Artículo de opinión de Octavio Alberola

Monedero y la “mala conciencia”

Como seguramente se buscaba, todos los medios de información han dado gran relevancia a la repentina decisión, de Juan Carlos Monedero, de abandonar la política “representativa” convencido de que ésta lleva, “a veces”, a que “nos parezcamos a lo que queremos sustituir”…

Desde el punto de vista mediático y tanto por su instrumentalización que por los resultados, la “dimisión” de Monedero es indiscutiblemente una jugada digna del mejor de los expertos en comunicación.

Monedero y la “mala conciencia”

Como seguramente se buscaba, todos los medios de información han dado gran relevancia a la repentina decisión, de Juan Carlos Monedero, de abandonar la política “representativa” convencido de que ésta lleva, “a veces”, a que “nos parezcamos a lo que queremos sustituir”…

Desde el punto de vista mediático y tanto por su instrumentalización que por los resultados, la “dimisión” de Monedero es indiscutiblemente una jugada digna del mejor de los expertos en comunicación.

Primero fueron las filtraciones de sus estados de ánimo ante las miserias de la política electoral. Miserias que llevan a los participantes en ella a ser “rehenes de lo peor del Estado, de su condición representativa”, y a continuación ha llegado la carta “Para mi amigo Pablo», en la que, pese a esas miserias, Monedero explica por qué sigue en Podemos y seguirá apoyando a su “amigo Pablo” para alcanzar los cielos del Palacio de la Moncloa, aunque «algo de mala conciencia” le acompañe “por no estar al lado de Pablo en un sitio tan ingrato como es la dirección de un partido».

O sea que dimite porque lo que más le cuesta es “sobrellevar la partitocracia”, pues “es el contacto con el poder lo que termina por corromper a los partidos de izquierda”; pero sólo le da “algo de mala conciencia” dejar a su “amigo Pablo” el sobrellevarla y corromperse, para poder seguir él más tranquilo con su conciencia “en esta pelea” de llevar a Pablo Iglesias a “gobernar nuestro país”.

¿Cómo entender esta cínica duplicidad de, por un lado, dárselas de puro y, por otro, dejar al “amigo Pablo” cargar con todas las  impurezas de la política electoral? ¿Cómo creer pues en la sinceridad de Monedero?

Y ello porque, aunque por el momento no se sepa si él es el verdadero conceptualizador, no sólo han logrado estar en las portadas de todos los medios en este largo final de semana sino también instalar, en la mente de muchos, la idea de que en Podemos “hay personas más moderadas y personas que apuestan más por la raíz de las cosas”, y, sobre todo, que Pablo Iglesias “tiene la virtud de representar el conjunto”.

De dos cosas una: o bien sus declaraciones, sobre la imposibilidad de soportar las miserias de la política, son sinceras, o bien no lo son y la operación mediática de su “dimisión” no ha tenido y no tiene otro objetivo que el de apuntalar a Iglesias y justificar todas las contradicciones, abandonos de promesas y corruptelas en las que éste y Podemos se están sumiendo para llegar al Poder. Un «sacrificio» necesario a la causa común del duopolio Iglesias-Monedero desde que Pablo le dijo a Juan Carlos: “¿nos lanzamos?” y que éste le contestó: “contigo, Pablo, me lanzo” en la operación de ascensión hacia los cielos de la Moncloa.

¿Funcionará esta estrategia? ¿Convencerá Monedero al sector crítico de Podemos para aparcar las críticas y seguir en la aventura  de cargarse a la casta de 1978 bajo “la magia de Pablo”, el único capaz de “mantener ese equilibrio» necesario en política para “ganar”?

Difícil de saber si funcionará para que el “amigo Pablo” pueda llegar a la Presidencia del Reino; pero, de momento, ya parece funcionar para asegurar la fidelidad de los que necesitan dirigentes y mesias. Por lo menos en lo que aún falta del recorrido electoral… Otra cosa será para pedir paciencia si llegan a gobernar o si se quedan, como simple Oposición, dentro del régimen tan denostado del 78.

Lo que parece seguro es que no nos harán esperar mucho para que podamos saber si la historia del PSOE y de IU se repetirá…

Octavio Alberola

 


Fuente: Octavio Alberola