En 1873, las cosas empeoraron repentinamente para los trabajadores. La crisis que se veía venir llegó finalmente, arrojando a la cesantía a centenares de miles de obreros. Las fábricas cerraban sus puertas y los cesantes vagaban como lobos por las calles, alimentándose de los desperdicios que encontraban en las latas de basuras. El invierno de 1872-73 dejó un horrible saldo de muertos de hambre y frío, como no se tenía memoria en los Estados Unidos. Sólo en el Estado de Nueva York había 200.000 cesantes.
El 13 de enero de 1873, la Sección Norteamericana de la Internacional convocó a un mitin de desocupados en Nueva York para demostrar al Gobierno del Estado su situación y pedir solución a su miseria. Se exigía una ración diaria de alimentos para los cesantes, la iniciación de obras públicas para dar trabajo a los necesitados y una prórroga legal para el pago de arriendos y alquileres modestos.
El 13 de enero de 1873, la Sección Norteamericana de la Internacional convocó a un mitin de desocupados en Nueva York para demostrar al Gobierno del Estado su situación y pedir solución a su miseria. Se exigía una ración diaria de alimentos para los cesantes, la iniciación de obras públicas para dar trabajo a los necesitados y una prórroga legal para el pago de arriendos y alquileres modestos. Se quería evitar que fueran lanzadas a la calle (y expuestas a morir de frío) las familias que no podían cubrir la renta por hallarse el padre o el esposo sin trabajo.
La manifestación conmovió a la ciudad y, en bullicioso desfile, los cesantes se dirigieron al Ayuntamiento para hacer presentes sus demandas. Cuando llegaban allí, fueron atacados por una horda de polizontes, que apareció de improviso, apaleando y sableando a todo el mundo, incluso mujeres y niños. Centenares de heridos y contusionados quedaron sobre los adoquines de la zona céntrica de Nueva York, y otros centenares de pobres fueron detenidos y puestos a disposición de los tribunales “por resistir órdenes de la policía”.
La gran prensa ventiló falsedades e injurias sobre las heridas y el hambre de los cesantes tan ferozmente reprimidos. “Era un mitin público de ladrones ociosos”, dijo un diario de Nueva York. “Hay que prepararles comidas envenenadas si quieren comer a costa del Gobierno”, escribió otro en Chicago. Los editoriales llamaron a eliminar “la peste de miserables” que asolaba la ciudad.
Menos mal que el panorama descrito no tiene absolutamente nada que ver con el actual en el estado español, en Europa o en otros lugares. Aquí, por ejemplo, no se arroja a la cesantía a centenares de miles de obreros. Ahora son despedidas cientos de miles de personas, que no es lo mismo. Tampoco las fábricas cierran sus puertas, sólo quiebran las empresas. Los parados no vagan como lobos por las calles alimentándose de desperdicios, aún lo hacen como corderos entre la oficina de desempleo y el comedor social. No es la Internacional quien intenta mostrar al Gobierno la situación para que solucione la miseria, porque los sindicatos están divididos entre quienes colaboran y quienes se enfrentan. Por supuesto no es necesaria obra pública para dar trabajo a los necesitados ni una prórroga para el pago de alquileres modestos para evitar que sean lanzados a la calle, ni ataca, golpea y pelotea la policía a quienes manifiestan sus demandas, no hay prensa que vierta falsedades e injurias sobre las personas ferozmente reprimidas, ni editoriales o declaraciones de responsables políticos y del estado que llamen a eliminar “la peste de miserables” que asola las ciudades, como mucho dirán “antisistema”, “filoetarra” u ocurrencias semejantes.
Ya ves que no hay motivo para preocuparse. Hoy tienes fiesta y “no te metas en líos”.
Fuente: Anarkoina