“Baleado”. Así describe el doctor Julio Ramos Nolasco, del Semefo de Texcoco, los motivos de la muerte del adolescente Javier Cortés Santiago, durante el enfrentamiento del miércoles entre el Frente de Pueblos por la Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco y policías estatales y federales.
La versión médica desechó así la versión del proyectil de gas o del petardazo, como se manejó inicialmente.
En el certificado de defunción, con folio 060150663, firmado por el propio doctor Ramos, y al cual tuvo acceso Crónica, se asegura que el fallecimiento fue a consecuencia de una “herida producida por proyectil de arma de fuego, penetrante de tórax”.
Y se cita como el lugar de los hechos la calle Nacional, esquina cerrada número 134-C, uno de los flancos principales del zafarrancho.
“Del conflicto, culpó tanto al líder Ignacio del Valle como a las autoridades policiales, pero de la muerte directa de mi hijo hay un solo responsable : el gobierno del Estado de México”, acusó Felipe Cortes, padre de Javier.
Fue opuesto el testimonio de Humberto Benítez Treviño, secretario de Gobierno mexiquense : “Los propios atencos mataron al muchacho, decían que nosotros, pero ni veníamos armados”.
Replicó el padre : “¿Cómo pueden decir que no utilizaron balas, si está en el certificado y yo la vi en la Semefo y en el MP, le entró por el lado izquierdo del pecho y llegó a la parte de la espalda, de ahí se la sacaron. Y puedo decir que los del Frente no utilizan pistolas, porque yo los apoyé cuando querían construir el aeropuerto… El gobierno me lo mató”.
La feria. En el número 33 de la calle San Francisco, en el pueblo aledaño de Acuexcoman, los hombres colocaron una lona multicolor, mientras las mujeres alistaban las hojas de elote para los tamales… El cuerpo de Javier llegó a la que fue su casa durante 14 años a las 2:30 de la madrugada de ayer… Aunque Benítez Treviño presumió apoyo económico a los familiares, fue el gobierno municipal el que solventó los gastos funerarios.
Ahí, sobre la cama de Javier, se prendió una veladora. En el cuarto que compartía con Juan, su hermano menor, se quedó una colección de muñecos y peluches que había ganado en sus visitas cotidianas a las ferias, además de un ropero descascarado, un minitelevisor y una imagen de yeso del niño Jesús.
Con las ganancias por la venta de merengues en Coacalco había pensado en comprar “una televisión grandotota”. Esa era su actividad desde hace más de un año, cuando a su padre, merenguero de 23 años, le detectaron diabetes.
Fuente: D. Blancas/La Crónica