Un mes y medio desde que el "comando de acción" de la Consejería de Asuntos Sociales perpetró el decreto que regula la Renta de Inclusión Social (antigua Renta Básica)...

Un mes y medio en el que los perceptores de Renta asisten atónitos a un retraso cronificado en la valoración de sus solicitudes sin ningún atisbo de cambio; un mes y medio, donde la respuesta más común por parte de los trabajadores de la administración es: “su solicitud está sin valorar y no sabemos cuándo cobrará” (¡¡eso alivia muchísimo sobre todo cuando debes hasta la respiración!!); un mes y medio, en el que el porcentaje de solicitudes denegadas sube como la espuma, al igual que los llantos, los enfados, la incomprensión, las deudas, la desafección social, la frustración,… y a fin de c

Un mes y medio en el que los perceptores de Renta asisten atónitos a un retraso cronificado en la valoración de sus solicitudes sin ningún atisbo de cambio; un mes y medio, donde la respuesta más común por parte de los trabajadores de la administración es: “su solicitud está sin valorar y no sabemos cuándo cobrará” (¡¡eso alivia muchísimo sobre todo cuando debes hasta la respiración!!); un mes y medio, en el que el porcentaje de solicitudes denegadas sube como la espuma, al igual que los llantos, los enfados, la incomprensión, las deudas, la desafección social, la frustración,… y a fin de cuentas la exclusión.

No es cierto que el nuevo decreto vaya a servir para algo más (a los hechos diarios me remito) que para restringir el acceso a una percepción económica, ya de por sí injustamente restrictiva. A lo sumo, su función se centra en hacer la vida más difícil a quienes ya parten con mucha desventaja en esta “pendejada» de existencia, y –además de esa desventaja social- darle una patina que combina la invisibilidad y la sospecha, que sitúa a los solicitantes en el punto de mira de quien ve a las capas más desfavorecidas de nuestra sociedad como una cuadrilla de vagos que disfrutan de la suerte que ellos solos se han buscado, esquilmando los bolsillos de los honrados ciudadanos. Siempre ha sido más fácil atacar al débil. Nadie va a mover un dedo por quien nada te puede dar. Y así nos va como sociedad.

Cualquiera que sepa como ha venido funcionando la Renta Básica desde el 2007, puede llegar a plantearse si esta “vuelta de tuerca” a una ya de por sí raquítica prestación, no supone un deseo velado de que “toda esta gentuza” se vaya a sus países, a esos países de los que un día tuvieron que salir, empujados por la pobreza de allá y llamados desde aquí por ser necesarios en ese momento para nuestro modelo de desarrollo económico.

Pero la corriente es mucho más de fondo. No sólo sobran los inmigrantes; también molestan los pertenecientes a minorías étnicas, las mujeres (madres solteras, viudas,…), la juventud, las personas mayores de 45,… ¡vamos! Todos los que necesitan de los servicios sociales para mantener un peligroso y para nada deseado equilibrio vital, colectivo cada vez más amplio y que irá afectándonos en entornos cada vez más próximos.

Llegados a este punto, es de justicia –social para más señas- plantearse que lo que se está buscando activamente desde los poderes políticos (con el apoyo incondicional de los poderes económico-financieros) es destrozar los servicios sociales, lo público en su totalidad, lo poco que queda del mismo -dicho sea de paso-, haciendo de la precariedad vital una oportunidad para poner en bandeja de plata nuestra explotación por parte de dichos poderes y aumentar el campo de sus negocios. Se busca el desmantelamiento, la desprotección social absoluta de modo que cualquier salida de una problemática concreta, pero común a muchas personas, se haga desde un prisma exclusivamente individual, tendiendo de una forma descarada hacia la limosna, la caridad económica y moral.

Ha llegado el momento de poner pie en pared y llamar a las cosas por su nombre. Gentuza no es quien se ve abocado a solicitar una ayuda cuando su situación vital es absolutamente deshumanizadora; ni siquiera quien, aunque no sea lo más recomendable, ante una situación tan difícil -o con la clara intención de evitar ser explotado- utiliza subterfugios legales o ilegales para obtener una prestación y, de ese modo, seguir tirando (no conozco a ningún compañero de trabajo que quisiera cambiar su situación con la de un usuario de Renta cualquiera). Gentuza no es quien trabaja en economía sumergida para sacar adelante a su familia, o para obtener el dinero necesario para que no lo echen de la habitación que tiene alquilada junto a una veintena de personas más.

Gentuza es quien hace posible que miles de familias no tengan lo mínimo para desarrollar su vida con dignidad; gentuza es quien mira con recelo a quien nada tiene; gentuza son los banqueros que se llevan dinero público a espuertas, mucho más dinero del que pudieran imaginar robar en toda su vida los usuarios más fraudulentos de Renta Básica; y los políticos, que lo único que hacen por el bien común es jodernos “a granel”, sin distinción de raza, sexo o religión; y gentuza somos nosotros mismos, por miserables, por esperar que toda la ponzoña que nos rodea se disuelva por arte de magia, sin afectarnos mucho eso sí, porque nosotros sí somos buenos trabajadores, cumplidores y mejores consumidores (el aburguesamiento siempre ayuda a juzgar al vecino con la rectitud que jamás nos aplicaríamos a nosotros mismos… así somos, con un par de lo que tengamos!!)

Si fuésemos capaces (viendo mi entorno lo dudo) de alejar siquiera un poco nuestra vista de nosotros mismos -la clase trabajadora más establecida- y observáramos la trágica realidad capitalista que nos rodea, deberíamos llegar a la conclusión de que en el sistema actual, en el que se prima al poderoso y se aparta al empobrecido -constituido este último grupo por un número cada vez mayor de personas y que, ya hoy, no se circunscribe a grupos concretos con problemáticas concretas-, no nos queda nada por hacer más allá, que buscar cambiarlo por pura higiene social. Todo lo que se haga con las herramientas y/o principios capitalistas nos dará como resultado un esperpento que sólo dejará satisfecho, a quien espere obtener dinero de la gestión de la desgracia ajena.

Sólo el cambio del actual paradigma económico en el que el beneficio y el crecimiento económico lo impregnan todo, nos acercará a una realidad en la que conceptos como el de una Renta Básica de emancipación universal (en cuantía suficiente para romper las desiguales relaciones laborales existentes) o el reparto del trabajo y los recursos, conformen una base real sobre la que avanzar hacia una sociedad más igualitaria, libre y solidaria. Mientras sigamos poniendo en el centro de los debates el consumo, el poder adquisitivo, la inflación, el ibex, la prima de no sé quien, las subprime, la rentabilidad, lo «bien que viven los usuarios de renta», lo que mienten los moros, lo vagos que son los sudakas (lo incapaces que son todos menos nosotros mismos!!) …. seguiremos siendo un chollo para una clase dominante que hace mucho tiempo entendió que somos muy fáciles de contentar con algún eurico más al mes y, algún enemigo de fácil creación, de esos que nos muestran cada día alguno de los medios de desinformación masiva.

Y nosotros tan contentos, ¿o no?.

Colectivo Malatextos – Juan Mari Arazuri


Fuente: Colectivo Malatextos - Juan Mari Arazuri