Artículo de opinión de Ermengol Gassiot, Secretario General de CGT Catalunya

Todos sabemos que los últimos meses una epidemia de Ébola se ha extendido por el occidente de África y que ha matado casi 2.000 personas. Desde hace semanas los medios de comunicación nos lo han ido explicando. A veces de manera pausada, pero a menudo con noticias alarmistas, como por ejemplo la de la hospitalización hace unas semanas de un nigeriano en Alicante.

Todos sabemos que los últimos meses una epidemia de Ébola se ha extendido por el occidente de África y que ha matado casi 2.000 personas. Desde hace semanas los medios de comunicación nos lo han ido explicando. A veces de manera pausada, pero a menudo con noticias alarmistas, como por ejemplo la de la hospitalización hace unas semanas de un nigeriano en Alicante. Parece como si el drama del Ebola, aparte de a las farmacéuticas, los esté yendo muy bien a los gobiernos y grupos de presión que quieren extender el miedo a la llegada de inmigrantes (¿recordáis eso de «50.000 subsaharianos esperan asaltar la valla de Melilla»?).

Mientras el Ébola se cobraba víctimas en África, durante estos tres meses más de medio millón de personas han muerto en accidentes laborales y por circunstancias derivadas de su trabajo. Lo dijo a finales de agosto Guy Rider, director de la Organización Internacional del Trabajo; nada sospechoso de radicalismo, por cierto. De hecho, lo que dijo Rider es que cada año mueren por esta causa en el mundo 2,3 millones de personas. Personas que comparten con la mayoría de nosotros el hecho de tener que ir a trabajar para ganarse la vida vendiendo su capacidad de hacer cosas o el fruto directo de su trabajo.

Posiblemente porque en su gran mayoría se trata de pobres o simplemente de trabajadoras y trabajadores, sus muertes no suelen ser noticia. O, como mínimo, no son ni grandes titulares ni aparecen en las grandes agencias informativas internacionales. Ya lo sabemos, un trabajador muerto en el trabajo generalmente no pasa de ser un pequeño espacio en la sección de sucesos del periódico local. En la misma sección donde se puede hablar de un atraco o de un pequeño incendio en un almacén del barrio. Supongo que los directores de los grandes medios de comunicación deben ser responsables. Se imaginan qué pasaría si la alarma social por los muertos del trabajo fuera proporcional a la que generó hace unos años la gripe aviar? O en la que está provocando la epidemia de Ébola?

Pero los muertos del trabajo existen, son reales, de carnes y huesos y tienen nombres y apellidos. Y su muerte deja un vacío a millones y millones de personas que eran sus amigos y amigas, compañeras o familiares. De hecho, en 2013 fueron muchos más muertos que los de las guerras de Siria, Irak, Afganistán, Colombia y RD Congo todas juntas. Muchos más. Prácticamente uno cada 14 segundos, unos 6.300 cada día, casi 200.000 al mes. En una época en la que estamos acostumbrados a injusticias que se miden con grandes cifras, la crudeza de esta masacre no debería dejar indiferentes.

Para hacernos una idea de su magnitud, podemos recurrir al estudio que en junio del año 2008 se publicó en el British Medical Journal. Argumentaba que durante un periodo teóricamente de paz, como fue la segunda mitad del s. XX los muertos reales en conflictos bélicos triplicaban las estimaciones oficiales. Estimaban que entre los años 1955 y 2003 unos 5,4 millones de personas murieron por causa de 13 guerras diferentes, siendo la más sangrienta la de Vietnam. Pues bien, en menos de dos años y medio, esta escalofriante cifra acumulada durante casi medio siglo queda superada por la de las personas que trabajando se han dejado la vida. Todo ello para generar unas plusvalías a los capitalistas. Unos beneficios impregnados de sangre, de la de millones de muertos y de decenas de miles de heridos graves.

Unos muertos que los grandes medios de comunicación parecen no valer ni la tinta que deberían gastar para escribir su nombre. Además, mencionarlos crearía una alarma social en la dirección equivocada. Una alarma social que no apuntaría hacia personas que sufren de manera descarnada el expolio imperialista en África subsahariana. Una alarma que, en cambio, dispararía contra los de arriba: accionistas, dirigentes de grandes corporaciones, de organismos financieros internacionales, gobernantes cómplices, etc.

¿No pensáis, pues, que es urgente girar la dirección de nuestros miedos, inseguridades y odios y dirigirse hacia la dirección correcta? ¿Y si nos cuesta hacerlo de manera individual, buscar el apoyo de muchos/as y hacerlo colectivamente?

(Mientras he escrito este texto, unas 500 personas habrán muerto en todo el mundo por un accidente laboral)

Ermengol Gassiot


Fuente: Ermengol Gassiot