Hay que distinguir lo que es el nacionalismo, la causa, del derecho a decidir, una de sus consecuencias. Conviene que tengamos claro esa diferencia y no nos confundamos. Es la misma diferencia que hay entre otro fanatismo o religión y el derecho de sus creyentes a arrodillarse y rezar a su dios, ¿y a imponer su credo?, ¿cómo en la Contrarreforma?, ¿cómo Franco?
¿Tiene derecho a decidir un ortodoxo? ¿Y un musulmán o un católico? ¿Y un nacional socialista o un fascista sea español o italiano? En principio, podríamos partir de la base de que toda persona tiene ese derecho a decidir. Pero, ¿para decidir cualquier cosa y en el sentido que sea? ¿Tiene límites ese derecho o es ilimitado? ¿Tienen derecho a decidir los grupos: mi comunidad de vecinos, mi barrio, mi municipio, mi comarca, mi provincia, mi comunidad autónoma?
¿Tiene derecho a decidir un ortodoxo? ¿Y un musulmán o un católico? ¿Y un nacional socialista o un fascista sea español o italiano? En principio, podríamos partir de la base de que toda persona tiene ese derecho a decidir. Pero, ¿para decidir cualquier cosa y en el sentido que sea? ¿Tiene límites ese derecho o es ilimitado? ¿Tienen derecho a decidir los grupos: mi comunidad de vecinos, mi barrio, mi municipio, mi comarca, mi provincia, mi comunidad autónoma? ¿Sobre cualquier asunto: el edificio que está al final, a la salida del pueblo, puede independizarse del municipio, el municipio puede decidir sobre su independencia de la comarca? ¿Independiente de la comarca pero seguir siendo miembro de la provincia? Y así sucesivamente. ¿Qué es, cuál es el contenido y la forma del derecho a decidir? Empecemos por ponerle apellido: derecho a decidir qué. Sin determinar cuál es éste qué, nos quedamos en la nebulosa, en blanco. Una cosa es el derecho a decidir en abstracto y otra en concreto. En todo caso y como cualquier derecho, parece obvio que no es absoluto, que tiene sus limitaciones. Y su complejidad no da para que nos pongamos a delimitarlo en un artículo como este. Pero quede subrayado que ningún derecho es ilimitado, ni absoluto, ni se puede ejercer de cualquier manera. Pero vayamos a ver si tal derecho tiene fundamentos: el derecho a decidir la independencia nacional de Cataluña.
En el asunto de la independencia nacional, en el del nacionalismo, éste es previo al derecho a decidir. Es decir, la ideología, el imaginario que configura la mente de quién va a decidir, es previo a éste derecho nacional y, además, es eso nacional lo que determinará su decisión. Por eso es previo, porque lo presupone, es lo que lo motiva y justifica, es lo que le da el sustento: sin nacionalismo no hay derecho a decidir sobre la independencia nacional. Vemos que el nacionalismo es el fundamento de ese derecho. Y, además, es ese imaginario nacionalista el que modula, el que determina su decisión. Por tanto, además de ser el nacionalismo el fundamento de tal derecho a decidir, también es su finalidad, ¿Se puede defender que un nazi tenga derecho a decidir sobre un judio? Hay Ideologías criminales, otra xenófobas, otras racista, otras religiosas, otras clasistas, otras … Dejemos el derecho a decidir de sus seguidores al margen, y veamos si un credo como el nacionalismo es digno de ser apoyado. Y en la cuestión del derecho a decidir de los nacionalistas y en el derecho a la independencia (toda palabra a la que le precede “el derecho de/a”, parece que deba ser defendible y de manera absoluta, y no es así), como en otras configuraciones mentales, ese debate ideológico ha de ser previo al derecho en cuestión.
Pues bien, veamos qué es eso que motiva y justifica el nacionalismo, vayamos a sus orígenes a ver cómo y porqué nace, qué finalidad vino a cumplir.
1.- Origen, finalidad y características del nacionalismo en EU
Dejando al margen el enfoque colonial, y centrándonos en Europa, los intelectuales más rigurosos en la materia (K. Marx, G. Simmel, etc.) consideran al nacionalismo, como una superestructura ideológica creada en el S.XIX para controlar el conflicto producido como resultado de la industrialización: las élites del momento se plantearon cómo controlar las luchas que surgían producto de la grieta social de dicha industrialización. Surgieron dos posibilidades. Una, la ética, y se comienza a impulsar cursos de ética en las universidades y se apoya la legalidad frente al socialismo. La otra, el nacionalismo, con gran influjo del movimiento romántico de la época (Fichte, Herder), para desviar, cambiar el escenario (tramoyista), encauzar y controlar la citada conflictividad.
EL NACIONALISMO: UNA QUIMERA COMO ARMA DE DOMINIO DE CLASE
(¿Es casual que en plena recapitalización del capital, en plena contrarrevoluciòn neoliberal, en pleno saqueo y con millones de personas en la estacada y arrojadas a la cuneta, es casual que, precisamente ahora, vuelvan a proliferar en la UE un movimiento como el nacionalismo? ¿Es normal que se reúna la derecha con Mas y Rajoy durante más de dos horas (?) y salgan con Mas sacándose las banderitas de la chistera, sin ni siquiera llevarlo en el programa electoral? ¡Joder con las religiones infranaturales!! No sólo nos cambian el escenario por arte de birlibirloque, sino que también nos maravillan con sus nuevas apariciones. ¿Y la plebe?, que bien enseñada la tiene: todas en masa de procesión siguiendo a sus popes. No hay como estar en la vanguardia y, encima, azuzando)
Ese fue el nacimiento (hace poco más de un siglo) y la finalidad o función social a cumplir. Si en ese momento de conflictos (¿como hoy?), la burguesía crea esa ideología para cambiar el escenario, desviar y poner sobre el plató un imaginario que lleve a la gente a otras películas y les dejen continuar explotando y llenándose los bolsillos, su desarrollo hasta hoy le ha llevado, además de seguir cumpliendo esa función de control de las élites sobre el resto, a ser utilizado por esa clase social (en Cat, los 400 a los que se refería Felix Millet -según el libro de J.L., Alvarez-), y dadas determinadas características como el idioma, zona rica, etc., no para que la dejen tranquila en su expolio, sino como instrumento para atraer a la grey sobre sí y hacerse con rebaño propio. Asi, Prat de la Riba lo importa a finales del s. XIX. Ese dominio de la casta, para el creyente, para el borrego, es una liberación, nacional, eso sí. En realidad, con nación o sin nación propia, él seguirá igual, no alcanzará la gloria, pobre, salvo que sea un pope. La diferencia entre ambos momentos, el del nacimiento con el actual, estriba en que en el primero, la burguesía ya tiene rebaño propio y lo que quiere es que no se le desmadren y le quiten la tarta; mientras que, en el segundo, la burguesía, lo utiliza para hacerse con tal. En España se dan los dos casos. En ambos el nacionalismo es un arma de dominio de las élites, ya para torear y extraviar al personal, ya para hacerse con ganadería propia, ya para ambos, como parece que sucede en el presente.
Como ideología, el nacionalismo se caracteriza por su integrismo, fundamentalismo y fanatismo, por ser una creencia dogmática que crea modelos mentales cuyas representaciones, cuyo imaginario se organiza en forma centrípeta y cerrada que gira en torno a un dios-nación, lo que hace que su percepción de la realidad siempre tienda y les lleve al mismo lugar, a ver lo mismo. Imaginario que se basa en cuentos, leyendas, datos, etc., debidamente conformados en una historia y que es pura alienación romántica con fábula incluida.. Historia con sus mitos, santos, mártires y de más leyendas varias. Aunque el movimiento es del s.XIX, las historias y reliquias se van a buscar a tiempos ancestrales: a la historia los hechos pasados o no, se les pasa por el nuevo tamiz y se les da el significado que conviene a la nueva doctrina, y se enfocan en aquellos que interesen a la narración, de tal forma que se interpreten de acuerdo con la dogmática correcta. Incluso hay novelas que lo cuentan. Así una lucha de labriegos se transforma en símbolo e himno de liberación nacional o una guerra de sucesión en otra de secesión. Así ad libitum. Se incrusta mediante el adecuado marcaje emocional, mejor iniciándose durante la infancia, en el colegio, y se va reiterando periódicamente con sus ritos y liturgias, análogas a las de cualquier religión, incluyendo las debidas procesiones anuales con flores a Maria, los rosarios y los mantras y fiestas a guardar. Esa falta de verosimilitud, esa inconsistencia y carencia de fundamentación, les lleva a que, en última instancia, sus factores claves sean la fe más la voluntad (som i serem); y según la imposición de ésta, autentico fascismo, lo hagan mediante el empleo, ya de la fuerza bruta, ya a través de la imposición del imaginario colectivo que modele a las personas mediante la conformación ex profeso, del ecosistema educativo-mediático-cultural adecuado y conveniente, ya con una mezcla de ambos. Eso en Cataluña está implantado y funcionando desde hace más de 30 años. Ya sus hacedores quieren recoger sus frutos. ¿O es otra treta teatrera de los poderes?
¿Estamos a favor de que se adoctrine al personal? El problema lo tendremos mucho peor, no cuando nos inmersionen lingüísticamente durante la educación, sino cuando nos “nacionalicen” no sólo durante ese periodo educativo, sino también durante el resto de años en que nos gobiernen, vía medios de comunicación exclusivos y excluyentes (públicos y privados) y el, debidamente acondicionado, ecosistema cultural doctrinario y nos impongan sus ritos y sus rezos y sus cara al sol. ¿O no es eso lo que hacen los nacionalismos, los regímenes confesionales y los fundamentalistas? ¿Somos tan libertarios, tan libertarios, que apoyamos los derechos a decidir de las doctrinas, de los dogmatismos, de los fascismos, de los fanatismos? ¿Libertarios apoyando que se adoctrine, y a sus poderes para que se impongan?
El gran sociólogo aleman, G. Simmel, no hablaba de nación, hablaba sobre el problema de la nación. Ello por dos motivos: porque lo consideraba un problema psicológico, y porque sólo es posible pensar en ella, en la nación, cuando se encuentra un contraste. Aquí Cataluña-España, España-Francia, etc.
Para finalizar, dejo un recorte de una entrevista de Lluis Amiguet hecha al neurocientífico Daniel Dennett, publicada en La Vanguardia, donde se muestra veladamente esa psicopatía y esa confrontación, y al final, un comentario que hace el entrevistador, catalán, él:
Religión: del latín religare (unir).
Eso debería ser: formas de vincularse sin excluir: una especie de enormes clubs sociales abiertos a quien quiera… Como el Barça. Así crean valor para todos. Son estupendos.
¿Cuándo dejan de serlo?
Cuando el sentido de pertenencia y vínculo de los patriotas o creyentes excluye y rebaja a los que no lo son. Y, en ese sentido, los modelos matemáticos son preocupantes.
¿Por qué?
Demuestran que existe una desgraciada e inexorable correlación entre la intensidad de los sentimientos de pertenencia a una comunidad y los de exclusión y superioridad hacia los que no pertenecen a ella.
¿Perteneces a una comunidad para ser superior a quienes no pertenecen a ella?
Lo esencial es que quienes sabemos del peligro de esas fuerzas irracionales cumplamos el deber moral de mitigarlas y transformarlas en formas suaves y benignas de relación, para que la patria y la religión sirvan también a los que no son patriotas ni fieles.
¿Escepticismo profiláctico?
Es sanísimo. Y tenemos muchísimas oportunidades de ejercerlo: sólo hay que contemplar con lucidez el circo de la política en cada país para ver lo ilusorio que es pretendernos superiores a cualquier otro.
¿A qué se refiere?
Por ejemplo, al espectáculo que damos al mundo EE.UU. con las majaderías del Tea Party. A mí me avergüenzan tanto que me vacunan contra cualquier exceso de orgullo patriótico. Supongo que aquí también tendrán sus vacunas.
Ahora mismo vamos sobrados.
Pues aprovéchelas para relajar su patriotismo y tensar su ironía: ejercicio saludable.
Felices sueños
Mi vecino me confiesa que la tensión política no le deja dormir. Le recomiendo las reflexiones de Dennett sobre patria y fe como fuerzas para el bien mientras no te las creas demasiado. Junto a otra que me hizo Woody Allen: «Siempre que empiezan a hablarme de Dios, acaban pidiéndome dinero». Si donde dice Dios ponen patria -o la añaden- y donde pone dinero ponen el voto -o lo añaden-, verán que quienes viven de las banderas -y no hablo de los amigos chinos que las fabrican y venden- siempre quieren vivir mejor. Pero si todos sonreímos y trabajamos juntos, la bandera da igual, la ira nunca llegará al río y tenderemos nuestros puentes hacia el futuro. Felices sueños, vecino.
Cristobal Cardenas
Fuente: Cristobal Cardenas