están protegiendo el status quo, a los poderosos que mantienen a los débiles en cadenas. Pregunta a cientos de arrestados por todo el país, o a la respuesta que la policía de Oakland (California) diera a los manifestantes y que incluyó el uso de gases lacrimógenos.

Un declarado anarquista con quien hablé en la primera manifestación en Pórtland (Oregon) hace dos semanas me hizo saber su desagrado, considerando que “estas ‘delicadas’ manifestaciones son un afronte a la naturaleza de cualquier revolución con éxito, una revolución que desesperadamente necesitamos”. Para tal manifestante ni el número de ocupantes ni su comportamiento exhibía el nivel apropiado de ira. Cuando la confronté – era una orgullosa anarquista de procedencia académica – con el enfoque pacifista de Gandhi y Martín Lutero King, sonriendo y con tono condescendiente trató de explicarme la diferencia que tantas veces yo ya había postulado en pasadas escrituras. Escuché (sin oír) sobre el abuso fraterno y la violación que ha estado ocurriendo en este país.

En cuanto al “tiempo apropiado”, este es definitivamente el tiempo apropiado después de tres décadas de descarado y desvergonzado abuso por “el capital” o, mas específicamente, por aquellos que poseen gran parte del capital quienes sin compasión o remordimiento, siguiendo tan solo los preceptos del capitalismo rapaz, destruyeron la infraestructura laboral y económica de incontables comunidades de esta nación, reemplazando millones de puestos de trabajo que requerían habilidad y entrenamiento, y que eran bien compensados, por puestos de servicios a sueldo mínimo. Muchos son los trabajadores cuyo sacrificio durante estos años no será desagraviado, pero para la nación en general si podemos decir que nuestra ira surge en el tiempo apropiado en combinación con el enfado ocasionado por tantas inequidades en lo económico, en lo político, en lo social y hasta en el medio ambiente.

Como hiciera Don Quijote en La Mancha, los manifestantes se lanzan a las calles y zonas de “ocupación” por la razón apropiada de enderezar entuertos, dentro del comportamiento exigido por las autoridades. Y hasta ahora, por lo general, lo están haciendo no solo por la razón apropiada sino también en lo que ellos creen ser una forma apropiada.

Desafortunadamente para los manifestantes y los que somos representados por ellos, esa ira, ese enfado, quizás esté erróneamente dirigido; y a quien deben dirigirse es al “sistema”, nuestro propio gobierno federal del que es dueño y señor Wall Street y el Uno-Por-Ciento. En 1992, la pegadiza frase “es la economía, estúpido” fue usada extensamente en la campaña presidencial de Bill Clinton contra George Bush (padre). Era la frase que en aquel entonces precisaba lo que era importante para el electorado norteamericano. Dos decadas después, de igual forma pero con significado mucho mas trascendental, nuestra frase debiera ser “es el sistema, estúpido”… pero somos demasiado pusilánimes para decir tal cosa, sin querer reconocer que el capitalismo rapaz norteamericano de hoy día no es sino el hijastro desfigurado de lo que fuera en un tiempo, o aproximara ser, libre mercado.

¿No es hora que reconozcamos quien debe ser el destinatario de nuestra ira?

Y… ¿no es hora también de que hagamos saber nuestra indignación con apropiada ira?

© 2011 Ben Tanosborn – www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn