Nablus era una cuidad próspera antes del inicio de la Intifida, la capital económica palestina. No es por capricho que la población esté rodeada de asentamientos de colonos israelís, que se extienden por las colinas entre las que circula la única carretera que une Nablus con Ramallah, la capital administrativa palestina.
Visiones sobre el terreno de la realidad que se vive en Palestina día a día.
_El Poder
Nablus era una cuidad próspera antes del inicio de la Intifida, la capital económica palestina. No es por capricho que la población esté rodeada de asentamientos de colonos israelís, que se extienden por las colinas entre las que circula la única carretera que une Nablus con Ramallah, la capital administrativa palestina.
En esta región de Cisjordania los valles son fértiles, y los acuíferos subterraneos representan la reserva más importante de agua que hay en la región, pozos que tienen que abastecer a los campos de regadío de zonas tan alejadas como Tel Aviv. El agua representa uno de los cuatro problemas básicos de cuya resolución, segun los palestinos, depende el fin del conflicto. Los otros tres son las fronteras, los asentamientos y los refugiados.
Nablus ha sufrido la misma maldición que han padecido todas las tierras prósperas ocupadas por potencias coloniales a lo largo de la Historia : su fertilidad la ha condenado a la ruina. Para los ocupantes, su destrucción equivale a simbolizar una victoria que suelen identificar con la superioridad de su poder económico, pero tambien moral, cultural. La destrucción como símbolo de la victoria de la civilización frente a los barbaros.
Pero las estructuras de Poder se reproducen en todas partes, y el interior de una ciudad ocupada no es ninguna excepción. Aunque la ocupación aporte argumentos irrefutables sobre el origen de los problemas, lo cierto es que para quienes ostentan el Poder en las adminstraciones autónomas los mismos argumentos se convierten en la justificación para perpetuar su propio estatus.
Nablus es una poblacion paradigmática. Como en el resto de la Áreas Autónomas Palestinas, de inmediato surge una pregunta : ¿Aquí quién manda ? En la cima de la pirámide del Poder la respuesta es clara : la potencia ocupante. Pero a partir del siguiente escalón, las respuestas se complican, las apariencias engañan. En Nablus, como en cualquier ciudad, coexisten diversos centros de poder. Parece evidente que en un primer nivel tenemos que hablar de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Otro nivel lo ocupa el Governador de la región, cuyas funciones teóricamente van más allá de la administración de la ciudad. Sin embargo, la ocupación ha reducido su radio de acción a la capital, pues los alrededores son propiedad del ejército ocupante. Esto supone entrar en competencia directa con el alcalde de Nablus, que ve sus funciones usurpadas, su poder disminuido y, aquí, en un país en guerra, su cabeza temblando. Tanto, que pocas semanas atrás tuvo que presentar la dimisión, al poco tiempo de que asesinaran a su hermano un día que tomó prestado el coche del alcalde.
Los diferentes cuerpos de seguridad de la ANP son los encargados de patrullar las calles. Pueden verse dirigiendo el tráfico caótico de la ciudad o sentados en el interior de sus vehículos, siempre en grupos numerosos. Pero a diferencia de sus colegas de oficio de todo el mundo, la policía palestina no puede llevar armas. Israel se lo ha prohibido, a la vez que exigen la desarticulación de las milicias armadas. Indiferentes a todo esto esto, los cuerpos de seguridad palestinos mantienen su presencia en las calles como símbolo del control de la ANP, representación de un poder que, en la práctica, es cada día más insignificante. El primer policía armado lo encontramos al entrar en la alcaldía de Nablus, a quien nos dirigimos para poder entrevistar a la persona que en estos momentos sea la máxima responsable. Nos conduce hasta los pisos superiores, pasando de despacho en despacho. En todos ellos hay un elevado número de personas que, al parecer, no se ocupan absolutamente de nada. Toman el té, conversan tranquilamente y utilizan el ordenador para navegar por el ciberespacio, un mundo tan virtual como el que viven en el interior de la alcaldía de Nablus. En una economía en crisis, debido a la larga guerra que padecen los palestinos, la creación de miles de puestos de trabajo burocráticos puede que sea la única solución para mantener a flote a un pueblo impedido de acudir a sus campos de cultivo, un pueblo a quien han destruido sus fábricas, para quienes ir a trabajar supone depender de la arbitrariedad de los soldados ocupantes. Pero también es la vieja política del clientelismo populista, para quien crear una amplia capa de población dependiente es una garantia de perpetuidad en el cargo.
El Poder finalmete nos recibe en la persona del doctor Hussein Arvaj, viceministro de la administración local. La mesa del Doctor Hussein ocupa un amplio espacio al final de la sala, y sobre ella destaca una pantalla de televisión de circuito cerrado desde donde el viceministro observa a todo aquél que se mueve por el pasillo que desemboca en su despacho. A ambos lados de la habitación hay sillones de cuero. Los de la izquierda son para los invitados ; a la derecha se sientan los consejeros del viceministro, siete personas de distintos volúmenes que intervienen puntualmente para aconsejar al doctor Hussein sobre las respuestas que debe darnos. Dice el vicemistro que en Nablus, como en el resto de Palestina, el problema es la ocupación, que no hay disputas internas porque todos están concentrados en hacer frente al invasor. Sin embargo, el viceministro no explica si es igual concentrarse entre sillones de cuero que en un campo de refugiados.
De camino a la casa del ya ex alcalde de Nablus, Gasan Al-Sahka, nos sobresalta el ruido de disparos. No es preciso agudizar el oido, pues las balas empiezan a atronar cada vez más cerca. Cientos de milicianos de las brigadas de los Mártires de Al-Aqsa avanzan en formación militar, disparando sus fusiles al aire. Detrás de ellos, una multitud de simpatizantes, muchos de ellos encapuchados, con uniformes blancos y ficticios cinturones de explosivos atados al cuerpo, sigue a los milicianos con banderas palestinas y retratos de sus mártires. Al llegar al centro de la ciudad, la policía palestina desaparece, los hombres armados se adueñan de la calle. Conmemoran el segundo aniversario de la invasión de Nablus por parte del ejército israelí, que supuso la muerte de un centenar de personas en la ciudad cisjordana. También se aprovecha para cargar contra la construción del muro de separación israelí y para madar un mensaje de solidaridad a los combatientes iraquíes que plantan cara a los norteamericanos. El ensordecedor ruido de las ráfagas de las ametralladoras y el olor acre de la polvora que cubre el aire dan una muestra más exacta sobre quién ostenta el poder en esta ciudad que las palabras del viceministro Hussein Arvaj.
Estas demostraciones de fuerza no son extrañas en Nablus, aunque no siempre son protagonizadas por las Brigadas de Al-Aqsa. Hamas tambien mantiene un contingente importante en la ciudad y, en menor medida, la Yihad Islámica. Las diferente milicias armadas son quienes hoy ocupan el poder real en la calle palestina. Es cierto que todas pelean contra un enemigo común, tanto como lo es que cada una de ellas defiende los intereses de quien la subvenciona. El gobernador, que poco antes había declinado entrevistarse con nosotros por motivos de trabajo, se encuentra ahora arengando a sus tropas desde lo alto de un edificio en ruinas. Nunca las guerras fueron un enfrentamiento entre buenos y malos. Eso sí, hay causas justas, como también, siempre, hay culpables.
La casa del ex alcalde de Nablus se encuentra frente a la Universidad Nacional An-Najah, una de las más importantes universidades palestinas, hoy cerrada por una huelga de estudiantes. La casa es un chalet fastuoso, construido con todo lujo de detalles. En el párking se encuentran estacionados siete coches. Guardias de seguridad vigilan el perímetro amurallado. Gasan Al-Sahka tambien sostiene que en la ciudad no hay problemas entre las distintas facciones armadas, a lo sumo admite que «como en todos lados, haya rencillas personales». Pero niega que la causa de su dimisión se deba a las luchas interinas por el poder, principalmente la que le enfrentó con el gobernador. La causa, según el ex alcalde, radica en la imposibilidad de gobernar una ciudad que cada dos días está ocupada por el ejército israelí y que se encuentra destrozada. Sorprende ver en estos hombres tan poderosos el rostro de consternación que se les perfila cuando hablan de las penalidades que sufre el pueblo palestino, mientras piden al guardaespaldas que les traiga una caja de pañuelos para limpiarse las sudorosas manos.
El no Poder
Linda es una muchacha palestina que da clases a niños y niñas de tres años en Nablus. Hace poco que regresó de Málaga, donde pasó ocho meses en compañía de parte de su familia, instalada en en el sur de España. Linda decidió regresar a Nablus, porque «en Espanya no hay trabajo y mis amigos están aqui, en esta ciudad me he criado». Se le iluminan los ojos cuando habla de su trabajo, pero a la vez es capaz de enumerar una larga lista de dificultades. «Lo que más me apena es ver el miedo en los niños. Son tan pequeños…». Linda explica que le gustaría poder cambiar las cosas, que los niños dejaran de tener miedo, que pudieran llegar todos cada día a clase. Pero lo único que puede hacer es seguir asistiendo cada día a la escuela para jugar con los niños y enseñarles a leer. De eso se siente muy orgullosa. No es para menos. En Palestina son las personas como Linda las que mantienen viva la palabra dignidad, mucho más que aquellos que hablan en nombre de un pueblo con el que han decidido no mezclarse, porque ya se sabe que la envidia es muy mala.
Linda nos acompaña a la casa del doctor Faruk, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Nablus. Con él intercambiamos opiniones sobre lo visto en la ciudad. El doctor Faruk mantiene la esperanza de que, una vez terminada la ocupación, las milicias dejarán las armas y no habrá el riesgo de una guerra civil por la pugna de poder. Reconoce que ahora la ANP no tiene un poder real en las calles, pero tampoco cree que puedan celebrarse ningún tipo de eleciones generales mientras persista la ocupación. Si la situación cambiara, para el doctor Faruk está muy claro quién ganaría unas supuestas elecciones : «La derecha, claro. Es decir, los movimientos islamistas». Sobre las causas sostiene que «Al-Fatah está perdiendo popularidad porque apoya un proceso de paz política que en los últimos diez años no es que no haya llevado a nada, sino que la vida de los palestinos ha empeorado mucho. Por el contrario, Hamas aboga abiertamente por la confrontación directa. Hoy la calle palestina ve que esta es la única posibilidad que les queda para que sus derechos sean reconocidos». El doctor Faruk lleva cuatro años sin salir de Nablus. Trabaja en la misma ciudad, así que puede permitírselo. Pero para él, el no salir también se ha convertido en una cuestión de dignidad, pues no quiere sentirse humillado. «No nos queda más que nuestro honor. Yo no salgo».
El doctor Faruk tiene razón : la calle palestina está desesperada. La brutal ocupación por parte de Israel también se manifiesta en las luchas internas que pueden arrojar a la sociedad palestina, tradicionalmente caracterizada por el alto poder de movilización de su sociedad civil, a una guerra fratricida impulsada por sus propios caudillos guerreros, muchos de ellos subvencionados de una manera indirecta por sus enemigos irreconciliables. «En nuestro pueblo no puede entrar nada sin que lo sepan los israelíes. Esto incluye las armas». Este es un comentario muy extendido entre quienes critican el auge de los grupos armados. La cotidianidad parece darles la razón. En espacio de dos años las milicias han visto incrementar de manera considerable su arsenal, aunque nunca hasta extremos que puedan inquietar a los israelíes. De los tradicionales y viejos Kalashnikov de fabricación soviética han pasado a usar los M-16 americanos, el mismo fusil de asalto que usa el ejército israelí, e incluso alguno de ellos carga con un modelo más avanzado que el de los propios soldados hebreos. ¿Casualidad ? En este rincón del planeta parece que hay pocas cosas que no estén acuradamente premeditadas. Pero todo esto pertenece al mundo del Poder, un mundo que desprende el mismo olor en cualquier lugar del planeta, aunque en el primer mundo puedan comprar desodorante. Del lado del no poder, sin embargo, siempre habrá personas como Linda, y son ellas quienes contruyen día a día la esperanza.
Pere Maruny